En estos días hemos asistido a tres relatos que han quedado en evidencia por burdos e insostenibles.
La creación de relatos propagandísticos falaces y demagógicos ha sido una constante en el sanchismo durante casi ocho años. Creaban una realidad virtual, contaban -y siguen contando- con un aparato mediático militante. Sembraban mentiras adornadas de buenismo trascendental que pasaban por verdades absolutas. El sanchismo ganaba en la jerarquización del mensaje porque, a fin de cuentas, las tragaderas son infinitas y nadie lee el BOE.
Primero, los separatistas catalanes que invadieron la Delegación de Hacienda en Barcelona en 2017 y forzaron a una funcionaria judicial a salir por el tejado son ya hoy, gracias al Gobierno, un ejemplo de convivencia, normalización, concordia y perdón justificado. Los indultos de la izquierda son bonhomía política y justicia poética.. Lo cierto es que Trump se comprometió a conceder los indultos durante su campaña y Sánchez en cambio se comprometió exactamente a lo contrario y además Sánchez lo hizo porque era su oxígeno para poder transformar una minoría en una mayoría epiléptica. Parece que unos indultos son buenos y otros malos no en virtud de sus consecuencias, sino de la ideología de quien los impulsa. En definitiva, los indultos de Trump son guerracivilistas, pero los de Sánchez, pacificadores
Segundo. Si no logras sacar adelante tus leyes como Gobierno, movilizas a los sindicatos contra la oposición que no gobierna… y asunto resuelto. Si la oposición hoy hace de oposición, es decir, si hace lo que debe, que para eso cobra, es “oposición destructiva”. El argumentario no deja de ser inquietante. Sánchez decía “no es no” y era el eje constructor de un Estado social de progreso y de derecho. Pero cuando el PP dice “no”, es solo un monstruo destructivo de las clases medias y del merecido descanso de los pensionistas. El mero planteamiento de este relato del que tan burdamente ha abusado el PSOE estos días resulta casi insultante de puro simplismo.
Finalmente, de los creadores de la ‘fachosfera’, llega la ‘tecnocasta’. Sánchez se erige en frontón contra la ‘Internacional ultraderechista’ para defender valores de progreso incuestionables. La fabricación de lemas siempre es brillante en la izquierda. No puede negarse el alarde imaginativo de asustar con el miedo y el horror a la llegada inminente de dictaduras incipientes. Pero probablemente esta izquierda de diseño tendría más éxito si no tuviese un conflicto con esos ‘softwares’ diseñados a la medida de Presidentas que querían promover exactamente lo mismo que esa odiada ‘tecnocasta’ de la que el sanchismo abomina: digitalización, innovación tecnológica y emprendimiento. Hay algo que no cuadra en el relato.