El tema del coste de los Juegos Olímpicos es muy polémico y conviene diferenciar:
- Coste de los juegos en sí, que están perfectamente cuantificados con el Comité Olímpico Internacional, COI.
- Costes que asumen las ciudades anfitrionas y que tienen que ver sobre todo con la construcción de las infraestructuras necesarias para acoger los propios juegos y los visitantes que acuden a verlos.
Sería este último aspecto el que ha provocado más polémica en las últimas celebraciones.
Coste de los juegos en sí
El presupuesto total del COI asciende a 4.400 millones de euros. Esto es, repetimos, lo que cuestan las pruebas, el alojamiento y viajes de los deportistas, etc.
Este presupuesto se cubre de la siguiente manera:
- 1.200 millones aportación del COI que, a su vez, provienen de la venta de derechos de televisión, 750 millones de euros, y principales sponsors, 470 millones de euros (las principales marcas patrocinadoras son 15).
- Por venta de entradas, 1.100 millones, servicios hosteleros, 170 millones, licencias varias, 127 millones. Total, 1.400 millones de euros.
- Otras aportaciones de empresas, 1,100 millones de euros.
- Y 200 millones de euros de otros ingresos.
El resto del dinero se cubre con fondos públicos y equivalen al 4% del total.
Presupuesto de los Juegos Olímpicos de Verano desde 1988, en miles de millones de euros.
Costes para la ciudad que organizadora
Como ya hemos dicho el problema viene de “los otros costes”, de las inversiones que realiza la ciudad anfitriona. El balance coste/beneficios de las diferentes Olimpiadas no ha sido bueno en todos los casos.
- Así, se calcula que la Olimpiada de Montreal en 1976, tuvo un sobre coste de inversión pública de 6.180 millones de dólares a precios actuales, que hubo que pagar a lo largo de 30 años mediante impuestos especiales.
- La factura de los de Tokio 2020 se elevó a 13.600 millones de dólares.
- El coste de la de Atenas 2004 ni siquiera está claro, pero se especula que costó el triple de lo presupuestado inicialmente, 6.000 millones de euros.
- Pero la gota que colmó el vaso fueron las Olimpiadas de Río de Janeiro de 2016. Su coste presupuestado era de 4.400 millones de dólares, su coste final fue de 20.000 millones.
Aunque no todas las Olimpiadas fueron un desastre económico (las de Los Ángeles 1984 y Seúl 1988 produjeron beneficios muy sustanciosos) lo cierto es que debido al historial reseñado, el interés de las ciudades por organizar unos Juegos Olímpicos ha decaído dramáticamente: En el año 1997 se postularon como sedes 11 ciudades, en 2001, 10, en 2005, 9, en 2009, 7, en 2013, 6, en 2017, 2.
El COI, al ver cómo estaban las cosas, decidió en 2017 que las dos ciudades que se postulaban, París y Los Ángeles, organizasen los siguientes Juegos, los de este año, París, y los de 2028, Los Ángeles. Así, daba una patada hacia adelante ante un problema que parece cada vez más grave: la posibilidad de no tener ciudades candidatas a la organización de unos Juegos Olímpicos, algo por lo que han apostado algunos de los medios de información económica más importantes del mundo y muchos economistas.
Y esos medios y economistas tienen razón si los Juegos Olímpicos no van más allá de la mera celebración deportiva. Así ocurrió con la Olimpiada de Barcelona de 1992, que se sigue mencionando como el ejemplo de mayor éxito, y que permitió transformar la ciudad anfitriona y convertirla en un referente mundial. De hecho, la mayor parte del dinero (un total de 10.330 millones de dólares) se gastó en mejoras de la ciudad (83%) y solo un 9% en instalaciones deportivas. Se calcula que el impacto económico fue de 20.000 millones de dólares.
En otro orden diferente, los Juegos del Pekín de 2008 le sirvieron al Gobierno para exhibir a China como gran potencia ante el mundo. En los de Atlanta de 1996 ocurrió algo parecido, pero en el ámbito comercial. La apuesta de una gran marca comercial con sede en la ciudad fue decisiva para desplazar a Atenas el año en que se conmemoraba el primer centenario de los Juegos Olímpicos.
Es decir, si los Juegos Olímpicos no dejan otra huella más allá del deporte, los costes económicos pueden ser exorbitantes y provocar en un futuro que no haya ciudades candidatas para organizarlos. Un problema para el que el COI está buscando soluciones poniendo en el centro de la búsqueda de futuras sedes olímpicas los beneficios que dejará para los habitantes de las ciudades que los alojen.
Se calcula que el número de personas que acudirán a París para asistir a los Juegos Olímpicos estará entre 2,3 millones y 3,1 millones.
Aunque la organización de los Juegos Olímpicos es un honor para los países organizadores y ofrece perspectivas de beneficios económicos, los costes que conlleva son mucho menos gratificantes. Las ediciones anteriores de los Juegos Olímpicos de Verano han demostrado que el gasto excesivo es casi inevitable y se ha convertido en la norma para las ciudades anfitrionas.
Según las últimas estimaciones, el costo total de los Juegos Olímpicos de París 2024 debería ascender al menos a 9.000 millones de euros cuando terminen en septiembre, lo que supondría un sobrecosto del 45% respecto a los 6.200 millones previstos en 2017. De hecho, París 2024 sería uno de los Juegos Olímpicos de verano con menor sobrecosto de las últimas cuatro décadas, por detrás de Atlanta 1996 (+32%).
Desde 1988, el costo de los Juegos Olímpicos siempre se ha superado de media en más de un 100% —es decir, el doble (o más) de lo previsto—, con un sobrecosto récord en los Juegos de Pekín 2008, que costaron más de 30.000 millones de euros (+1100% respecto al presupuesto anunciado), debido principalmente al gasto masivo en construcción y modernización de infraestructuras.
Entre las ediciones recientes, Londres 2012 y Tokio 2021 superaron sus presupuestos iniciales en torno al 130%. En el caso de Tokio, se calcula que el aplazamiento de los Juegos un año debido a la pandemia costó a los organizadores unos 2.500 millones de dólares, dos tercios de los cuales se pagaron con fondos públicos.