HACE SÓLO 2 AÑOS ÉRAMOS FELICES (SIN SABERLO) Y ABURRIDOS

Todos evocamos como era la vida antes de “TODO ESTO”: las charlas intrascendentes en el bar, con los amigos, quejándose de esto y lo otro, cómo pasaba el tiempo de forma intrascendente. Éramos felices y no lo sabíamos. Hubo un tiempo en que éramos felices y la democracia era aburrida.

 

Las generaciones de europeos que nacimos después de los años cincuenta del pasado siglo habíamos llegado hasta hoy sin haber conocido una gran guerra ni una pandemia, un privilegio que no tuvo ninguna generación antes en la historia. En España, en concreto, no hubo ningún periodo anterior de más de 25 años sin un conflicto bélico o una dictadura, que en el caso de los nacidos después de 1975 ni siquiera llegaron a conocer.

 

En el fondo, hay que reconocerlo, aquello era en parte la normalización del drama: ETA, con todo su horror, era un par de páginas más en la actualidad de los chicos de la gasolina, les llamaba Arzalluz, eran parte del decorado. Guerras ha habido siempre y virus también. El ébola nunca nos asustó porque nuestros amigos no mueren de ébola, sino de covid; la guerra no nos atemorizaba porque era en Oriente Medio y a sus víctimas nunca las vimos pasear antes por Benidorm o Canarias. Nuestra retina almacena cada minuto del 11-S y del 11-M, pero en menor medida las guerras que llegaron a consecuencia de aquello. Qué felices éramos a pesar del horror. O creíamos serlo porque ya no nos acordamos de lo que nos entristecía convivir con todo ese espanto.

 

Pero de repente la tranquilidad y el aburrimiento se evaporaron. Al inicio fue una crisis económica, luego una sanitaria (que aún continúa) y, cuando ya creíamos que íbamos a salir de las dos anteriores, ha llegado una tercera, la guerra entre Ucrania y Rusia cuyo desarrollo y alcance no es fácil vaticinar tal y como están las cosas. En poco tiempo la Historia se quebrantó y cosas que creíamos ajenas a nosotros están aquí de regreso

Desde marzo de 2020 hasta hace apenas un par de semanas no ha habido día en que el covid no apareciera en las portadas de los periódicos. La historia todavía continúa escribiéndose en el papel y no en internet, donde la actualidad se cuenta al minuto pero no pasa al cajón de la memoria. Hace unos días me sobrecogí al no ver en las primeras páginas una sola noticia del coronavirus. La guerra había vuelto. 

 

Nos hemos despertado de nuestro sueño sobresaltados sin acabar de creer que todo lo que estamos viendo nos esté pasando a nosotros. Y comenzamos a valorar la felicidad que teníamos pese a que no fuéramos conscientes de ella. Porque la felicidad no era otra cosa que la normalidad, que, cuando lo vivíamos, nos parecía aburrido y falto de emoción y que ahora vemos peligrar, lo que nos hace ponernos nerviosos. Porque la felicidad es eso: poder abrir cada día los ojos sin miedo a hacerlo.

 

Pero olvidamos pronto. El olvido es el mejor antídoto contra el horror.  El tiempo no cura, el tiempo acostumbra. Tan felices no éramos, entonces, salvo en aquellos momentos de aburrimiento en que no pasaba nada. Y es en estos momentos, cuando vemos a un niño ucraniano jugar con un peluche en una estación de metro, con los misiles jarreando en el exterior, cuando echamos de menos aquel aburrimiento. Ojalá la democracia vuelva a aburrirnos de nuevo.

 

AQUÍ PUEDES DESCARGARTE LA FICHA COMPLETA

Descarga la ficha en PDF

0 0 votes
Article Rating
Suscribirme
Notificarme de
guest
0 Comments
Recientes
Antiguos Más Votado
Inline Feedbacks
View all comments