LAS DOS EUROPAS. La Unión Europea apenas tiene 60 años y ha traído un periodo de paz y estabilidad tras las dos grandes guerras al Viejo Continente, pero sigue habiendo dos Europas latentes que vienen de lejos. Hay dos formas de entender la política y el poder, incluso, dos modelos económicos que aún hoy perviven entre la Europa del norte y la Europa mediterránea Ya lo sabíamos todos, pero en momentos de crisis es cuando se desvela claramente la existencia de estas dos Europas: la Europa “católica” mediterránea del sur y la Europa “luterana/calvinista” del centro. Ya se dejó al descubierto esta doble alma en la crisis financiera de 2008, pero ahora con la crisis sanitaria, y como consecuencia de ella, la crisis económica provocada por la pandemia las diferencias se hacen más palmarias y crueles, pues “el culpable” de ella el un “virus descontrolado” y no directamente, al menos en su origen, el posible malhacer de los políticos y economistas/financieros.
Lo cierto es que los países de tradición protestante fueron casi inmunes a la crisis económica que puso en jaque a Europa desde 2008 (fundamentalmente a España, Italia, Grecia y Portugal) y algunos sociólogos apuntan que ese desarrollo económico superior del centroeuropeo se debió al fomento de la educación, que aupó la ilustración alemana, impulsada por la libertad de debate que había facilitado el protestantismo.
Debajo de esta Europa dividida en dos por la religión, una protestante y otra católica, hay una división más profunda que atañe a la actitud moral con que los habitantes del norte y del sur se enfrentan a la vida. Puede que en Ámsterdam o en Berlín o incluso en la propia Viena a las tres de la tarde en invierno, cuando ya se halla oscura la calle, muchos obreros y ejecutivos piensen que a esa hora, mientras ellos trabajan de forma absolutamente rentable para su empresa, la gente morena y manirrota del sur esté tocando la guitarra con palmas de alegría ante una ración de gambas bajo la dulzura de un sol de 25 grados, cuya fiesta sospechan que se pagará a su costa con la moneda única.
Por otro lado puede que en contrapartida muy pocos habitantes de la orilla del Mediterráneo estén dispuestos a renunciar al placer de vivir al día en medio de un caos creativo para cambiarlo por el orden, la eficacia y racionalidad en el trabajo de los países centroeuropeos. Se está tan poco rato en este planeta que basta con el sonido de una tarantela durante una larga y placentera sobremesa con amigos a la sombra de una parra para justificar toda la existencia. Esta moral filosófica del sur ante la vida, el hecho de que aquí la razón exija ir en busca del placer a como dé lugar, no es compatible con la idea de que a este mundo se ha venido a trabajar y a ser responsable. La moral calvinista es una forma muy dura de salvación frente a la laxitud con que en el confesonario católico se perdonan todos los pecados. Recibida la absolución el pecador puede irse al bar a tomar un par de cañas como si no hubiera pasado nada; en cambio el protestante centroeuropeo se adentra cada noche en la oscuridad con la culpa pegada a la nuca como una niebla por no haber sido recto y eficiente del todo durante el día. Bajo la creencia de que el éxito económico era una prueba de la gracia divina los calvinistas fundaron su dicha en el ahorro y en la contabilidad. Ellos desarrollaron un capitalismo muy recio, mientras los católicos contemplaban el paso de unas nubes cargadas de oro por la veleta del campanario. De hecho el dilema que divide a los países del centro y del sur en Europa hoy todavía es el mismo que se plantea en cualquier atraco a mano armada: elegir entre la bolsa o la vida.
LOS DEBERES SIN HACER. En estos crueles momentos, y una vez desechados los publicitados “coronabonos”, el BILLÓN Y MEDIO de euros que dicen que Europa va a movilizar para superar esta crisis (caída del PIB entre el 10 y el 15% y déficit de dos dígitos) ni existe ni se le espera. Lo que ahora se está discutiendo es permitir que la Comisión Europea, que cuenta con un Presupuesto anual de unos 160.000 millones, se endeude, con la anuencia de los Estados que la financian -España aporta un 7,5%-, para reunir en varios años alrededor de 300.000 millones adicionales que los propios estados invertirían para cebar la bomba del crecimiento.
¿Pero de dónde sale entonces el billón y medio de euros? De confiar en que cada euro invertido por los Estados pueda movilizar cinco de inversión privada pero ese mayor presupuesto de la Comisión Europea, van a tener que responder los contribuyentes de cada país. Los alemanes o los holandeses, que han llegado a este momento con las cuentas saneadas se niegan a compartir el riesgo con otros que no han sido tan diligentes y que llegan con déficits en el entorno peligroso del 3% de su PIB, como España o Francia. Los «tecnócratas» del Norte no están dispuestos a tragar que mientras ellos saneaban sus estados financieros Macron jugara a ganar adeptos con dinero público atrayéndose la simpatía de los chalecos amarillos y que Sánchez e Iglesias hicieran lo mismo subiendo el salario mínimo o las pensiones.
España debe ser consciente de que no va a disfrutar de una barra libre. Ya le ocurrió a la Grecia de Syriza en 2015 y España tendrá tarde o temprano que seguir el mismo camino y tendrá que elegir el modo de hacerlo. España parte con un déficit en 2019 del 2,8% y sólo Francia entre las grandes economías europeas empeora este dato con un 3%. Ambos países, que acumulan una abultada deuda sobre PIB del 96% y 98%, respectivamente están en una situación que no sería alarmante en condiciones normales, pero el tsunami económico derivado de la crisis del coronavirus ha desatado todas las alarmas. El deterioro de los números a partir de ahora va a ser alarmante. España y Francia son ahora los alumnos más rezagados, peor incluso que Italia. Empieza a ponerse de manifiesto, además, que la crisis económica será especialmente dura con nuestro país debido fundamentalmente a la dependencia de sectores muy sensibles al confinamiento como el turismo o la hostelería. Y no hay en este momento recursos en Europa para paliar los efectos devastadores.
El plan de apoyo puesto en marcha por Francia equivale al 23% de su PIB, el de Italia, al 21%, el de España al 11%, Alemania movilizó el 60% del PIB para salvar su economía. La emisión neta de deuda en Italia podría alcanzar los 148.000 millones y la de España 118.000 pero estas cantidades se reducen a 32.000 millones para Italia y 43.000 para España una vez que se descuentan las compras que realiza el Eurosistema y además en torno a un 20% de las amortizaciones de deuda se cubrirán con el BCE. El impacto de la crisis supondrá que España necesitará emitir 300.000 millones de euros al año (200.000 millones para hacer frente a los vencimientos de deuda y alrededor de 100.000 millones más cubrir el déficit que se prevé), cuando el fondo del MEDE apenas dispone de 400.000 millones para asistir a todos los estados miembros.
Es en estos momentos cuando España llega a su laberinto y la prima de riesgo de nuestro país ya empieza a notar la tensión. Va a necesitar recursos para superar la crisis y tiene que contar con el respaldo o bien de los mercados o bien de Europa para conseguirlos y todos le van a exigir garantías, en términos de sacrificios, para otorgarle ese apoyo. Y eso pasa por sacrificar ese Ingreso Mínimo Vital (IMV) permanente que está vendiendo el Gobierno y posiblemente el mantenimiento de poder adquisitivo de funcionarios y pensionistas. Hay otro camino: que la fiesta nos la paguemos nosotros mismos con una subida masiva de impuestos, pero el dañado tejido productivo para sostener nuestro Estado de Bienestar no parece en condiciones para soportar esta opción.
EL FUTURO INCIERTO PARA CASI TODOS. El Gobierno y el sector financiero han sido conscientes desde el principio de que la falta de liquidez era una de los principales urgencias en esta crisis. Por ello, una de las primeras grandes medidas económicas anunciadas fueron los avales del ICO para las empresas. El Gobierno ha puesto sobre la mesa hasta 100.000 millones, de los que ya ha desbloqueado 40.000 millones. Como una parte de estos créditos tienen que avalarla los bancos (30% de media), el dinero puesto en circulación puede ser de 130.000 millones.
Las entidades están haciendo diversos análisis a la hora de distribuir los avales del Gobierno y su propia financiación. El principal, es si la empresa en cuestión tiene un problema puntual o presenta pocas posibilidades de sobrevivir a la recesión económica. La segunda lectura es si la necesidad de liquidez es razonable o desorbitada. El tercer paso es determinar si el riesgo es asumible, con o sin el apoyo del ICO, o si ni con esas se puede salvar la compañía. La banca se encuentra en un momento de máxima capacidad para abrir el grifo del crédito. Y, aun así, puede ser insuficiente.
El Instituto de Crédito Oficial (ICO) ha aprobado hasta finales de abril avales por más de 13.000 millones, que cubren en parte la demanda de empresas, pymes y autónomos de más de 40.000 millones recibida por los bancos. Pero esto es solo la punta del iceberg. Las cifras que maneja internamente la banca apuntan a posibles necesidades de liquidez de en torno a 220.000 millones de euros, casi un 18% del PIB y un 67% por encima de los 130.000 millones puestos sobre la mesa por el Gobierno y la banca para rescatar la economía a través de las líneas ICO.
Los expertos han estudiado distintos escenarios de necesidad de liquidez: por caída de ventas, por salarios a pagar y por potenciales tensiones de tesorería durante la tormenta económica provocada por el coronavirus. Se cree que el cálculo que más se amolda a la realidad es el de tensiones de tesorería, lo que daría lugar a necesidades de esos 220.000 millones, pero hay otros escenarios que elevan la cifra hasta 325.000 millones cuánto podrían pedirse a los bancos.
Las empresas industriales son las que más liquidez requieren, 70.000 millones, seguidas de las de comercio minorista (35.000 millones), transporte y almacenaje (19.000 millones) y ‘holdings’ y sociedades de cartera (16.000 millones).Las que afrontan peor esta crisis —mayor potencial de déficit de liquidez— son las industriales (32.000 millones), seguidas de las de comercio minorista (35.000 millones), transporte y almacenaje (19.000 millones), ‘holdings’ y sociedades de cartera (16.000 millones) y constructoras (5.000 millones). Estos son los sectores donde más compañías pueden caer por tensiones de liquidez, al perder gran parte de sus ingresos, y no tener mayor capacidad de endeudamiento. Por contra, las que más ‘sobradas’ irán durante los próximos meses serán las energéticas, con un excedente sobre su capacidad de financiación de 25.000 millones, seguidas de inmobiliarias (18.000 millones) y tecnologías de la información (13.000 millones).
La banca española llega con margen a esta nueva crisis, con una morosidad del 4,8% en febrero y una tasa de capital en máximos históricos, del 12%, que ofrece más margen para absorber potenciales pérdidas.


