Las crisis son especialistas en acrecentar las desigualdades. A las mujeres, esenciales en el sistema de cuidados, esta interminable pandemia les trae aún mayor precariedad, más desempleo y vulnerabilidad económica y social.
Todas las brechas de desigualdad entre hombres y mujeres se han profundizado con la pandemia, desde la salarial a la del desempleo o la precariedad laboral
Un año después de que empezase la pandemia el empleo sigue maltrecho y España ya supera los cuatro millones de parados, . además, hay 900.000 trabajadores que siguen en ERTE. Son unos datos alarmantes y preocupantes que revelan un futuro muy poco prometedor para dos colectivos especialmente, las mujeres y los jóvenes.
Entre las trabajadoras creció en el último año más de un 21% hasta los 2,3 millones de trabajadoras que están desempleadas. Este incremento es especialmente alto entre las mujeres menores de 25 años ya que, según los datos publicados por Trabajo, en la actualidad hay un 41% más de jóvenes sin empleo respecto al mismo periodo de 2020.
Oxfam Intermón indica que los jóvenes y las mujeres son los colectivos más afectados por la desigualdad que ha provocado la pandemia: Mujer joven, migrante, con bajos estudios y perteneciente a un colectivo racializado. Ese sería el perfil más vulnerable ante los efectos de la pandemia.
Los estudios dicen que la pandemia va a ser muy negativa para las mujeres, van a dar marcha atrás; va afectar notablemente a la igualdad de oportunidades y al espacio laboral, va a incrementar la brecha de género y va a afectar también en la conocida como brecha digital de género
Estamos en medio de una transición digital y verde, donde irán a parar principalmente los fondos europeos, dos sectores, generalmente, masculinizados
La brecha de género también se hace patente según el nivel educativo. Cuanto menos estudios, más brecha. El 87% de los hombres y el 80% de las mujeres con altos niveles educativos tenían un trabajo; mientras que si se compara con las personas con estudios básicos, la tasa de empleo es de 66% para los hombres y de 43% para las mujeres. Esto es una diferencia de 23 puntos porcentuales, más del triple de brecha que las mujeres con estudios superiores (7 puntos porcentuales).

Hay otras cifras alarmantes, según estudio «Diagnóstico Corresponsabilidad y Conciliación», las mujeres continúan acaparando los porcentajes más elevados en cuanto al cuidado del hogar, con un 96,4% de respuestas afirmativas, por un 84,3% de los varones y un 49,2% de aquellos hijos que están en edad de echar una mano. El mayor peso de las mujeres se encuentra en las tareas de limpieza, mientras que más de la mitad de los hombres participan frecuentemente en el lavado de ropa y, sobre todo, en el planchado. Sin embargo, el hombre se equipara bastante con la mujer en cuanto a la cocina, el cuidado de los hijos y sus estudios y la atención a mayores y dependientes. La mujer acaba trabajando doblemente. Igual que antes de la pandemia trabajaba el doble, primero desde la oficina y después desde casa, durante la pandemia le ha pasado igual
Fue la pandemia y las medidas impuestas para evitar la propagación del virus lo que obligó a muchas compañías a imponer el teletrabajo, que hasta entonces estaba poco extendido en la sociedad española. Sin embargo, según el INE, actualmente en España un total de 3,01 millones de personas teletrabajan de forma habitual, una cifra que supone el triple a la registrada en 2019. El teletrabajo atrapa a las mujeres en el rol de cuidadora y les convierte en ese segmento de trabajadores alejados las relaciones externas al ámbito laboral donde se toman decisiones como la promoción o el ascenso. Según una encuesta de Deloitte Global a 400 profesionalesuna de cada tres reconoce tener ahora más responsabilidades domésticas que antes de la pandemia.
Según la Encuesta de Fecundidad de 2018 publicada por el INE, casi tres de cada cuatro mujeres desearían tener al menos dos hijos, sin embargo, las que tienen el segundo no llega al 30%. El 50,9 % achacan tener menos hijos a razones laborales o de conciliación de la vida familiar, laboral y a motivos económicos. Según los datos publicados por el INE el número de nacimientos se redujo un 4,2% en el primer semestre de 2020y este descenso de la natalidad podría explicarse por una combinación de crisis económica y de salud que está impulsando a muchas personas a retrasar o abandonar sus planes para tener hijos.
Las desigualdades sociales y económicas que esta pandemia está poniendo de manifiesto, hacen aflorar que falta mucho trecho por recorrer aún para alcanzar la igualdad laboral de hecho entre hombres y mujeres. Cabe destacar que los cuidados, formales e informales, han recaído tradicionalmente en las mujeres. Esto, por un lado, podría afectar al riesgo por la exposición al virus en los lugares de trabajo (residencias y hospitales). Por otro, conllevaría un mayor riesgo de contagio también en los hogares.
En definitiva, la pandemia ha puesto de relieve cómo la organización social de los cuidados involucra y afecta a las mujeres de manera específica. En España se han contagiado casi 50 000 sanitarios, una población en la que el 66 % son mujeres, según datos recientes del Instituto de la Mujer.
Junto con la feminización de los cuidados encontramos la feminización de la vejez. Según el INE, en 2019 las mujeres contaban con una esperanza de vida de 86 años, frente a los 80 de los hombres. Esto inevitablemente dibuja un contexto específico de la COVID-19 en franjas de edad avanzadas.
Las residencias son escenarios en los que la feminización de la vejez y de los cuidados aparecen de forma clara. Las personas residentes son mayoritariamente mujeres y, a su vez, son habitualmente cuidadas y atendidas por mujeres. A la vista de los datos que facilita el IMSERSO en 2019 había en España más de 275.000 personas de más de 65 años viviendo en residencias, de las cuales el 70% eran mujeres

