LA HISTORIA SE COPIA ASÍ MISMA. ENTRETENIDOS CON LOS TAPA-BOCAS Y EL PROBLEMA ECONÓMICO ACECHANDO

El Gobierno, después de titubeos en todas las direcciones, hace bien en obligar al uso de mascarillas aunque sólo sea en ambientes cerrados donde no hay posibilidad de alejamiento interpersonal.

Esto de taparse la boca viene de antaño.

EN AQUEL ENTONCES cuando el rey de España era Carlos III y el italiano marqués de Esquilache, como ministro de Hacienda ilustrado que era, emprendió reformas económicas, subió impuestos y liberalizó sectores que elevaron los precios de productos básicos.

EN AQUEL ENTONCES el pueblo no aceptó estas reformas de buena gana pero la gota que colmó el vaso fue la prohibición de usar capa larga y sombrero de ala ancha, que tapaba las caras e impedía identificar (a modo de burka) a los súbditos (entonces aún no había ciudadanos) y a cambio se intentó instaurar el uso de la capa corta y el sombrero de tres picos, que en definitiva no era más que una faena de aliño para salir del paso.

EN AQUEL ENTONCES la tensión popular (más o menos incitada por la gente “pudiente” afectada por las reformas hacendísticas) concluyó en una revuelta, el famoso motín de Esquilache, y el Rey tuvo que desterrar a uno de los mejores Ministros que ha habido en la historia de este país.

EN AQUEL ENTONCES, en resumen, se prescindió de un Ilustre con la excusa del sombrero, pero la causa real fue, como siempre, económica y de la hacienda pública

AHORA (más de 300 años de calamidades después) la historia se intenta copiar a sí misma, pero con “pequeñas” diferencias.

AHORA, evidentemente los actuales gobernantes (democráticamente elegidos, eso sí) no son ni Ilustres ni probablemente se les pasa por el magín siquiera intentarlo (¿para qué?).

AHORA, por seguridad, se nos dicta una obligación que debería ser innecesaria dado que cada ciudadano (ahora sí, al menos en teoría) debería de protegerse y proteger a sus conciudadanos sin que el Estado le diga que tiene que orinar dentro de la taza del wáter.

AHORA, lo que se avecina son unos 2 millones de personas más sin empleo lo que hará que hasta 9 millones de españoles no tengan trabajo y además con nulas expectativas de encontrarlo a corto plazo.

AHORA, en resumen, entretenidos como estamos con tapa-caras y desescaladas más complicadas que un sudoku, la economía y hacienda vuelve a estar tapada por un sombrero de ala ancha y, de momento, no parece que haya lugar a motines de Esquilache.

La parálisis política que vive la España no se entiende sin la arrogancia de sus políticos. La del Gobierno, que no escucha ni negocia, y la de la oposición, que ni apoya ni propone. Se acusan mutuamente y sin pudor de los muertos y de los parados que está dejando esta crisis. Porque arrogancia también es creer que todas las recetas que pueden sacar al país de esta crisis sanitaria, económica y social están única y exclusivamente en la ideología propia. Y que los demás tienen que estar necesariamente equivocados si opinan diferente. Presumir de no tener plan B es tan soberbio como querer que el plan A fracase. Pedro Sánchez es el presidente del Gobierno con la tasa más alta de Europa de fallecidos por coronavirus. Isabel Díaz Ayuso es la presidenta de la comunidad autónoma con más muertos de España. A estas alturas, ya deberían saber que la arrogancia mata. Pero no se han dado cuenta, porque la arrogancia, ante todo, ciega.

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