Cuenta el cuento que la ciudad de Hamelin estaba infestada de ratas y todos hicieron grandes promesas a un flautista que se ofreció a librarles de ellas. Él tocó la flauta y todas las ratas le siguieron hasta morir en el río. Pero cuando el flautista regresó para recoger su prometida recompensa los ciudadanos de Hamelin se negaron a dársela. Entonces el flautista tocó de nuevo su flauta, y esta vez los niños le siguieron hasta una gran cueva en una montaña, de la que no regresaron jamás. El mensaje de cuento es que las promesas hay que cumplirlas y la palabra siempre tiene valor. El incumplimiento de la promesa hace que el flautista tome represalias que marcarán de por vida a los habitantes de Hamelin. De ahí la importancia de cumplir la palabra dada, ante las consecuencias que se pueden acarrear.
Algunos están contando el cuento de que el problema del PSOE es Sánchez, solo Sánchez y nada más que Sánchez y que una vez esté fuera el actual secretario general, todo se arreglará porque el PSOE es inocente y benéfico. Pero no, la culpa de la situación del partido es de los barones del PSOE y de sus bases (¿de quién si no?). Los barones territoriales son incapaces de levantar la voz de verdad y sólo lo harán cuando Sánchez se haya ido por perder todo el poder.
Sánchez desarticuló la democracia interna y nada se mueve en el partido sin la aquiescencia de su secretario general porque ya no hay disidencias ni corrientes, sólo palmeros.
Los barones territoriales:
- aceptaron los votos de Bildu aunque Sánchez prometió que no lo haría, pues eran «progresistas.
- sonrieron cuando Sánchez se desdijo y pactó con Pablo Iglesias, aunque esa decisión no la inventó Sánchez con su «no es no», sino Zapatero en 2003 con su Pacto del Tinell.
- han estado en silencio viendo a los ministros de Podemos proponer leyes nefastas, y aguantaron los insultos de Pablo Iglesias porque era el socio del jefe
- aceptaron el indulto de Sánchez a los golpistas de 2017 para pactar con ERC la gobernabilidad del Estado.
- Aceptaron la ignominiosa amnistía y el reconocimiento de Cataluña y el País Vasco como naciones
Quejarse ahora es fácil, pero se lo han ganado a pulso desde hace mucho tiempo tanto los barones como la militancia. En buena medida, han sido sus intelectuales, propagandistas y periodistas los que han alimentado esa forma de ver la política tan alejada de la democracia.
La percepción que la mayoría de los españoles tiene hoy de Sánchez es incluso mucho peor a la que tenían de Rodríguez Zapatero cuando en 2011 decidió no concurrir a las elecciones generales y pasar los trastos a Alfredo Pérez Rubalcaba.
Hoy por hoy, los separatistas son parte esencial de la mayoría parlamentario-gubernamental y el PSOE (bajo el paraguas de Pedro Sánchez) con la pretendida finalidad de pacificar el conflicto catalán, abrió una mesa de negociación entre el Gobierno de España y la Generalidad, se indultó a los golpistas para luego eliminar el delito de sedición y rebajar el de malversación y finalmente se propone una amnistía a los golpistas que rompe todos los principios constitucionales sobre la igualdad de los ciudadanos ante la ley y la separación de los poderes de un Estado democrático, y se abre a celebrar referéndums de independencia tanto en Cataluña como en el país Vasco que son reconocidos ya como naciones diferentes a la española.
No sabemos qué quedará del PSOE tras Sánchez, porque Sánchez es producto del PSOE. La duda es si este PSOE, con esos dirigentes y la deriva radical de su militancia, será capaz de alumbrar algo diferente que sea útil a la democracia española y no solamente útil a una persona o a su propio partido, o acabará como los niños de Hamelin en una cueva oscura en una ignota montaña.