“La crisis es la mejor bendición que le puede suceder a personas y países porque la crisis trae progresos, aunque con dolor” (A. Einstein)
“Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible.” (Francisco de Asís)
El shock traumático provocado en la sociedad por la irrupción de coronavirus y la posterior entrada en recesión de las economías, puede provocar una profunda catarsis de la sociedad en su conjunto que hará revisar los fundamentos que lo sustentan. Ese cambio vendrá marcado por lo siguientes epígrafes:
“Descuadres” de las cuentas del Estado, el incremento de la tasa de paro hasta niveles desconocidos por el efecto dominó en la declaración de ERTEs en las empresas (estimaciones del 20 %) y el drástico descenso de los ingresos del Estado(IVA e IRPF) y de las propias cotizaciones a la SS y el bestial incremento de las prestaciones de desempleo y otras prestaciones sociales.
La puntilla de la Unión Europea. En la actual situación está en juego un elemento central de la UE, el mercado interior, la libre circulación de personas y de mercancías. La crisis podría poner en tensión los sistemas nacionales de Seguridad Social. Sin Estados de Bienestar, la UE pierde casi totalmente su componente social y el apoyo de los ciudadanos de todos los países. La UE se dejaría de verse como un “colchón” de bienestar y pasaría a verse como “los hombres de negro de Bruselas”
Deterioro de la Educación Pública causada por los recortes en los presupuestos que deberán centrarse en cuestiones más inmediatas y urgentes. Las tasas insultantes de fracaso escolar en la ESO convertirá a la mayoría de los centros públicos en guetos de inmigrantes y los centros privados como refugio de la excelencia educativa y de las clases económicamente solventes. Podría ocasionar el redescubrimiento de la Formación Profesional por la drástica reducción del número de Universidades Públicas asfixiadas por la falta de subvenciones y la reducción espectacular del número de estudiantes.
Revitalización de los cascos antiguos y centros urbanos de las ciudades en detrimento de los barrios periféricos, motivado por la falta de liquidez de las arcas municipales por la reducción de ingresos por impuestos y el subsiguiente endeudamiento crónico de los ayuntamientos lo que conllevaría consecuente a la reducción de servicios públicos de transporte, educación y sociales en general,
Final del consumismo compulsivo, provocado por la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores debido a la dramática reducción del mismo, lo que provocaría una severa contracción del consumo interno. Sin embargo, esto sería una ventana de oportunidad para intentar “salvar al planeta” de las consecuencias medioambientales de ese consumo desbocado
Éxodo al medio rural de una población urbana afectada por la asfixia económica, con la consiguiente revitalización de extensas zonas rurales, rejuvenecimiento de su población y regreso a escenarios ya olvidados de economía autárquica: posible “repoblación de la España vacía”
Finalmente, la agudización de la crisis económica podría potenciar los sentimientos xenófobos de la población española agravado por el recorte de la oferta laboral y consecuente feroz competencia por los puestos de trabajo, la proliferación de insalubres poblados ilegales y la conversión de numerosos barrios periféricos en auténticos guetos de inmigrantes.