Los sindicatos mayoritarios de este país, CCOO y UGT, solo consiguieron reunir a 500 personas en su (única) manifestación contra la subida de los precios del pasado miércoles 23 de marzo en Madrid
Ninguna de las dos organizaciones sindicales desde que Pedro Sánchez es presidente, han convocado ninguna huelga general. Y los datos de afiliación están en mínimos de los últimos 30 años, pese a la precariedad laboral.
Entre los derrumbes que nos rodean, está pasando desapercibido uno cuyas consecuencias aún no adivinamos: el desplome del modelo sindical que ha sido mayoritario durante casi cuatro décadas en España. El crepúsculo de CCOO y UGT parece a estas alturas tan imparable como irremediable faltos de cada vez más apoyo, su futuro no puede ser más negro. Pero no se oyen muchas voces que lo lamenten. ¿NADIE LLORARÁ POR LOS SINDICATOS?
Sobre ambos sindicatos se ha formado una TORMENTA PERFECTA. Una mezcla de errores propios y ajenos, estrategia equivocada, dependencias asfixiantes y falta de reacción cuando todavía estaban a tiempo, les ha convertido en presa fácil de quienes hace tiempo querían cobrarse su cabeza.
La caída de la afiliación no es un fenómeno exclusivo de España sino que la tendencia es la misma en Europa. Tiene que ver con la deslocalización de las grandes compañías, con que los trabajadores cambian más frecuentemente de empresa y con la alta tasa de temporalidad y de empleo a tiempo parcial. Ahora los centros productivos están más fragmentados, hay mucha pyme que solo consiste en un dueño y un par de empleados, y la deslocalización y el teletrabajo tampoco ayudan, ya que organizarse en muchos casos es más complicado que colgar un cartel de anuncios en el comedor de la fábrica.
Aun así, que los sindicatos españoles tengan pocos afiliados no quiere decir que no tengan poder. En España el Estatuto de los Trabajadores establece que las relaciones laborales se basan en las elecciones de los representantes de los trabajadores en las que se eligen a los delegados de los trabajadores y en ellas puede participar tanto como elector como candidato cualquier trabajador, esté o no afiliado a un sindicato) lo que lleva a que el 55% de los asalariados cuenten con representantes sindicales, aun con la baja tasa afiliación sindical general.
Según las cifras de los propios sindicatos, en el país hay 3 millones de personas afiliadas a estas organizaciones. CCOO cuenta con unos 980.000; UGT, con unos 950.000; CSIF, 150.000; ELA-STV alrededor de 130.000; LAB, 30.000; CIG (Confederación Intersindical Galega), 85.000. De los 300.000 delegados electos, el 35,4% son de CCOO y el 32% de UGT, según el Ministerio de Trabajo.
En España alrededor del 16% de la población está afiliada a un sindicato. En Europa la media está en el 27% (23% tras el Brexit) y sobresalen los países escandinavos, con el 70% de su población afiliada, o Bélgica, con el 55%. Pero tampoco hay que despreciar estas cifras pues los sindicatos son las organizaciones sociales con más afiliados del país, por encima de los partidos políticos y solo superados por los clubes de fútbol en conjunto. Es cierto que los “sindicatos de clase” no son representativos, pero se podría hacer la misma reflexión con los partidos políticos, que son representativos en tanto en cuanto la gente les vota.
Sin embargo, al mismo tiempo se ha producido un repunte de la afiliación a sindicatos profesionales: los maquinistas del metro, los médicos, los estibadores, los controladores aéreos… son muchos los sectores donde los sindicatos tradicionales no son predominantes, sobre todo, en las profesiones con alta capacidad de negociación, donde les interesa más ir por su cuenta. En el sector público, destaca el poder del CSIF (con menos representatividad que CCOO), pero sobre todo llama la atención el crecimiento de los sindicatos corporativos o de subsector, como de maestros, enfermeros o pilotos.
CCOO y UGT tienen mucha más paciencia con el PSOE que con el PP, tienen más sintonía y es lógico, pues, en su opinión, la alternativa para los sindicatos a este Gobierno es muy negra: “Si ayudamos a hundir este Gobierno, nos viene encima un Gobierno del PP con Vox lo que sería más complicado para nosotros”
La última huelga general a la que UGT y CCOO se sumaron fue la feminista del 8 de marzo de 2018, aunque solo contribuyeron, finalmente, con un llamamiento a la huelga de dos horas por turno, frente al parón de 24 horas que promovieron CGT y CNT. La última de 24 horas que convocaron estos dos sindicatos fue la de 2012 contra las políticas de ajuste del Gobierno de Rajoy, sin embargo, las dos mayores huelgas generales que han tenido lugar en el país se llevaron a cabo con el PSOE en el poder, gobernando Felipe González y Zapatero.
No es posible saber si los sindicatos mayoritarios habrían organizado una huelga general de haberse dado la situación actual con un Gobierno del PP, pero la aparente paciencia de los UGT y CCOO con el Ejecutivo de Sánchez está sirviendo de combustible a la extrema derecha, que critica asimismo la buena relación de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, con CCOO.
Lo cierto es que algunos señalan que los sindicatos de clase permanecen callados por el aumento de las subvenciones públicas, y ha pedido suprimirlas. CCOO y UGT recibirán este año 17 millones de euros del Gobierno, un 18% más que el año anterior.
Este mes, el Consejo de Ministros ha aprobado una partida de 17 millones de euros en subvenciones para regar a las organizaciones sindicales. Son nueve millones más de los que recibían con el Ejecutivo de Mariano Rajoy, un 91,3% más. El aumento de esta partida, además, es por dos años consecutivos. Desde que Yolanda Díaz aterrizó en el Ministerio de Trabajo, los sindicatos de clase CCOO y UGT han recibido un notable aumento de dinero público en subvenciones. En 2021, ya recibieron 13,8 millones de euros.
Los expertos coinciden en que las subvenciones a las organizaciones sindicales más representativas tienen sentido porque tienen el deber de negociar los convenios colectivos para todos los trabajadores, no solo para sus afiliados.
La alternativa a no tener sindicatos es mucho más negra para el 90% de los trabajadores y aunque podríamos tener mejores sindicatos, sin sindicatos nos iría muchísimo peor. «En España, lo que negocian los sindicatos y los representantes de las empresas afecta a casi la totalidad de los trabajadores, estamos hablando que el 90% de los trabajadores están cubiertos por algún tipo de convenio según la EPA. Solo hay algunos sectores que no tienen negociación colectiva, más los directivos de las empresas, o quienes cobran el salario mínimo», explica Marta Martínez Matute, profesora de la Universidad Autónoma de Madrid.
CCOO presume en Internet de ser un «pionero en las políticas de transparencia«, mientras que UGT remarca que su objetivo es «ir mucho más allá de las obligaciones marcadas por la ley«, pero lo cierto es que la Ley 19/2019 no exige casi nada a los sindicatos, pero la ética y la necesaria relegitimación demandan respuestas que tienen que ver con más transparencia y mejor rendición de cuentas
Los sindicatos CCOO y UGT siguen ocultando los sueldos de sus líderes y de los miembros de sus respectivos comités ejecutivos. En los últimos años, las dos organizaciones han colgado en sus portales de transparencia información sobre su estructura, patrimonio y sus cuentas anuales, pero no dan información desglosada sobre las retribuciones anuales que cobran sus altos mandos.
Las últimas cuentas anuales que publicó CCOO son las del ejercicio 2019 e indica que la suma de las retribuciones de todos los miembros del Consejo ascendió a 520.740,7 euros. Si se divide entre el las 16 personas del órgano, sale a razón de 32.546 euros por cada secretario en 2019.
La información salarial que ofrece UGT también es poco precisa. Por un lado, en sus cuentas de 2020 habla de un gasto de personal de 8.632.317 euros, sin desplegar el dato, pero si afirma que los miembros que estén contratados por la Organización no superan los 45.000 euros brutos anuales.
Como se decía al principio, ¿QUIÉN LLORARÁ POR ESTOS SINDICATOS?. Me pregunto quién siente hoy su ausencia, quién teme su desaparición. Y contesto: YO. Por mucho que me separe de ellos, por mucho que los sepa corresponsables de su propio hundimiento, lamentaré su pérdida. Por motivos históricos, porque ambos tienen detrás una historia de esperanzas colectivas y sacrificios individuales que no merece un final así. Pero sobre todo porque no tenemos un recambio. Todavía no tenemos con qué llenar un hueco tan grande. Y no están los tiempos para abandonar ni una sola trinchera, por vulnerable que nos parezca esta.
NO, YO NO BAILARÉ SOBRE SU TUMBA,
MIENTRAS LOS CUERVOS RÍEN ALREDEDOR