LOS PAISES DONDE LA PENSIÓN ES UN LUJO

Trabajar hasta que la salud lo impida, vivir en la pobreza y una desconfianza en el sistema. Estas son las consecuencias para los países que no tienen un sistema de pensiones estable

 

La pensión por jubilación es un derecho en países como España, donde los pensionistas de jubilación reciben del Estado cerca del 75% del salario que percibía como trabajador. Este sistema convive con el de muchos países europeos, que apuestan por planes privados de pensiones, que son más fuertes en función de la calidad de la cobertura pública de la jubilación. Las reformas de pensiones en muchos países de la UE han impulsado el sistema privado a través de la contratación de planes en las empresas (planes de pensiones de empleo) en las que trabajan o a través de entidades financieras.

 

Lo cierto es que el reto demográfico (alta esperanza de vida y bajas tasas de fecundidad) es casi el mismo en todos los países del mundo. Dado que las personas viven más tiempo en la mayoría de las naciones, será imperativo dedicar recursos adicionales para volver a capacitar a los trabajadores mayores para que puedan continuar contribuyendo económicamente para una vida laboral más larga. Además, muchos países están viviendo un descenso de la fuerza laboral por la tasa baja de fecundidad que arrastran y a menos que esto genere una contracción económica, es importante retrasar la jubilación, invertir en trabajadores e implementar cambios tecnológicos que puedan permitir el empleo continuo de las personas mayores.

 

Más allá de la calidad de los sistemas de jubilación y de si existen o no, el fenómeno del envejecimiento y sus consecuencias acabarán afectando hasta a los países más desarrollados. Precisamente en estos lugares ahora hay menos trabajos físicamente exigentes y una mayor automatización facilitará que las personas mayores trabajen más tiempo. Esta pueda ser la clave del futuro, gracias a los nuevos tipos de trabajo, quizás a tiempo parcial, más variados, para satisfacer las necesidades de la población activa que se hace mayor.

 

También hay países en los que los jóvenes no quieren participar en el sistema público de pensiones, porque creen que no se beneficiarán de él cuando sean mayores. Esto puede resultar en una ‘espiral de muerte sistémica’, donde aumenta la evasión de impuestos, cae la cobertura, se deteriora la confianza en el sistema y los ancianos sufren.

 

Por ejemplo, Líbano no es país para viejos, a pesar de que es el país con mayor número de personas ancianas de Oriente Medio. Cerca de 10% de la población tiene más de 65 años y alrededor del 80% no recibe ningún tipo de beneficio del estado ni tiene cobertura médica. La única solución es continuar trabajando hasta que el cuerpo aguante, sobre todo si como en el Líbano, los ahorros perdieron cerca del 80% de su valor por la crisis económica.

 

Corea del Sur, con una fuerza laboral sin límite de edad, vive con la contradicción de ser una de las potencias económicas de la región, pero con el índice de pobreza en personas de más de 65 años más alto de la OCDE. Más del 43% de esta población tiene que luchar por sobrevivir.

 

Tailandia tiene un subsidio por parte del Gobierno para las personas mayores y con un seguro social con una amplia cobertura, pero el país afronta una tasa alta de pobreza para los mayores de 65 años. Hay ocho programas de pensión separados que cubren diferentes porciones de la población, pero la mayoría de los beneficios se destinan a quienes no son pobres. No existe un organismo de supervisión de fondos de pensiones y de previsión, ni un regulador consolidado de instituciones financieras.

 

En Argentina el sector del trabajo formal ha ido perdiendo capacidad por las rampantes crisis económicas. Esto hizo que los sistemas jubilatorios fueran perdiendo aportes y contribuciones y, lógicamente, derivo en que cada vez haya más beneficiarios y menos aportantes. Es un sistema inestable y con poca cobertura, las personas de la tercera edad deben hacer frente, además, a los altos índices de inflación y a una subida de los precios que ronda el 70% en algunos productos.

 

En Japón, los mayores tienen la más alta de la jerarquía social, pero también la que peor vive. Las personas mayores están resignadas a trabajar “para siempre” y aceptan trabajos mal pagados para poder sobrevivir. A partir de 2020, el número de japoneses mayores de 65 años alcanzó un récord de 36 millones, lo que representa el 29% de la población total. Esta cifra es el doble de lo que era hace 25 años y se espera que aumente al 35 por ciento para 2040.

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