El eterno y necesario debate de las jubilaciones oculta otro problema laboral más enquistado en la sociedad: el de la falta de perspectivas de las nuevas generaciones
El debate público se centra más en las pensiones que en el empleo juvenil. La política encuentra en los pensionistas un caladero partidista mucho más apetecible que esa juventud desencantada por la que no merece la pena gastar más de minuto y medio en un programa más allá de lugares comunes y generalidades banas. Tienen más gancho electoral la paga de jubilación y los viajes del Imserso que las promesas de digitalización o las inversiones en I+D que nunca llegan. El empleo juvenil siempre ha quitado el sueño a los padres más que a los partidos.
Los menores de 25 tienen derecho a pensar que el Estado poco o nada hace por facilitarles un buen trabajo. España cerró 2020 con un desempleo juvenil de casi el 40%, lo que significa que cuatro de cada diez jóvenes por debajo de 25 años están en paro en nuestro país. Duplicamos las tasas medias de la zona euro (17,3%) y de la UE (17,2%), y según datos de Eurostat, España presenta una tasa de abandono escolar del 17,3%, muy superior al 10,2% de la media europea y del 10,6% de la zona euro.
De las 14 huelgas generales que en España han sido desde 1975, aparte de las relacionadas con la igualdad y el feminismo o como consecuencia de la participación española en algún conflicto bélico, 4 tuvieron que ver con distintas reformas laborales, 3 con las pensiones y solo 1, el 14-D de 1988, tenía como objetivo tumbar el plan de empleo juvenil de la época y además con escaso éxito.
Si nuestra clase política piensa en serio que los problemas de los jóvenes basculan entre fascismo o libertad o comunismo o libertad, no solo profundiza en el desapego creciente entre ellos y los partidos, es que la juventud ha dejado de ser su negociado. Esa descorazonadora falta de perspectiva representa una señal alarmante: que no hay planes de futuro y que quien venga detrás que cargue con las consecuencias. Pero puede que para entonces ya sea tarde y no quede ya ni el abuelo ni su pensión, porque ya no habrá quien cotice para pagarla.