UN ZP DESBOCADO ENTRA EN CAMPAÑA PARA ACABAR DE REMATAR A PEDRO SÁNCHEZ

La ineludible derrota de la izquierda el próximo 23J es anunciada por la aparición fantasmagórica desde el “cementerio de los elefantes” de un inefable José Luis Rodríguez Zapatero

 

Una de las razones por las que estas elecciones pintan mal para la izquierda son las renuncias que se están haciendo para intentar capear el temporal que la misma izquierda ha provocado y que nos enseñan las proliferaciones de halagos a quien antes se discutía. Quizás el faro que nos está mostrando de manera más luminosa esta derrota es el idilio que vive el espacio izquierdista con José Luis Rodríguez Zapatero.

 

La debilidad de una alternativa a la izquierda queda patente cuando el expresidente se ha convertido en el máximo referente en campaña. Un protagonismo que solo es posible olvidando su legado que asumió todos los postulados de austeridad económica.

 

Nada ha cambiado al respecto desde que el 15M estalló y se articuló políticamente a través de Podemos, pero ahora resucita uno de los principales antagonistas que hicieron saltar la espoleta de la indignación se ha convertido en héroe por el simple hecho de expresar con vehemencia una serie de obviedades que ya habían quedado superadas para esa izquierda que quería competir al PSOE.

 

La sensación sobre el ambiente progresista es funesta y es que la derecha ganará con un resultado amplio porque la campaña se está moviendo en el plano de las emociones. Una configuración política visceral que se está basando en la izquierda en una asunción de la derrota mientras la derecha solo está evaluando cómo será de amplia su victoria. No es que la izquierda pueda perder, es que culturalmente ya ha perdido estas elecciones y el 23 de julio solo se certificará cuán de dolorosa es la derrota de forma numérica. Todo está perdido cuando todo el mundo está mirando a las identidades personales de un seudo ídolo resucitado.

 

La memoria es un mapa que nos sirve de guía para no refrendar con nuestras alabanzas a quien censurábamos. El gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero tomó unas medidas económicas en 2010 de las que todavía no nos hemos recuperado. El presidente rebajó el sueldo un 5% a los funcionarios, aumentó la edad de jubilación hasta los 67 años con un aumento de la cotización hasta los 37 años, privatizó empresas públicas como AENA o Loterías del Estado. Declaró por primera vez en la historia mediante un Consejo de Ministros extraordinario un Estado de Alarma para militarizar a un colectivo de trabajadores en medio de un conflicto laboral con los controladores aéreos. Aprobó una reforma laboral que abrió el camino a la del PP años después y de la que todavía no se han recuperado todos los derechos perdidos con la nueva reforma laboral ahora vigente. Una reforma laboral en la que se aprobó la reducción de jornada por causas económicas, la suspensión de la vigencia de los convenios laborales, reducción de la indemnización por despido de 45 a 33 días o la calificación de despido procedente por pérdida de las empresas. La memoria, al menos, no nos la pueden extirpar para crear una espacio ideológico que merezca preservarse.

 

Zapatero puede caer bien personal y humanamente y hay que reconocerle los avances en materia de derechos civiles, su compromiso y su bonhomía, pero de ahí a ensalzar, idolatrar y elevar a los altares su legado hay un camino muy largo que la historia reciente no debe emprender.

 

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