Hemos tenido pésimos resultados en la primera ola, encabezamos las peores estadísticas en la segunda, sufrimos miles de muertes, muchas de ellas aún sin reconocer, sumamos el mayor endeudamiento y contamos con las más demoledoras perspectivas económicas.
La maldita enfermedad que nos ataca no es solo vírica. Pero no ha venido sola. Tiene como caldo de cultivo la ineficacia, la ineptitud y la visión interesada de quienes tienen la obligación de enfrentarla. No me refiero a los ciudadanos, que en su mayor parte se esfuerzan en combatirla, como se ha visto durante el confinamiento y se ve hoy nada más salir a la calle y encontrarse con todos los rostros protegidos. Su voluntad es encomiable. Pero es lo único de lo que podemos sentirnos orgullosos.
Los ciudadanos saben muy bien que el daño ya está siendo irreparable. Lo es en vidas. Lo es en sufrimiento. Lo es en renuncias personales Lo es a tener limitados derechos y libertades. Lo es en incertidumbre. Lo es en ruina. Lo es en la ineficacia lamentable de los servicios sociales, desde el SEPE al INSS, que dejan a los ciudadanos “colgados” en situaciones de máxima fragilidad.
Junto con la primera pandemia de pérdida de salud y de vidas humanas y la segunda de los efectos económicos, la tercera gran pandemia es el hundimiento de las perspectivas vitales. Cualquiera la ve a su alrededor: negocios que cierran y no volverán a abrir, puestos de trabajo que desaparecen, empresas incapaces de remontar, sectores enteros que se diluyen en la nada y en falsas promesas.
Los ciudadanos vemos la triple tragedia todos los días. Pero los políticos siguen anclados en su anterior normalidad, que obedece a un objetivo inamovible: toda decisión que se tome será porque conviene electoralmente. Y este, el rastrero interés partidista, es un verdadero cáncer que arrastran nuestros políticos, que padece toda la sociedad española, y les hace inoperantes frente a las tres pandemias descritas, que también padece toda la sociedad española. Somos un gran país por sus gentes, y solo muy pocas veces por sus gobernantes.
Se ha quedado atrás el Gobierno, por llamarlo de alguna forma, aunque esta palabra sea inadecuada para el actual y contradictorio Consejo de Ministros. Pese a su inagotable querencia por los micrófonos y los anuncios grandilocuentes, no ha puesto ni orden ni previsión ni medios. La educación, desorientada en el laberinto; la sanidad, agotada y reclamando lo que no le dan; la economía, empujada al precipicio de la recesión.
Enfrente, una oposición que también se ha quedado atrás, incapaz de hacer coincidir lo que dice con lo que hace. Espera, de forma irresponsable, a que el Gobierno se queme en la pira, sin tener en cuenta que antes se quemarán muchas víctimas inocentes.
Pero, con ser graves todos esos comportamientos, mucho más inaceptable resulta asistir a su incapacidad para reaccionar ante la peor crisis que amenaza a España en generaciones. Quizá no se quiera ver, pero ya está aquí. Es la salud, es el trabajo, es la empresa, es la educación. Es el empobrecimiento de un país que no merece ni un ápice de deterioro social.
YO ME DECLARO HARTO
LA PANDEMIA EN ESPAÑA: A VUELTAS CON LA “SEGUNDA OLEADA”
España lidera el número de infectados y de muertes registradas en Europa durante las últimas semanas. Lo que ha ocurrido en España durante el verano de 2020 ha sido un GRAN FRACASO COLECTIVO. ¿En qué hemos fallado?.
A lo largo del verano se ha intentado culpabilizar a diferentes colectivos: jóvenes irresponsables en celebraciones “alegales”, reuniones excesivamente numerosas de familias ,… No se puede quitar un ápice de responsabilidad a los individuos, pero las conductas personales reprobables son siempre difícilmente regulables mediante decisiones administrativas. De todos depende, pero muy especialmente de quienes tiene la responsabilidad política.
Los numerosos “horrores” cometidos se pueden resumir en cinco aspectos:
1. La controversia política
La crispación política alimenta la polarización, lo que conlleva que la ciudadanía se alinee con los suyos y renuncie a evaluar sus actuaciones de forma crítica. Además, incrementa la confusión en relación con la adecuación de las medidas propuestas o sus posibles alternativas, lo que acaba socavando la credibilidad de aquellos a quienes se atribuye su paternidad (los expertos) y, por supuesto, también de los responsables políticos.
2. Falta de liderazgo y descoordinación.
En momentos de crisis, el liderazgo es un elemento clave. Los líderes deben tender puentes, propiciar consensos, integrar a personas y grupos diferentes en post de un objetivo común. España ha carecido de ese liderazgo a lo largo de esta crisis.
Ha habido una evidente falta de coordinación entre el Gobierno central y las Comunidades Autónomas. De la centralización total del estado de alarma se ha pasado al “sálvese quién pueda”.
3. Equívoco papel de la ciencia y datos confusos
Muchos responsables políticos de diferentes niveles han confundido de forma interesada el supuesto soporte científico de sus decisiones con consideraciones de carácter político y económico. Esa confusión debe desaparecer; la mejor garantía para ello es que los informes en que se basan las decisiones sean públicos y estén al alcance de todos.
Sin contar a tiempo con métricas, indicadores y umbrales claros, no se puede gobernar una crisis como esta. Durante meses la gestión de datos ha sido caótica. La coordinación en este punto también ha sido muy deficiente.
4. Rápida desescalada
La proximidad de la temporada estival hizo que se priorizasen el ocio, las vacaciones y el turismo, sin tomar las precauciones debidas (control de fronteras y cuarentenas, por ejemplo). Las últimas fases de la desescalada se hicieron casi simultáneamente.
5. Falta de pedagogía, de transparencia y de contundencia
Se han ofrecido numerosas y extensas ruedas de prensa, las explicaciones han sido confusas y, en más de una ocasión, han dado pie a pensar que no se estaba diciendo la verdad. Sobre todo cuando se ha incurrido en contradicciones entre los mensajes transmitidos en momentos diferentes.
Es necesario habilitar las herramientas jurídicas y administrativas necesarias para poder tomar decisiones de urgencia en aras del interés común pues la burocracia y el marco normativo han contribuido a retrasar la aplicación de medidas.
El sistema de diagnóstico, rastreo y aislamiento ha sido insuficiente, ha habido indolencia a la hora de montar equipos de diagnóstico y rastreo de la capacidad requerida. Es fundamental poner ahora el foco en la atención primaria para, de esa forma, reducir el número de las personas que han de ser hospitalizadas.
EL ÚNICO INDICADOR IRREBATIBLE: LOS FALLECIMIENTOS
La curva oficial de contagiados por covid-19 que comparte a diario el ministerio de Sanidad parece sugerir que el número de infectados es ahora mucho mayor que hace un semestre. Sin embargo, la composición de dicho gráfico adolece de una carencia estructural, puesto que la capacidad de diagnóstico observada en la primera ola de contagios fue muy baja, de modo que, como regla general, solo se hicieron pruebas a aquellas personas que presentaban un cuadro médico grave.
El resultado es una curva de dos jorobas en la que las cifras de contagiados registradas en la primera ola son ya inferiores a los números de infectados de la segunda ola. En las próximas semanas, esa diferencia se acrecentará, puesto que la capacidad de diagnóstico está mejorando y, de hecho, puede dar un gran salto cualitativo y cuantitativo gracias al nuevo test rápido de antígenos de Abbott.
A excepción de los fallecimientos (y con reparos) los demás indicadores con los que continuamente nos abruman desde los medios de comunicación son fácilmente manipulables por intereses espurios, “de tirios y troyanos”, pues aunque para los profesionales son datos importantes para su trabajo científico, para el ciudadano medio (que es quien los sufre) son, al menos, matizables para poder entender su verdadero significado, que en cualquier caso no es fácil ni inmediato.
Ciñéndonos así a los fallecimiento, nunca en España habían muerto más de 12.000 personas en una semana… hasta ahora. En el pico de mortalidad de la epidemia del coronavirus -entre el 23 de marzo y el 12 de abril- murieron por todas las causas en España más de 18.000 personas a la semana durante 21 días consecutivos. La cifra de fallecimientos registrada es la mayor en 45 años de historia democrática.
En 2017, uno de las peores brotes de gripe que se han registrado, no se superaron los 11.500 fallecimientos en una semana. El pico de la ola de calor de 2003 se quedó en las 9.000 muertes en un periodo de siete días. Unas cifras que muestra el impacto de una epidemia sin precedentes en España que ha colapsado hospitales, funerarias y registros civiles.
Aunque los registros volvieron a hablar de más muertes de las esperadas en julio y agosto, no todas directamente atribuibles a la COVID-19: una gran parte estaba vinculadas a los episodios de calor tradicionales del verano. Sin embargo, todos los datos (incluyendo las muertes oficiales contabilizadas por Sanidad) indican que el exceso de más de 2.000 muertes registrado en lo que llevamos de septiembre está vinculado al virus.
Este es el resultado del análisis de los microdatos individuales de las más de 15 millones de muertes registradas en España -desde 1975 hasta 2018- en la estadística de defunciones del Instituto Nacional de Estadística (INE) y las cifras de vigilancia diaria -2019 y 2020- del Sistema de Monitorización de la Mortalidad (MoMo), del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII).
Por edades, la mayor diferencia entre las muertes esperadas según el MoMo y las registradas oficialmente se encuentra entre las personas más mayores. El exceso de muertes entre los fallecidos con más de 74 años es ya de un 63% sobre lo esperado hasta el 28 de abril. Entre 65 y 74 años, de un 46%.
El Sistema de Monitorización de la Mortalidad diaria (MoMo) en España, utiliza la información de mortalidad por todas las causas que se obtiene diariamente de 3.929 registros civiles informatizados del Ministerio de Justicia, correspondientes al 93% de la población española y que incluye todas las provincias.
Las estimaciones de mortalidad esperada se realizan mediante modelos restrictivos de medias históricas basados en la mortalidad observada de los últimos 10 años.
Las defunciones observadas en los últimos 28 días se corrigen por el retraso en la notificación, teniendo en cuenta tres factores: el número de defunciones notificadas diariamente, la distribución de defunciones notificadas diariamente y del número promedio de fallecidos por día, aplicando una regularización a la estimación por máxima verosimilitud.
FECHA | ESPERADAS (media) | ESPERADAS (MAX/min) | REALES |
31/03 (punta) | 1.151 | 1.274/1.048 | 2.965 |
28/09 | 1.009 | 1.116/912 | 936 |