TENDENCIAS DEMOGRÁFICAS E IMPLICACIONES ECONÓMICAS

Como un recurso productivo más, la población en edad de trabajar ha desempeñado hasta ahora un papel relevante en el progreso de nuestra economía y estado de bienestar.

 

Las proyecciones demográficas del INE a largo plazo no auguran un futuro prometedor para nuestra economía, especialmente, si se va a seguir apostándolo todo (o casi) a un crecimiento de la población española en edad de trabajar.

 

Para el año 2070, si se mantienen las tendencias demográficas actuales, España ganará más de tres millones de habitantes y logrará superar la barrera de los 50 millones de personas. Lo hará gracias a la capacidad de atracción de población inmigrante, que ha logrado restablecer los flujos después del negativo shock a la movilidad internacional provocada por la pandemia de la Covid-19. La tasa de crecimiento vegetativo de la población nacional seguirá siendo negativa en el futuro.

Sin embargo, he aquí el lado más gris, la población en edad de trabajar disminuirá en términos absolutos (a pesar del aumento previsible de la tasa de actividad y del retraso de la edad de jubilación que aún quede por realizarse) y, con ella, muy probablemente, la población ocupada. En cambio, esta tendencia no estará reñida con una mejora sustancial de los registros laborales en términos relativos, ya que, por ejemplo, la tasa de paro, a juzgar por el último informe del Ageing Report elaborado por la Comisión Europea [1], mejorará en este mismo horizonte de proyección, solventando así uno de los principales problemas estructurales de nuestra economía.

Llevando estas tendencias demográficas al extremo, quizás llegue un momento en el que nos falten “manos” y sea necesario apoyarnos en la tecnología y la digitalización para mantener nuestro nivel de vida. De hecho, el PIB per cápita crece en todas las proyecciones económicas a largo plazo que se tercie, lo que esconde que el factor tractor de nuestro progreso tenga, necesariamente, que apoyarse sobre la tan ansiada productividad total de los factores, hasta ahora desaparecida en nuestra economía.

 

El aumento de la población inactiva será, por lo tanto, el principal motivo de la no contribución de las variables demográficas al crecimiento de la actividad económica española en el futuro. La población mayor de 65 años pasará de representar el 19,6% en 2020 al 28,6% en 2070. Otro modo de ver esta misma realidad es a través de la tasa de dependencia, que es la ratio que relaciona la población de 65 años y más sobre aquella que cuenta entre los 20 y 64 años. Esta ratio será clave para advertir del estrés al que se verá sometido el sistema público de pensiones, por ejemplo, pues si se confirman las tendencias demográficas descritas por el Ageing Report de 2021 llegará casi a duplicarse, al pasar del 45% en 2019 a casi el 80% en 2070.

Otra de las implicaciones económicas de estas regresivas tendencias demográficas tiene que ver con la disposición a consumir, ahorrar e invertir de la población mayor. La evidencia hasta ahora apunta a que la propensión a consumir es decreciente con la edad o, lo que es lo mismo, la propensión al ahorro de los mayores de 65 años es mayor que la del resto de cohortes de edad. La longevidad entraña un mayor ahorro por el temor de muchos mayores a superar vitalmente a su ahorro acumulado a lo largo de su vida. Igualmente, a medida que nos hacemos mayores, somos mas aversos al riesgo. Conocer esta aptitud frente al ahorro y el gasto que realizan los mayores será fundamental para la comercialización de servicios financieros. También para anticipar el impacto sobre el consumo privado de aquellas economías con mayor proporción de población mayor, como lo será la nuestra.

 

Por último, aunque las constantes vitales demográficas irán apagándose y moderando su contribución al crecimiento económico, no hay que minusvalorar las enormes oportunidades que brindarán y que nuestra economía debe aprovechar. En particular, nos referimos a la emergencia de las nuevas actividades económicas que surjan como consecuencia de estas tendencias demográficas. Así, por ejemplo, la economía de los cuidados está llamada a tener un papel más protagonista en nuestro entramado productivo.  El hecho de contar con una proporción de población mayor y potencialmente dependiente de cuidados de larga duración en un futuro cercano posiciona a este sector en la casilla de despegue. La informalidad de los cuidados y la baja profesionalización de los mismos hasta ahora auguran un crecimiento exponencial de este sector, al calor de la evolución demográfica. La apuesta de la Unión Europea por este sector, evidenciada a través de los fondos europeos NGEU, es una clara manifestación de la intención de impulsar esta actividad económica a través de la colaboración público – privada.

 

Fuente: empresa global

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