Los viejos del lugar saben que la “luz declinante” de la vejez no permite entusiasmos
y saben que el derrumbe digno es, simplemente, saber caer
Los viejos del lugar saben por propia experiencia reconocer que la vejez es lo que sobra de la vida. En la vejez no encaja el sentirse pletórico, al menos no de la misma manera que cuando se es joven, pero la visión positiva de la vejez es que da sabiduría, que uno ve la vida desde lo alto, que sabe aconsejar (“los viejos de la tribu”).
Los viejos del lugar saben que la vida es experta en equilibrios: tras la cima viene el derrumbe, tras la alegría se llora, que tras el baile hay que barrer el confeti y que hay que superar las resacas.
Los viejos del lugar, que han sobrevivido al franquismo en sus estertores, al aventurero Adolfo Suarez, al dicharachero Felipe González, al cenizo de José María Aznar, al inefable Zapatero y al socarrón Rajoy, saben que el sanchismo también acabará más pronto que tarde. Nadie sabe cuándo, pero acabará porque todo acaba y será la peor resaca que ha vivido este país, pues Pedro Sánchez es la reencarnación zapateril llevada al extremo. La fiesta del sanchismo es tan excesiva, tan orgiástica, tan indecente, que su despertar será terrible.
Los viejos del lugar saben que Sánchez ha quebrado no una, sino varias veces, los límites de la concordia, del respeto institucional, y de la verdad. Ha cambiado de opinión tantas veces que hasta se diría que ha mentido más que hablado. Y aun así, lo peor no es Sánchez, sino su oscuro ejército. Desde sus ministros pasando por fiscales, periodistas, empresarios, sindicatos y magistrados. Retuercen las palabras y llaman fascista a todo aquel que, simplemente, alce la mano para disentir.
Los viejos del lugar saben que habrá una mañana en la que, con los primeros rayos del sol, pensaremos: ¿Qué ha pasado aquí? ¿Qué ocurrió anoche? ¿Por qué este desorden, por qué esta confusión?
Los viejos del lugar saben que Sánchez rompió el juego y cambió las reglas en mitad de la partida. Pero no fue un plan premeditado, es mucho peor que eso, es una improvisación, una huida irreflexiva. Se sabe cómo empezó, pero aún no sabemos cuál será el destrozo real.
Los viejos del lugar saben que dentro de unos años muchos activos sanchistas de hoy se darán golpes de pecho y negarán haber sido parte de este aquelarre orgiástico. Qué tremenda resaca va a ser también para el entorno próximo a Sánchez, es decir, de lo que aún queda del PSOE. Porque hasta la mejor de las fiestas acaba. La resaca del sanchismo será de cojín en la cabeza e ibuprofeno nada más levantarse. Será de ducharse sin prisa y de pedir perdón a los amigos, de no querer salir durante meses. De arrepentirse y querer morirse por todas las falsedades y por todo daño hecho a la sociedad..