Las personas mayores conforman uno de los grupos de edad que tradicionalmente más han sido asociados con problemas de vulnerabilidad económica y social. Ha sido habitual hasta fechas relativamente recientes la caracterización de este colectivo con un riesgo de pobreza mayor que la media de la población española.
En las dos últimas décadas, sin embargo, se han dado distintos procesos que han modificado las condiciones de bienestar de las personas mayores, como la extensión de los sistemas de protección social y una mayor estabilidad en sus rentas, el menor impacto, en este mismo sentido, de la crisis económica por el carácter menos fluctuante de las pensiones contributivas.
En todos los países, el principal factor determinante de las condiciones económicas de las personas mayores es la cobertura ofrecida por el sistema de pensiones, tanto en términos de la población perceptora de estas prestaciones como del nivel de las cuantías respecto a la renta del resto de población.
En todos los países europeos, las pensiones son la principal fuente de ingresos de este colectivo, aunque con algunas diferencias entre países y en determinados momentos del tiempo. Por otra parte, las rentas del capital habitualmente suponen un porcentaje pequeño del total de la renta de las personas mayores.
Las pensiones son, por tanto, el principal factor explicativo del grado de cobertura de las necesidades sociales de las personas mayores en España. Un primer factor relevante es la relación entre el número de personas mayores de 65 años (edad que hasta fechas recientes era la de jubilación legal) y el número de personas de ese estrato que reciben pensiones. A medida que la población ha ido envejeciendo, el número de pensionistas ha ido aumentando. Sin embargo, los momentos de mayor crecimiento del sistema han coincidido con cambios institucionales que han posibilitado su expansión, como la inclusión entre los beneficiarios de personas con períodos mínimos de jubilación o las jubilaciones anticipadas en los procesos de reconversión industrial. En el periodo reciente también destaca que, a diferencia de lo que sucedió en los años noventa, la brecha entre el número de personas mayores y el de perceptoras de pensiones ha ido ampliándose progresivamente.
EVOLUCIÓN DEL NÚMERO DE PENSIONES Y DE PERSONAS MAYORES DE 65 AÑOS
Desde la vertiente de la generosidad relativa de las prestaciones, la cuestión central es hasta qué punto las pensiones han podido seguir el ritmo de crecimiento de la renta media de la sociedad española. Cabría esperar que en las etapas expansivas de la economía esa distancia aumentara, al no depender el crecimiento de la cuantía de las pensiones de factores de naturaleza cíclica, y que lo contrario sucediera en las etapas recesivas, dada la estabilidad de las pensiones y la presumible caída de rentas del resto de población.
Tal como recoge la figura anexa, la relación entre ambas variables no sólo está determinada en España por factores de naturaleza económica, aunque estos tienen un peso decisivo en su evolución. La pensión mínima de jubilación, por ejemplo, comenzó a crecer más rápido que el PIB per cápita mensual cuando todavía no había concluido la etapa de bonanza anterior a la crisis, debido a la decisión de subir las cuantías. Con el deterioro de la actividad económica y la prolongación de la crisis las pensiones crecieron mucho más rápido que la economía, invirtiéndose ese proceso en la última etapa de recuperación económica previa alos actuales tiempos de pandemia y sus repercusiones económicas y laborales.
En el caso de las pensiones no contributivas, último recurso de protección económica para las personas mayores que no han podido acceder al sistema contributivo de pensiones, ese último proceso ha sido mucho más marcado, con un valor respecto al PIB per cápita en la actualidad ya inferior al que había al comienzo de la crisis del 2008. Si se extiende en el tiempo el ámbito del análisis destaca que esa relación es en la actualidad inferior a la que había cuando se puso en marcha el sistema a comienzos de los años noventa. Es decir, las pensiones no contributivas han perdido poder adquisitivo desde que fueron creadas.
CUANTÍA DE LAS PENSIONES COMO PORCENTAJE DEL PIB PER CÁPITA MENSUAL
Pensión media: media del conjunto de pensiones de jubilación, incapacidad, viudedad, orfandad y favor de familiares
Un último indicador para ver la capacidad de las prestaciones monetarias en la cobertura de las necesidades sociales es el efecto que tienen estas sobre la incidencia de la pobreza en las personas mayores. En todos los países, sin excepción, debido a la forma de medir este efecto -comparando la pobreza que habría si no existieran estas prestaciones con la que hay en la realidad el impacto del conjunto de prestaciones monetarias es superior en el caso de las personas mayores. Destaca especialmente el caso de España, al tratarse del país de la Unión Europea donde mayor es la diferencia entre el efecto de esta red de prestaciones para toda la población y para las personas mayores, con una clara ventaja favorable a estas últimas. Este efecto descansa, casi exclusivamente, en las pensiones
EFECTO REDUCTOR DE LA POBREZA DE LAS PRESTACIONES SOCIALES
El porcentaje sobre el total de población de las personas mayores de 65 años en España es muy parecido al de la Unión Europea (19,2 y 19,8%, respectivamente), si bien en nuestro país el peso relativo del estrato de mayor edad (con una edad igual o mayor a 80 años) es algo superior. Siendo muy similar la proporción de personas mayores, existen algunas diferencias importantes en el modo en que las personas mayores cubren sus necesidades sociales, con indicadores mejores en España, en general, que el promedio europeo.
Hay que destacar que la tasa de pobreza de este grupo de edad en España es mayor que la de otros países europeos de menor renta. Esa posición relativa empeora, además, cuando el riesgo de pobreza monetaria se mide añadiendo la probabilidad de que en ese mismo hogar exista un problema de privación material. Las tasas de pobreza consistente en las personas mayores solo son más elevadas en los países del Este y en Portugal y Grecia.
En el resto de indicadores el análisis comparado refleja una situación positiva para las personas mayores en España. El porcentaje de personas en este estrato de edad con problemas de sobrecarga de la vivienda es menos de la mitad del promedio de la UE, siendo España uno de los países donde el indicador es más bajo. Como en los otros dos indicadores citados, esa situación relativa es mejor que la del conjunto de la población.
Relacionado también con la vivienda, aquellas en las que viven las personas mayores reúnen mejores condiciones y equipamientos que en otros países europeos, con un tercio menos de extensión de este problema que en el promedio de la UE. No obstante, en términos relativos esa posición es peor que la que corresponde al conjunto de la población, que a pesar de presentar un indicador mayor que el de las personas mayores es sensiblemente inferior a la de varios países de la UE
Por último, la posición española en cuanto al porcentaje de personas mayores gravemente limitadas es también mejor que la de la mayoría de países europeos. El envejecimiento demográfico supone, en todos los países, una demanda creciente de cuidados de larga duración, aunque el estado de salud de las personas mayores influye en esta evolución. Aunque la tendencia registrada es positiva a lo largo del período reciente y la reducción experimentada en España supera a la observada a nivel europeo, hay que recordar que este indicador se basa en una sola pregunta que tiene un cierto componente subjetivo, por lo que dicha mejora debe ser valorada con prudencia.
No existe una estadística europea que permita analizar cómo evoluciona en los distintos países la cobertura de esta necesidad social, pero la OCDE ofrece datos comparables para unos 18 países occidentales y según esos datos, el porcentaje de personas mayores que reciben cuidados de larga duración en España, pese a haber aumentado, sigue siendo inferior al promedio de la OCDE (8,5 y 13%, respectivamente). Además, una proporción superior de personas mayores son atendidas en sus propios domicilios. Este dato refleja en parte preferencias, pero también restricciones asociadas a la insuficiencia de la oferta de plazas en atención residencial y centros de día.
Fuente: Análisis de las necesidades sociales de las personas mayores. Fundación La Caixa, 2020