RETRATO DE UN FARSANTE ¿ EL FIN DE UN CICLO DISPARATADO ?

Pedro Sánchez, tras su vuelta traumática como Secretario General del PSOE, en junio de 2018 presento en el Congreso una moción de censura contra Mariano Rajoy por la posible connivencia de su Gobierno con el caso Gurtel de corrupción. La moción salió adelante con el apoyo de los diputados socialistas, de UP, PNV, ERC, PDeCAT, Compromís y Nueva Canarias. Sánchez declaró que establecería un gobierno «de transición» para cuanto antes, convocar elecciones generales anticipadas.

Sin embargo. su primer Gobierno aunque ceso en abril de 2019 estuvo en funciones hasta enero de 2020 pues se celebraron dos elecciones generales hasta poder constituir en esa fecha el segundo gobierno Sánchez en coalición con UP. Este segundo Gobierno estuvo marcado por la pandemia mundial del Covid 19 (marzo 2020-julio 2023) y la guerra no declarada entre Rusia y Ucrania (desde febrero 2022) con su consiguientes crisis energéticas y de abastecimiento que produjo una inflación de precios desbocada.

Tras las elecciones locales y autonómicas de mayo 2023, con una substancial caída de los candidatos del PSOE, Sánchez adelantó las elecciones generales a julio de ese año y logró constituir un nuevo gobierno de coalición en noviembre con Sumar (“heredero” de UP) con el apoyo de todas las fuerzas políticas de todo signo y con el apoyo externo de los partidos de ámbito autonómico, ERC, Junts, EH Bildu, PNV, BNG y CC.

 

ESPAÑA NO ES DIFERENTE, PERO NUESTRO SOCIALISMO DE HOY, SÍ

 

Es bien sabido, entre quienes conocen y respetan los principios de la democracia liberal, que la alteridad o reconocimiento del otro, junto con la observancia del Estado de Derecho, son consustanciales con su existencia y funcionamiento. Sin ese “otro” que representa la posible alternativa para el ejercicio del poder, la democracia se convierte en una perversa e incivilizada institución al servicio de líderes autoritarios de turno

 

El deterioro de nuestro socialismo empezó el 14 de diciembre de 2003, cuando los socialistas e independentistas catalanes firmaron el Pacto del Tinell que excluía la posibilidad de cualquier pacto de gobierno o establecer acuerdos de legislatura con el PP, tanto en la Generalidad como en las instituciones de ámbito estatal. Posteriormente, tras perder las últimas elecciones generales en julio de 2023, Sánchez se abonó a un ridículo concepto –“fachosfera”– que incluye a todos los españoles -incluso dentro de su propio partido, como González, Guerra y un largo etcétera- que rechazan sus cambiantes políticas; sean cuales sean.

 

El Manifiesto Comunista de Marx & Engels planteó una nueva formulación de la alteridad basada en clases sociales…necesariamente enemigas entre sí. Por otro lado, el el nazismo repetiría la división social en función de la raza.

 

Para Carl Schmitt (miembro del partido nazi y alabado por filósofos marxistas) claro enemigo de las democracias de corte liberal, el enemigo es simplemente el otro que está en contra de mi posición”. En definitiva, el fanático se defiende atacando a todo lo que cuestione su trinchera, la suya, única y verdadera, en la que habita en perpetua vigilancia contra los enemigos de fuera.

 

 

La deriva política de Sánchez simplemente reproduce las pretéritas conductas políticas del revolucionario y antisistema del PSOE (vésae Largo Caballero (“el Lenin español”), antes de que Felipe González lo civilizara para el bien de España. Es decir, las mismas que se pusieron en movimiento en 1934 y en febrero de 1936.

 

Recordemos a tal efecto algunas andanzas del PSOE histórico que recuerdan al de ahora:

 

  • El PSOE lideró en 1931 la redacción de una constitución republicana copiada de la de la URSS escasamente liberal y aprobada de prisa y corriendo en el parlamento contra -al menos- la mitad de los españoles y sin que fuera sometida a referéndum alguno.
  • El Psoe dio un golpe de Estado desde Asturias con la excusa de que el partido que había ganado claramente las elecciones generales no podía gobernar, porque era de derechas (la “fachosfera” de ahora).
  • El PSOE proclamó una amnistía de los delitos del 34 tras unas elecciones fraudulentas en febrero del 36, con la consecuente toma del poder por “el pueblo” de las instituciones.

 

Al histórico PSOE revolucionario ajeno a la tradición socialdemócrata del resto de Europa le sucedió, felizmente, el que lideró Felipe González que lo reconvirtió -con sus aciertos y errores- en un partido socialdemócrata claramente integrado en el Estado de Derecho con muy reconocibles y valiosos logros históricos:

  • El abandono del marxismo y sus viejos afanes revolucionarios.
  • El ingreso en la OTAN.
  • Su imprescindible protagonismo en nuestra muy lograda Transición política y la redacción de una constitución para todos los españoles.
  • Su aceptación de la derrota electoral del 3 de marzo de 1996 y la alternancia política, aun cuando pudo haber agrupado 190 votos en aquel Congreso

 

Hubo que esperar a la Transición española para que el PSOE hiciese lo que muchos otros partidos socialistas europeos hicieron en los años treinta. Ahora, tal vez arrepentidos de su moderación que los hizo un partido central de nuestra democracia, vuelven a Largo Caballero.

 

Porque el socialismo español del siglo XXI, liderado por Zapatero y Sánchez, ha regresado a sus viejas y deplorables esencias. En todo caso, Sánchez ha aportado la novedad de incorporar a la política las ocurrencias del cómico Groucho Marx, repitiendo sin cesar su popular máxima: “Estos son mis principios, y si no le gustan tengo otros”. 

 

Ante la sucesión de acontecimientos que cada vez nos alejan más del mundo serio y civilizado en el que todavía estamos integrados, quizá haya llegado la hora de que los españoles aceptemos el reto de la división entre amigos y enemigos.

 

Por un tiempo, hasta que recuperemos la normalidad institucional, la batalla dialéctica de España debiera estar asociada -más allá de ideologías al uso- a la aceptación de la existencia del otro -como felizmente sucedió, honrando así nuestra democracia, aquella memorable noche del 3 de marzo de 1996–, de suerte que quien sustituya el otro por un irreconciliable enemigo político, sea expulsado de la política.

 

Afortunadamente, todo indica que somos más los españoles devotos del Estado de Derecho y de la aceptación del otro, que los que se sitúan en el otro bando; el de la incivilización.

 

Pedro Sánchez goza y presume de tener bula desde que en noviembre de 2019, zanjó cualquier equívoco sobre su ambición totalitaria: “¿La Fiscalía de quién depende? Depende del Gobierno. Pues ya está”, lo que contraviene el artículo 124 de la Carta Magna que estipula como misión de ésta promover “la defensa de la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y del interés público”, amén de “velar por la independencia de los Tribunales”.

 

Sánchez instrumentaliza el Ministerio Público para protegerse tanto él en su fuga del Estado de Derecho como a sus socios y no en vano, en una muestra de simoniaca corrupción máxima, le compró a Puigdemont sus 7 sufragios para ser investido presidente a cambio de “autoamnistiar” su fallido golpe de Estado de 2017 y de dotarle impunidad a quien se jacta de que volverá a hacerlo.

 

Sánchez no va a desalojar La Moncloa por las buenas, sino que no se parará en barras y recurrirá a las malas artes para aferrarse a ella y el nuevo arancel se traducirá en una soberanía fiscal de Cataluña edulcorada bajo el eufemismo “pacto fiscal”. Este “cupo con estelada” ya lo puso en danza el president Mas con la conformidad del PSC en el Parlament.

 

Se trata de que la sociedad, los medios de comunicación y los partidos políticos que integran la ‘fachosfera’, o que como ellos también proclaman, están “al otro lado del muro”, intenten elevarse por encima de las miserias del actual Gobierno y sus adláteres, para plantear una única cuestión:

 

¿ESTÁ USTED A FAVOR O EN CONTRA DEL ESTADO DE DERECHO Y LA VERDADERA DEMOCRACIA?

 

“EL ESTILO” PEDRO SÁNCHEZ

 

Una democracia no consiste solo en votar cada cuatro años. Lo primero, y fundamental, es respetar el derecho de los adversarios políticos a existir. Hay que mantener viva la separación de poderes y es imprescindible la aceptación de las instituciones del país y del orden constitucional sobre el que se ancla la democracia en cuestión.

Estos son los hechos:

 

Vuelven las trincheras

El PSOE concluyó que su único modo de mantener una base electoral pasaba por radicalizar la política y reabrir el guerracivilismo más sectario. En esa línea, Zapatero estableció la necesidad de arrinconar al Partido Popular con un «cordón sanitario» y los socialistas fijaron la norma de pactar en todas las administraciones siempre antes con los separatistas que con el centro-derecha y la derecha. Con Sánchez esa política de trincheras se ha exacerbado, llegando a propugnar en su discurso de investidura de noviembre del año pasado que se levante «un muro» contra la derecha.

 

Carece de mesura en su ejercicio del poder

Sánchez ha sido de largo el presidente que más ha abusado del decreto-ley, modalidad legislativa que la Constitución reserva a «casos de extraordinaria y urgente necesidad». En sus dos legislaturas, Zapatero sumó 107 decretazos y Rajoy, 106. Sánchez acumulaba ya 138 a las puertas de las elecciones del 23-J. Además, en la elaboración de las leyes ignora por sistema los informes preceptivos de los órganos consultivos. Sánchez no respeta la neutralidad de las instituciones del Estado, que ha de servir a todos los españoles, no solo a sus votantes. Ha colocado a una ministra de Fiscal general, a un miembro de la Ejecutiva del PSOE al frente del CIS, a una militante del PSOE como presidenta de RTVE, a su antiguo secretario de Estado de Comunicación al frente de la Agencia Efe. Sánchez ha colonizado el Tribunal Constitucional con un elenco de magistrados que sitúan su sumisión al PSOE por encima de las consideraciones jurídicas técnicas. El dominio sectario del TC le permite al presidente ir modificando la Constitución por la puerta trasera, pues Conde-Pumpido y su mayoría “progresistas” visan como constitucional todo aquello que conviene al gobernante e incluso ha llegado a la aberración de operar como una suerte de tribunal de casación que corrige aquellas sentencias del Supremo que Sánchez consideraba molestas.

 

Vulnera la separación de poderes

Sánchez desprecia al Parlamento. Nunca había estado tanto tiempo inactivo como bajo su mandato. Además lo soslaya con la aprobación exprés y sin los debates debidos de leyes importantísimas, como la de la Amnistía. El actual presidente ha impulsado leyes ad hoc para maniatar al Consejo del Poder Judicial, simplemente porque no se daba allí una mayoría de representantes lo que llaman «progresismo» y al impedir por ley el normal funcionamiento del CGPJ ha provocado serias mermas de personal que lastran el funcionamiento del Supremo y otros altos tribunales. El actual presidente y sus ministros han acosado a los jueces que consideran que no son de su onda ideológica. Han aceptado el concepto de «guerra judicial» ,y han dejado desprotegidos a los magistrados frente a los ataques virulentos de los independentistas (muchas veces señalándolos con nombres y apellidos).

 

 

Ha sido condenado por el TC y por la Junta Electoral

El actual presidente ha sido condenado dos veces por el Tribunal Constitucional por su aplicación abusiva del estado de alarma; sin reacción alguna por su parte: ni dimisión, ni disculpas. También ha sido multado por la Junta Electoral, que en octubre de 2023 le impuso una sanción de 2.200 euros por criticar a PP y Vox aprovechando un Consejo Europeo en plena campaña electoral. En febrero de este año, la Junta Electoral le abrió un nuevo expediente, por una visita presidencial a un astillero de Ferrol aprovechando su cargo para hacer electoralismo ante las autonómicas gallegas. Ni la multa ni el expediente dieron lugar a reacción alguna del gobernante que cometió el abuso.

 

Limita de hecho la labor de la prensa crítica

Es el primer presidente de nuestra democracia que solo concede entrevistas a medios afines. También veta en las comitivas de sus viajes internacionales a los periodistas de empresas de línea editorial contraria a su Gobierno. Los medios afines son también favorecidos a la hora de repartir la propaganda institucional y los datos de audiencia no se tienen en cuenta y algunos medios residuales sobreviven gracias al Gobierno por su servicio leal al PSOE. Sánchez tiene la costumbre de hacer importantes anuncios políticos, que a veces son auténticas cuestiones de Estado, a través de su periódico de cámara, El País, convertido en una especie de segundo BOE.

 

Se salta todas las buenas prácticas de higiene democrática

Desde su llegada, la rueda de prensa del consejo de ministros, creada para informar de los acuerdos tomados por el Gobierno, se han convertido abiertamente en un mitin partidista. Sánchez ha llevado al extremo el uso de la Fiscalía y la Agencia Tributaria como herramienta de la lucha política. Sánchez emplea el avión del Estado para usos lúdicos particulares y también para actos partidistas: cuando quiere acudir a un mitin en el Falcon utiliza el truco simplón de fijar en su agenda un supuesto acto presidencial corto e irrelevante, que le permita disfrazar el vuelo como oficial.

 

Ha convertido la mentira en la enseña de su mandato

Sánchez es un mandatario capaz de sostener sin inmutarse una cosa y su contraria. Sánchez justifica los engaños al público como legítimos cambios de opinión. En la campaña de las elecciones de noviembre de 2019 prometió que trabajaría para traer a Puigdemont y que fuese juzgado en España, «porque nadie está por encima de la ley y él es un prófugo de la justicia española». Sin reconocerlo jamás ante los electores, a continuación hizo exactamente lo contrario: indultar a Junqueras y sus cómplices, retirar a su dictado las penas del Código Penal contra la sedición y la malversación y, finalmente, aceptar una Ley de Amnistía al dictado de Puigdemont. Tres días antes de los comicios del 23-J, Sánchez seguía mintiendo a los electores diciéndoles que no habría amnistía.

 

También ha mentido en su promesa de que nunca gobernaría con Podemos (el sonado «no podría dormir») y en la de que jamás cooperaría con Bildu. En la pandemia, las mentiras fueron una constante, inventándose un informe estadounidense de aplicación de test que no existía y un «comité de expertos» que tampoco. Además, dio la epidemia por concluida el 4 de julio de 2020 y invitó a «disfrutar de la nueva normalidad», porque le venía bien para unas inminentes elecciones autonómicas, pero luego hubo aún cinco oleadas más del virus, con miles de muertos.

 

Ha roto la igualdad entre españoles

La Ley de Amnistía, además de traicionar lo que sostenía firmemente el PSOE hasta que perdió las elecciones del 23-J, liquida el principio constitucional de igualdad de todos los ciudadanos. Los españoles dejan de ser iguales ante la ley, al perdonar de manera arbitraria, y contra el criterio de la sociedad y de los tribunales, a unos delincuentes por la única razón de que Sánchez necesita sus votos para perpetuarse en el poder sin ganar los comicios. El posible «cupo catalán», la nueva exigencia de sus socios separatistas, ahondará esa vía de desigualdad entre españoles y romperá la caja única que da sentido a un Estado.

 

SÁNCHEZ NO ES SÓLO UN FARSANTE

 

No es tan sólo un plagiario de tesis doctoral y un falso firmante de libros. Ni siquiera, tan sólo el narcisista cuyo disfrute supremo se cifre en revolotear en Phantom exhibiendo el rostro bien perfilado por las Ray-ban.

 

No es, ni siquiera, únicamente el esposo de la benévola asesora cuyos asesorados se han ido embolsando millones de dinero público en tiempos de desolación pandémica.

 

No es sólo el íntimo jefe de un Ábalos, jefe del Koldo jefe de las mascarillas financieramente prodigiosas.

 

Ni siquiera es sólo el responsable final de que una delincuente venezolana, con prohibición explícita de pisar la UE, aterrizase en Barajas para desembarcar oscuras maletas de las que nadie supo nunca el contenido.

 

Ni es tampoco nada más que el incauto gobernante, de cuyo teléfono móvil un servicio secreto muy cercano extrajo la información suficiente para que, en cuarenta y ocho horas, la política española en el norte de África diera un vuelco de ciento ochenta grados.

 

No, no se limita a ser el sujeto arbitrario que lleva ya seis años gobernando a golpe de ese mecanismo de excepción llamado «decreto ley», que deja a una democracia parlamentaria en su grado más escuálido y que sólo en situaciones tasadísimamente extremas es legítimo utilizar.

 

No. Es todo eso pero eso no es lo más grave.

 

Pedro Sánchez es el hombre que dinamitó el código penal español; el que retroactivamente borró los delitos de robo y golpe de Estado cometidos, juzgados y condenados en Cataluña. Es también el violador explícito de la norma constitucional que no dejaba lugar alguno a la amnistía en nuestro horizonte jurídico. Será, muy pronto, el legislador que, promoviendo un referéndum de independencia en esa misma región –primero bajo forma consultiva, decisoria más tarde–, generará el mayor seísmo de la historia moderna de España…

 

El motivo para todo “eso” es que no existe otra manera de mantenerse en la Presidencia con su ridículo número de escaños. En la Presidencia del Gobierno: esto es, en el Palacio de la Moncloa; esto es, en el Falcon y el Súper Puma; esto es, en la plataforma de las influencias conyugales; esto es, en la cháchara inepta de un maniquí de grandes almacenes que se toma a sí mismo por un genio. Tiene su lógica.

 

En cuanto a las relaciones internacionales en un mundo que pasa por los mayores riesgos bélicos desde el fin de la segunda guerra mundial. El mismo día en el que Irán exhibía su capacidad para hacer llegar sus drones y misiles hasta Israel el presidente español, Pedro Sánchez, andaba de gira promoviendo la solución iraní para la guerra que los iraníes hicieron estallar en Gaza. En un mundo literalmente al borde del abismo, esos juegos sobre barril de dinamita no se perdonan.

 

España ha sobado el lomo de una teocracia, la iraní, que, si no posee ya armas atómicas, está a punto de producirlas.

 

SÁNCHEZ NO ES SÓLO UN FARSANTE.

 

 

 

SÁNCHEZ HA CAVADO SU PROPIA TUMBA

 

Su capacidad de influir en diputados y en senadores ha quedado significativamente reducida disminuyendo así sus opciones de sacar adelante proyectos legislativos y, en definitiva, de gobernar el país

 

Todo empezó en la misma noche electoral del 23 de julio del año pasado. Un Sánchez eufórico proclamó con entusiasmo incontenido la frase “Somos más” con la que anunció que para la nueva legislatura que iba a dar comienzo, y con objeto de seguir en La Moncloa, proyectaba sumar a Junts, el partido ultra independentista del prófugo Puigdemont, a la estrambótica mayoría parlamentaria con la que había gobernado los últimos cuatro años.

 

El presagio se ha confirmado y, 246 días después de aquella noche, es ya una evidencia que Sánchez es un auténtico rehén secuestrado al que sus secuestradores manejan a su antojo con la permanente amenaza de negarle su apoyo en las votaciones del Congreso.

Nunca un Gobierno español ha perdido tantas en tan poco tiempo, se hayan referido a proyectos legales abortados o se refirieran a proposiciones no de Ley. La amnistía es un claro ejemplo de la debilidad expuesta. Derrotada la primera versión presentada en el Congreso y tras asegurar él y los suyos que no se modificaría una coma de su contenido, Sánchez se vio obligado a desdecirse -una vez más- y a aceptar de modo sumiso la imposición de Puigdemont de cambiar el texto incorporando las exigencias impuestas por el prófugo para lograr que fuera aprobado en el Congreso. Lo dicho, quedó patente que Sánchez es el presidente de un Gobierno dispuesto a transitar lastimeramente a lo largo de una legislatura claramente fallida.

 

la detección de la corrupción a gran escala que salpica a su Gobierno y a su partido, perpetrada con motivo de los contratos suscritos durante la grave pandemia que sufrimos en 2020, ha venido a agravar su debilidad. Y por si ello no fuera suficiente, los españoles estamos conociendo ahora las correrías empresariales de todo tipo realizadas por su mujer, Begoña Gómez Fernández de Sánchez, que la han aupado profesional y económicamente donde jamás hubiera llegado de no ser la mujer del presidente del Gobierno dados su ridículo currículum académico y su prácticamente inexistente experiencia profesional previa.

 

Por la conjunción de los motivos expuestos, el margen del actual inquilino de La Moncloa para desarrollar una auténtica acción de Gobierno ha quedado reducido casi a la nada. La minúscula intensidad legislativa del Consejo de Ministros que preside es la evidencia que así lo confirma. Todos los grandes problemas nacionales que debieran afrontarse tienen aparcada su solución ante las dificultades que supondría su aprobación parlamentaria.

 

Ante la gravedad de la situación, Sánchez ha optado por multiplicar sus giras internacionales a la espera de que escampe la tormenta interior y persiguiendo Sánchez fuera lo que no encuentra dentro, los problemas de España siguen esperando la solución que no llega.

 

Elaborar una senda realista para la consolidación fiscal, disminuir de manera real y no ficticia el desempleo, garantizar de verdad la sostenibilidad futura de las pensiones, reformar el sistema de financiación automática, reducir el desbocado gasto público, revertir el proceso de huida de la inversión extranjera, frenar el proceso de despoblación que asola a la mitad de nuestro territorio, parar la caída de la renta per cápita de los españoles y su alejamiento de la media europea, vitalizar nuestra tasa de natalidad, definir una política razonable de inmigración…, todo está aparcado por la desesperante incapacidad del Gobierno que preside Sánchez debido entre otras cosas a su extremísima debilidad parlamentaria.

 

Pero su tournée de vedette por el mundo le permiten escapar del laberinto parlamentario de salida imposible en el que se ha metido. Tampoco sepultan la corrupción de su Gobierno y de su partido. Y tampoco entierran la conducta indecorosa, ausente de cualquier ética, y quien sabe si más, que ha seguido su cónyuge desde que ambos están instalados en la alcoba presidencial. Definitivamente, Sánchez ha cavado su propia tumba y en ella estará enterrado todo el tiempo que dure esta fallida legislatura en la que por su egoísmo y por su ilimitada ansia de poder ha decidido embarcar a España y a los españoles.

 

 

 

CUANDO CAIGA PEDRO SÁNCHEZ

¿¿¿ “OTROS VENDRÁN QUE BUENO LO HARÁN” ???

 

Sánchez es un guerrero zen que se ha pasado al lado oscuro: mientras esté en el poder, sólo le importa el ahora. Sabe que sólo él puede disolver las Cortes y convocar elecciones. Vivió una pandemia y extrajo la lección de que nunca se sabe.. Puede que el final de su carrera sea dramático, pero no tiene por qué suceder mañana. Y aunque sucediera, aunque cayera mañana mismo, ya nada volverá a ser igual. Cuando Sánchez nos falte, quedará su muro, ese será su legado.

 

Hay dos razones para levantar un muro: para que no entren los bárbaros del exterior o para que no salgan los disidentes del interior. El de Sánchez cumple ambos cometidos. Su intención es disciplinar un bloque que trascienda al PSOE y que monopolice la legitimidad democrática.  Sánchez neutralizó a Podemos asumiendo de palabra y de hecho  su proyecto exclusivista: si no es de izquierdas, no es democracia.

 

El marco mental configurado por instituciones, pluralismo y Constitución exigen una confianza compartida sin la cual pierden su autoridad. Una confianza que es, exactamente, lo que Sánchez ha arrasado. Hoy, adivinamos las sentencias del Tribunal Constitucional por los colores que visten los magistrados; hoy, las instituciones se perciben como prolongación de los partidos que las controlan; hoy, el pluralismo yace a los pies del muro sanchista.

 

Cuando caiga Sánchez, no despertaremos de una pesadilla, pues la confianza no va a resucitar porque nosotros lo deseemos: cada decisión judicial o legal será cuestionada desde el otro lado. Descubriremos que no puede haber pluralismo si el otro te considera un enemigo. El legado sanchista podría empujarnos a gobernar como Pedro Sánchez: sólo para los nuestros. Eso sería letal

 

En el paisaje calcinado que nos lega el sanchismo no crecerá nada sano simplemente porque cambie el gobierno, aunque esto sea imprescindible. Serán necesarias grandes cantidades de convicciones políticas para restaurar el lazo civil que debe religar a una comunidad rota que podría llevarnos a continuar la primera guerra civil incruenta de la historia de España.

 

Va a haber que reforestar el monte abrasado, será necesaria una delicada labor de fertilización y riego. No esperemos a la debacle sanchista para empezar el trabajo  y preguntémonos qué haría Pedro Sánchez para hacer exactamente lo contrario.

 

De la mano de Zapatero: el retorno de los brujos

Zapatero llegó a la Moncloa en 2004 subido en los trenes de la muerte de Atocha y la abandonó a patadas, dos legislaturas después, tras su desastrosa gestión de la crisis de 2008. Tras ello se encargó de engrasar las relaciones con Pablo Iglesias, cuando Podemos rozaba los cielos. También hacía valer sus buenos oficios con los nacionalistas, incluido Bildu, al que blanqueó sin rubor y elevó a la categoría de fuerza democrática. Tiene Zapatero una imperceptible sonrisa, desconfiada y maligna. Hilvana frases disparatadas, que piensa ocurrentes: «La tierra no pertenece a nadie, salvo al viento».. “La idea de nación es un concepto discutido y discutible”. «Otegi es un hombre de paz». «Nos conviene que haya tensión»,…

 

Ahora se ha convertido en el imprescindible del Sánchez de esta su última fase: «Yo he pasado a la historia como el pacificador de Euskadi, tu lo serás de Cataluña». Desarrolla frente a los de la estrellada la misma fórmula que aplicó en el País Vasco, vender como paz social la rendición ante los terroristas. «Ya no matan, ETA no existe», pero es que ya no lo hacen porque no lo necesitan, porque han conseguido cuanto reclaman. Así ahora, reedita el guion con los golpistas catalanes. «La crispación ha desaparecido de las calles, todo es reencuentro y progreso».

 

Ahora está enfrascado en hacer de Sánchez ese Obama con el que sueña, en transformarlo en el mago de la concordia nacional y en el sumo hacedor de la armonía mundial y, con la excusa palestina, poner en órbita su imagen de gran predicador de la fraternidad universal en una Europa que se prepara para la guerra. En cualquier caso tanto trabajo habrá servido para hacerle un hueco en alguna poltrona internacional donde asentar sus posaderas para cuando tenga que abandonar la Moncloa, lo que algunos piensan (incluido ZP) que ocurrirá antes de que concluya el año.

 

LA ESCALADA INTERNACIONAL DE SÁNCHEZ CONDUCE AL ABISMO

 

«Seguimos con máxima preocupación los acontecimientos de Oriente Próximo. Hay que evitar a toda costa una escalada regional«. Este fue el tuit primigenio remitido por el presidente del Gobierno en la madrugada del sábado. Ni solidaridad con el atacado ni reprobación al atacante. Menos aún, condenas. O sea, un papelito de compromiso, una nadería estéril que, lejos de inmacular a quien la profiere, lo retrata.

 

Sánchez, requerido desde Bruselas, profirió un nuevo tuit (llámalo X) ya más ortodoxo, que arrancaba incluso con un tono melodramático: «Tras una larga y angustiosa noche…», y continuaba con el verbo ‘condenar’, aplicado tanto al ataque de los ayatolás como a «cualquier forma de violencia». O sea, el archisabido «venga de donde venga», como acostumbran los equidistantes y demás fariseos.

 

Esta improvisada y algo alucinada ‘operación palestina’ de Sánchez está resultando, más que un fracaso, un estruendoso ridículo, amén de un notable estorbo para las democracias serias, que han de hacer frente al desafío ruso, al yihadismo y ahora a los antojitos del niño español que quiere salir en las teles y que le adjudiquen el Nobel de la Paz.

 

El presidente del Gobierno español paseaba muy rumboso por algunas capitales continentales vendiendo un producto tan viejuno, rancio e inoportuno como es la creación del estado palestino y que está siendo recibido en las cancillerías occidentales sin interés alguno. En Lisboa, Dublín y Varsovia le escucharon con una displicencia, en tanto que en Oslo, paraíso de las mediaciones, se le prometió que luego ya si eso. Algunos gobiernos de la UE, como los de París o Bonn, han recibido esta iniciativa como una excentricidad propia de quien intenta camuflar su desesperación por los problemas internos con cabriolas fuera de los usos razonables de la diplomacia. El británico David Cameron, luego de que sus misiles colaboraran eficazmente para destruir los artefactos de los barbudos, optó por dedicarle a Albares unos minutos de conversation, no sobre Gaza, sino sobre Gibraltar

 

Ni una palabra ha compartido sobre estos viajes con el partido de la oposición, mayoritario en ambas Cámaras, al que el presidente desprecia incluso en asuntos que son cuestión de Estado, como el presente. Núñez Feijóo, como casi todos os políticos occidentales, considera que se trata de un plan prematuro, que ha de negociarse con los grandes socios de la UE antes de aventurarse a la consumación del proyecto.

 

Moncloa organizó esta ronda con dos objetivos claros. Intramuros, se trata de extender un espeso manto sobre el escándalo de la esposa del presidente. Al tiempo, se intenta poner sordina a ese griterío infatigable del forajido Puigdemont, que no cesa en sus bramidos desde el otro lado de la frontera.

 

Sánchez, impulsado por su brujo/asesor Zapatero, ha orientado su diplomacia hacia el eje del mal. En las últimas semanas sólo ha recibido parabienes de Yemen, de Hamás y, el lunes mismo, del embajador de la tiranía iraní. Biden no le convoca a sus reuniones con los líderes europeos, su correligionario Scholz lo detesta, Macron lo desprecia, Meloni lo considera un chulo machista y prepotente. Sus pretensiones de liderazgo mundial no van más allá del compadreo con Lula y Maduro.

 

La ‘escalada’ de Sánchez en su ambición planetaria lo conducirá también al abismo del basurero de la historia.

 

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