El desplome de la actividad productiva y comercial como consecuencia de la pandemia concentra sus devastadores efectos en los negocios de menor tamaño, que también son los más afectadas por la falta de liquidez y los que más han tenido que recurrir a los ERTE, mientras la gran empresa ya supera los niveles de ocupación de hace un año y se acerca a los de las semanas previas al confinamiento
Lo micro está sufriendo con mucha mayor intensidad que lo macro las consecuencias económicas de la pandemia mientras la curva de la recuperación se va aplanando: las pymes, las pequeñas y medianas empresas que antes de la crisis formaban el 99% del tejido productivo y sostenían el 60% del empleo asalariado, están sufriendo el grueso del impacto laboral de la Covid-19, ya que, tras el lento crecimiento a partir de mayo, la pérdida de cuatro de cada cinco puestos de trabajo que se están destruyendo se produce en ellas.
A ese impacto en los primeros seis meses y medio de pandemia, entre mediados de marzo y finales de septiembre, hay que sumarle el hecho de que la mayor parte de los 752.711 trabajadores que siguen en ERTE, según los datos del Ministerio de Inclusión, proceden de pequeñas y medianas empresas en las que la viabilidad de sus puestos parece incierta ante la persistente falta de actividad.
Los resultados de la última estadística sobre Empresas Inscritas en la Seguridad Social que elabora el Ministerio de Trabajo con datos sobre las sociedades con asalariados dejan pocas dudas acerca de dónde se están concentrando los daños derivados de la pandemia en el mercado laboral: las pequeñas empresas, las de menos de cincuenta empleados, cerraron septiembre con casi 240.000 menos que en febrero y con una caída de más de 260.000 en doce meses, retrocesos que en las medianas, las que tienen plantillas de 50 a 250, fueron, respectivamente, de 118.000 y de 130.000.
Entre ambas suman el 82,5% del empleo asalariado que ya se ha perdido desde el inicio oficial de la pandemia a mediados de marzo, un impacto mucho menor que el que están sufriendo las unidades productivas de más de 250 trabajadores, en las que la caída es de menos de 25.000 desde febrero mientras que presentan un aumento de 57.000 en relación con el mes de septiembre de 2019.
Dentro de esas tres grandes agrupaciones de empresas, las tendencias resultan más acusadas cuanto mayor o menor es el tamaño: la pérdida de empleo entre las pymes es más intensa en las microempresas, las sociedades que emplean a menos de una decena de personas, que suponen más del 85% de las unidades productivas o comerciales del país, y la recuperación es más notable en las plantillas de más de medio millar entre las grandes.
“El concepto de recuperación hay que cogerlo con alfileres”
“Las empresas de menor tamaño sufren con mucha más intensidad la crisis y carecen de recursos para sobrevivir ante la falta de actividad por la caída de la demanda”, explica Antonio González, de Economistas Frente a la Crisis, un think tank progresista que hace unos días publicaba el manifiesto Reactivación, no podemos esperar a Europa, en el que advertía de la desestabilización que está sufriendo el sistema económico español y reclamaba “sin demora de medidas que inyecten estímulos” para rescatarla.
Para González, los datos sobre la evolución del empleo según el tamaño de las empresas “demuestra que tenemos un problema grave en la recuperación de la economía, un término que en todo caso hay que coger con alfileres” después de dos trimestres de caída del PIB y un tercero más flojo de lo esperado en vísperas de etapa estacional de menor actividad del año.
Esa caída de la producción supera los 120.000 millones de euros en lo que va de año, un tercio más que en los cinco peores años de la anterior crisis, y eso son salarios, beneficios, impuestos e inversiones que se han esfumado. “La situación económica está bastante fastidiada, y ya no es solo por el confinamiento sino también porque arrastramos el gran peso de una serie de sectores que no están teniendo actividad”, anota González.
De hecho, la evolución del empleo por ramas muestra llamativas asimetrías: tanto la industria como la construcción se acercan a los niveles de ocupación previos a la pandemia y a los de hace un año, el transporte y los servicios de oficinas renquean y la hostelería y el comercio sufren un claro pinchazo mientras, con el reinicio del curso en un caso y con la necesidad extraordinaria de personal en el otro, la educación y la sanidad tiran hacia arriba. “La mayor parte de la economía sufre un problema grave de demanda”, apunta González.
“Las pequeñas empresas no pueden aguantar sin ingresos ni actividad”
En esa tesitura, “la gente no gasta y no hay medidas alternativas de impulso, y muchas empresas no pueden aguantar en esa situación. Para que se produzca una recuperación se requiere una demanda que hoy por hoy no existe” ni a pequeña ni a gran escala, destaca el economista. Y eso, en un país en el que el 60% de la economía depende del consumo de los hogares y de las empresas, tiene graves consecuencias.
“En la medida en la que esto se mantenga en el tiempo es más probable que se vayan produciendo quiebras de empresas, sobre todo entre las de menor tamaño, que no pueden aguantar mucho tiempo sin ingresos y sin actividad”, resume González.
Autónomos y microempresas ya coparon, con más de 700.000 créditos, el 87% de las operaciones de financiación vinculadas a los avales del ICO, un inquietante dato que permite hacerse una idea de la necesidad de liquidez en ese ámbito del tejido productivo en cuanto comenzaron las restricciones.
Y lo que viene no es mejor, ya que organismos como el Banco de España estiman que el tejido productivo del país tiene tales necesidades de financiación, de hasta 125.000 millones por encima de los que avala el ICO, que más del 35% de las empresas españolas se encuentran en situación de vulnerabilidad por la imposibilidad de seguir cuadrando sus cuentas ante la caída de la actividad.
Una recuperación incompleta y desigual
Esa tasa de vulnerabilidad, de riesgo de quiebra por insolvencia, está cerca de duplicarse en sectores como la hostelería y el ocio, en los que se acerca al 70%, supera el 50% en la automoción y ronda el 40% en el transporte y la logística, según explicó hace unos días el director general de Economía y Estadística del Banco de España, Óscar Arce, en una intervención ante la Cámara de Comercio.
Arce alertó del deterioro de la solvencia de “muchas” empresas “por el aumento del endeudamiento y la caída de los ingresos” mientras comienza a percibirse como “un elemento de riesgo” el “eventual agotamiento del alivio financiero” proporcionado por medidas como los periodos de carencia de los créditos avalados por el ICO “antes de que se asiente la recuperación”. “El carácter incompleto y desigual de la recuperación económica que se anticipa no favorece una rápida mejoría de la situación financiera de las compañías, especialmente, en los sectores más afectados”, añadió.
Por último, González advierte de que ni las medidas que puedan incluirse en los próximos Presupuestos del Estado, si llegan a aprobarse, ni los fondos de reconstrucción de la UE comenzarían a tener efectos en la economía española antes del próximo verano en el mejor de los casos.
“No podemos esperar tanto. Necesitamos inyectar dinero en la economía a través de mecanismos que animen directamente el consumo”, alerta, al tiempo que llama la atención sobre la paulatina retirada de medidas de apoyo como las prestaciones por ERTE y otras de protección del empleo, cuya aportación se redujo en más de 4.000 millones de euros mensuales entre mayo y septiembre. “No estamos en recuperación, estamos todavía en un agujero”, anota.
Fuente: Público