LA “PENÚLTIMA”: CAMBIAR Y FORZAR LAS LEYES PARA GOBERNAR

 

Por “convivencia” o por “conveniencia”? Sánchez se quita la careta: «Por el interés de España defiendo hoy la amnistía en Cataluña».  Reconoció, además, que la amnistía no figuraba en sus planes iniciales y que esta concesión es fruto de los resultados electorales y aseguró que «hay que hacer de la necesidad virtud» para justificar su cambio de parecer respecto a la amnistía.

 

El pasado 10 de noviembre de 2022 Sánchez afirmaba que la amnistía “es algo que desde luego este gobierno no va a aceptar y que desde luego no entra en la legislación y en la Constitución“. En una entrevista comentaba que había rechazado la amnistía y el referéndum por “convicción social y política” y “porque ninguna constitución en el mundo reconoce el derecho a la segregación“.

 

No le importa equivocarse con las palabras o los conceptos. La vergüenza o la mesura son valores ajenos a su progresismo, a su ego, o a su complejo de superioridad. Pero es comprensible porque el dirigente autoritario no pide perdón sino que responsabiliza a los demás. O bien se interpretaron mal sus palabras, o la realidad aún no se ha acomodado a sus caprichos ideológicos. Es el perfil clásico del autócrata, que se ajusta a este ignorante que gusta del dictado y que hunde países.

 

Si estos políticos no son ni han sido nunca creadores de prosperidad ni de intelecto, si no han contribuido en nada al progreso común, debemos preguntarnos cómo la democracia asciende al poder a tales personas. El mundo se formuló esa pregunta con Trump, ¿por qué no hacerlo con Pedro Sánchez?

 

Ya sabemos que la democracia es así, pero el bajo nivel de estos dirigentes rompe moldes. Es evidente que obedecemos por resignación, sin que su sabiduría o experiencia, cosas inexistentes, nos inviten a confiar en sus decisiones y muchos menos a obedecer con ilusión.

 

En fin, que vivimos la dictadura de los ignorantes. Estamos gobernados por personas que pontifican sin saber, por políticos que ajustan las leyes y las instituciones en beneficio propio, no del bien general, que viven alejados de la mesura y la conciliación tanto como del día a día del común de los mortales.Si la democracia se convierte en una religión y se sacraliza al político solo porque lo ha votado la mayoría, se corre el riesgo de caer en la dictadura

Deja un comentario