El enfrentamiento entre “la Europa mediterránea/católica” y la “Europa del norte y central/protestante” es además de histórica, inevitable, pues parte de distintas perspectivas vitales que se reflejan en hábitos y culturas económicas muy diferentes.
Hay economías que ahorran mucho y venden más al exterior (supuestamente ‘ahorradoras’) y otras que consumen más y compran más bienes y servicios extranjeros (supuestamente ‘despilfarradoras’).
Así los choques entre los países de ambas Europas se plasman en la actualidad en los Fondos de Recuperación frente a la pandemia que incluye ayudas directas en forma de subvenciones para los países más vulnerables.
Por todo ello, el norte acreedor prefiere unos tipos de interés más elevados que generen un rendimiento a sus activos (préstamos, acciones…), mientras que el sur deudor clama por unos tipos de interés muy bajos que reduzcan la carga financiera de sus deudas con el resto del mundo. Aunque esto es complejo de ver a simple vista, las luchas entre ‘halcones’ (menos estímulos y tipos de interés más altos) y ‘palomas’ (estímulos y tipos bajos) tienen, entre otros factores, como trasfondo este desequilibrio que hace perder miles de millones a los ahorradores del norte y ayuda a millones de familias y empresas con elevadas deudas en el sur.
Ahora, con la crisis del coronavirus los desequilibrios podrían acentuarse. Por un lado, los países del sur sufrirán una recesión económica más intensa, que generará nuevos desequilibrios fiscales y golpeará sin piedad al mercado laboral. Por otro, el superavit exterior que tanto ha costado alcanzar a España o Portugal podría peligrar si la pandemia afecta al turismo de una forma más prolongada e intensa, puesto que ese superávit dependen en gran parte de las rentas que entran del exterior con los turistas que llegan de todo el mundo. Estas diferencias podrían convertir las disputas entre norte y sur en algo permamente hasta que las economías de la zona euro converjan de una forma real o aprendan a vivir siendo un área monetaria formado por un mosaico economías heterogéneas.
La deuda pública, el déficit, la tasa de ahorro, la posición de inversión internacional neta (PIIN) y la tasa de paro explican en cinco gráficos pueden ayudar a entender las posiciones encontradas de estos países.
DEUDA PÚBLICA: Los países “protestantes” suelen presentar unos niveles de deuda relativamente bajos, como es el caso de Dinamarca, Suecia, Países Bajos, Finlandia o Alemania (ahorradores), todos ellos con una deuda pública por debajo del 60%. Por el lado de los países “católicos”, España y Francia (Francia es un híbrido que cada vez está más cerca del sur) tienen una deuda pública que ronda el 100% del PIB, con Portugal e Italia superando el 120% y el caso extremo de Grecia que alcanza el 176%
DÉFICITS FISCALES: Unos déficits estructurales elevados han impedido que la mayor parte de los países del sur cuadren sus cuentas antes de que llegase la pandemia. Los países del norte llevan años presentando superávits fiscales, que junto al crecimiento económico visto hasta 2020 y una crisis anterior mucho menos intensa, les ha permitido sanear las cuentas públicas. Por el contrario, Italia, España y Francia (también Finlandia en este caso) siguen presentando déficits fiscales de forma sistemática tras haber sufrido grandes desequilibrios en las finanzas públicas entre 2008 y 2013. Es cierto que los países del sur pagan unos intereses acumulados mucho más elevados de emisiones de deuda de hace años, cuentan con unos mercados laborales que no han vuelto a recuperar los niveles previos a 2008.
TASA DE PARO: Las tasas de paro y de empleo son sistemáticamente peores en el sur que en el norte, lo que probablemente provoca críticas en la que dejaba entrever que los ciudadanos del sur viven la vida mientras que los del norte trabajan. Este indicador va desde los niveles cercanos al 4% de Alemania, Países Bajos o Austria hasta las tasas de paro de España, que roza el 14%, y la de Grecia, que supera el 16%. Portugal ha logrado reducir el desempleo por debajo del 7%, aunque está caída quizá esté relacionada con el ‘boom’ del turismo que ha vivido el país en los últimos años.
Parece evidente que la estructura económica en el sur (mucho más estacional y de menor valor añadido) pueden estar detrás de unas tasas de paro eternamente más elevadas. Parece evidente que estos países del sur necesitan implementar reformas para mejorar la empleabilidad del capital humano y lograr una economía que pueda dar trabajo a una mayor parte de la población sin generar desequilibrios con el exterior.
TASA DE AHORRO: Unas tasas de ahorro sistemáticamente más elevadas en el norte, frente a unas economías más propensas al consumo y dependientes de la demanda interna (el sur) han generado grandes desequilibrios con la consecuencia de que el sur se endeuda para consumir e invertir pidiendo prestado al norte. Así, una parte de Europa (el norte) en acreedora de la otra (el sur).
PIIN: La PIIN (Posición de Inversión Internacional Neta) es una variable que mide la diferencia entre los activos extranjeros en manos de españoles (por ejemplo) y los activos españoles en manos de extranjeros, es decir, muestra la posición financiera neta de un país respecto al resto del mundo. Aunque tras la crisis de 2008 los países del sur han hecho grandes esfuerzos por corregir sus déficits por cuenta corriente (exportaciones menos importaciones) a través de devaluaciones internas (contención salarial y de beneficios distribuidos), las desequilibrios acumulados durante años son difíciles de borrar. Aunque muchos de estos países, como España, ahora gozan de superávits por cuenta corriente, las posición acumulada con el exterior (posición de inversión internacional neta o PIIN) sigue siendo muy negativa, lo que se traduce en una salida constante rentas desde España hacia los países acreedores.
Alemania o Países Bajos tienen una PIIN positiva superior al 70% de su PIB. Entre los países del sur solo Italia logra cierto equilibrio gracias al turismo y a la buena imagen de sus productos que, junto a otros factores, han permitido al país mantener en equilibrio su balanza por cuenta corriente durante años.
Fuente: El Economista