El coronavirus supera ya los 7 meses de vida oficialy sigue con más fuerza cada día, marcando nuevos récords de contagios en el mundo y en España. Los contagios se duplican de semana en semana y Sanidad habla de “una 2ª oleada” de la pandemia. Y cada autonomía va “a su aire”, evitando confinamientos duros por su coste económico y político, mientras la atención primaria sanitaria no tiene medios ni rastreadores. Y aunque la mayoría afectan a gente joven y de mediana edad (la mayoría asintomáticos y que se curan en casa), también han aumentado los contagiados hospitalizados, los ingresos en la UCI y los fallecimientos.
La pandemia se ha descontrolado en sólo un mes de “nueva normalidad”. Los Centros de salud (colapsados) son claves para las dos tareas que hay que realizar frente a los rebrotes: detectar los contagios, aislarlos y multiplicar las pruebas PCR a sus contactos. De hecho, la inmensa mayoría de los países de Europa (el origen principal de nuestro turismo) ya nos “aisla” como destino de sus ciudadanos y son la son “la puntilla” para un verano desastroso para el turismo.
La temporada turística y la incipiente recuperación económica que de ella se pudiera derivar han fracasado por los rebrotes, pero urge avanzar en la reconstrucción. España depende de sí misma y de pactar unos Presupuestos 2021 que prioricen gastos y recauden más, subiendo algunos impuestos, pues la euforia (injustificada) de los Fondos europeos poco nos ayudarán ya que no llegarán hasta dentro de un año y ahora sólo contamos con 14.000 millones (el 10%). Y urgen reformas en la contratación laboral (25% de empleos son temporales) y las pensiones, no porque lo exija Europa sino para sobrevivir.
Mientras media España se coge las vacaciones más raras de su vida, el Gobierno trabaja para tener listo a finales de septiembre el Presupuesto 2021, que debe ser el motor de la reconstrucción económica y social del país. Y por mucha euforia y “propaganda” con el éxito de la última Cumbre Europea (ojo: se ha aprobado un Fondo de 750.000 millones en 4 años, frente a los 1,5 billones que pedían inicialmente España e Italia y los 2 billones que propuso el Parlamento europeo), España tendrá que salir del agujero básicamente por sus propios medios. Y eso, porque el dinero europeo (ojo, de los 140.000 millones para España, 66.900 son créditos que habrá que devolver a partir de 2027) no llegará a España hasta dentro de un año. Y sólo podremos disponer ahora del 10%, o sea de 14.000 millones (7.200 en ayudas a fondo perdido), cuando la factura extra que tiene España por el coronavirus superará los 100.000 millones.
La primera decisión que tiene que tomar el Gobierno español es qué déficit le propone a Bruselas para 2021. Este año 2020, el déficit estimado por la Comisión Europea para España era en mayo del -10 % del PIB, lo que traducido supone un “agujero” en las cuentas públicas de -112.000 millones (frente a -33.000 en 2019). Pero la AIReF sube este déficit fiscal, entre el -12% (-132.000 millones) y -14,5% si hay rebrotes (-160.000 millones). Pongamos un punto medio, un agujero fiscal de -145.000 millones de euros, que habrá que “tapar” con deuda (+110.000 millones sobre la prevista inicialmente). El debate es estimar el déficit que se debe ofrecer a Bruselas: bajarlo algo, al 10% del PIB (-118.000 millones), muy difícil, porque obligaría a ajustes que pondrían en peligro la recuperación necesaria de la economía en 2021, o intentar mantenerlo en el 12% con que podría acabar el año, lo que sería un déficit de -140.000 millones para 2021. Tremendo, pero bajarlo más con una economía débil podría llevar a asfixiar la ansiada recuperación.
Así que lo primero será que Nadia Calviño negocie con Bruselas ese déficit “permitido” para 2021, entre el 12 y el 10% del PIB (menos saben los europeos que es imposible). Y una vez negociado, hay que hacer dos cuentas: cuánto es lo mínimo que necesitamos gastar y de dónde lo sacamos, cómo podemos ingresarlo. Y aquí está lo difícil de los Presupuestos. Primero, en priorizar el gasto. Porque en 2019, sin coronavirus, el gasto presupuestario fue de 493.000 millones, el 42 % del PIB, un gasto muy inferior al del resto de Europa (47 % del PIB). Ahora, con las ayudas que hacen falta a empresas, parados y familias, más las inversiones necesarias para la reconstrucción, habría que gastar al menos 100.000 millones más, en torno a 600.000 millones. Pero si gastamos eso, habría que recaudar 460.000 millones para que el déficit no sea más de -140.000 millones (“si en Bruselas nos dejan el 12%”).
Y aquí está el 2º gran problema, tras el gasto, cómo ingresar esos 460.000 millones, que es justo lo ingresado en 2019, un año sin recesión. Una recaudación difícil de repetir, con las empresas, los sueldos y el consumo muy “tocados”. Y con un PIB menor en 2021 (1.180.000 millones) que en 2019 (1.250.000), el esfuerzo para recaudar los mismos 460.000 millones tendrá que ser mayor. Así que sólo hay dos opciones: o se mejora la recaudación, subiendo algunos impuestos, o se gasta menos, en ayudas o inversiones para la reconstrucción. Y sabiendo que el dinero de Europa llegará, pero tarde (entre 2021 y 2023) y sólo la mitad será de ayudas, pero muy dirigidas a inversiones en medio ambiente, digitalización y formación, no para muchas otras cosas que necesitamos.
Así que, les guste o no al PP y a Ciudadanos, no queda otra opción que subir algunos impuestos para pagar la reconstrucción, como han propuesto la Comisión Europea, el Banco de España y muchos expertos. Bruselas lleva años diciéndonos que recaudamos menos en todo sobre todo en IRPF, IVA e impuestos verdes. El Banco de España ha propuesto subir el IVA, sociedades y los impuestos medioambientales. FEDEA ha propuesto un recargo temporal en el IRPF (recargo COVID), como el que impuso Rajoy en 2012. Y la AIReF recuerda que se pierden 60.000 millones anuales de recaudación por beneficios fiscales, con lo que se podrían ingresar 35.000 millones más subiendo los tipos reducidos del IVA y suprimiendo exenciones no justificadas en el IRPF y sociedades.
Algo habrá que hacer para cuadrar las cuentas. Lo ideal sería pactar esos Presupuestos 2021, para que los gastos e ingresos sean respaldados por la mayoría, la mejor baza para que los apruebe Bruselas. No será fácil, pero sin un pacto de Presupuestos no hay reconstrucción (ni Gobierno). Y en paralelo, habría que pactar las reformas necesarias para modernizar la economía, al margen de esos 5 Pactos de Estado propuestos por la Comisión de Reconstrucción: pacto por la Sanidad, la Industria, la igualdad de género, la Ciencia y la Cultura. Sobre todo dos, no porque nos lo pida Europa, sino porque son las 2 reformas más urgentes: la reforma de la contratación (es insostenible que un 25% de los contratos sean temporales, lo que nos hace muy vulnerables) y la reforma de las pensiones (porque si no, las cuentas públicas no se pueden ajustar a medio plazo).
Por su parte la Comisión no legislativa del Pacto de Toledo tiene como tarea publicar sus recomendaciones sobre el sistema público de pensiones también a finales del mes de septiembre y elevar las posibles reformas o modificaciones al Congreso para su necesario debate parlamentario. Además en Septiembre finalizan las prórrogas ya realizadas de muchas de las medidas sociales adoptadas como escudo social frente a la pandemia (ERTEs, ceses de actividad, subsidios excepcionales,…)
Lo dicho: