MADRID Y LA FATIGA PANDÉMICA ¿DEL OJO DEL HURACÁN DE LA PANDEMIA AL DESASTRE DE LA IZQUIERDA,…, Y LUEGO?

DATOS DE LA PANDEMIA

DATOS EVOLUCIÓN FALLECIDOS POR EL COVID-19

Datos oficiales del Instituto Carlos III a fecha 5 de abril 2021

Madrid: línea roja; Barcelona: línea azul; Zaragoza: naranja

Resto de provincias: azul desvaído

 

SITUACIÓN ACTUAL

MADRID

BARCELONA

ZARAGOZA

LAS ELECCIONES EN MADRID

La incontestable victoria de Isabel Díaz Ayuso en las elecciones autonómicas anticipadas de este 4 de mayo tiñó de azul los 21 distritos de la capital y casi por completo todo el mapa de la Comunidad de Madrid, a excepción de cuatro municipios de los 176 de la Comunidad, en los que se impuso el PSOE. Esto se debe principalmente a que la candidata del PP ha conseguido una victoria transversal y ha ganado votos en zonas jóvenes y mayores; rurales, urbanizaciones y centro de ciudad; zonas ricas y pobres y feudos de izquierda y derecha.

 

Las conclusiones de los sociólogos es que Ayuso ha logrado movilizar al electorado canalizando dos factores: un cambio estructural basado en el sentimiento de orgullo madrileño como reacción a la “madrileñofobia” auspiciada por algunos torpes botarates, y otro más coyuntural como es la “fatiga pandémica” y la gestión confusa e inconsistente del Gobierno Central. En definitiva, parece que “la virreina”, con una mezcla explosiva de ingenua, por no decir bobalicona, naturalidad y de oculta, y puede que elaborada, “maldad” ha sabido aunar sentimientos desconocidos hasta ahora entre los madrileños

LA FATIGA PANDÉMICA Y LA “POSTPANDEMIA”

El último y largo estado de alarma provocado por el coronavirus ha terminado. La pandemia, todavía no. Las campañas de vacunación avanzan a paso firme y todo indica que se cumplirá el objetivo de inmunizar al 70 % de la población a lo largo de verano.

 

Pero la fatiga pandémica nos azota y es un factor que puede hacernos tropezar a escasos metros de la línea de meta.

 

La pandemia de covid-19, lejos de ser un proceso brusco y rápido, está durando mucho. De ahí que haya generado una profunda fatiga, que se desencadena por:

  1. Sentimiento de aislamiento, sobre todo las personas mayores y los jóvenes.
  2. Cansancio, exceso de trabajo, fatiga por el trabajo-agobio por intentar adaptarse a un entorno diabólicamente variable en aperturas-cierres.
  3. Uso de mascarilla, sensación de agobio, falta de aire y agorafobia.
  4. Miedo a la pérdida del empleo, falta de estabilidad laboral y ansiedad.
  5. Bombardeo de noticias diarias y cambiantes, que generan inseguridad
  6. Pérdida de seres queridos, que a veces desemboca en depresión.

 

Por tanto es ya irremediable que, en cierto modo, dicho cansancio por una pandemia que se extiende por más de un año nos haga bajar un poco la guardia. No obstante, dicha situación, como los propios efectos de la crisis sanitaria, no se distribuirá de forma igualitaria. La fatiga estará en estrecha relación con los recursos de todo tipo que poseemos: económicos, habitacionales, relacionales y laborales.

Es decir, la fatiga pandémica estará estrechamente relacionada con el lugar que ocupamos en la estructura social. Entender la desigual distribución social de las consecuencias y gravedad de la crisis social generada por la pandemia es clave para no acabar culpabilizando a aquellos que más la están sufriendo.

 

Se trataría no tanto de culpabilizar a los “otros” (jóvenes irredentos en botellones, “maduros” en terrazas tras la jornada laboral, familias reencontradas tras más de un año sin el calor humano presencial,…) sino de pedir un esfuerzo más para no tirar por la borda en el último momento todo lo conseguido. Generar aún más desconfianza social no mejorará ni los resultados obtenidos ni la necesaria cohesión social para afrontar el futuro, que no lo olvidemos, se presenta “largo y duro” en lo económico y laboral.

 

Frente a la incertidumbre, el hastío, la rabia y la parálisis; la creatividad para encontrar momentos de desfogue y solaz. Recordando que no estamos solos y que incluso en tiempos de guerra las personas siempre han seguido compartiendo un vaso de vino, silbando por el campo y riéndose de la vida recuperando la faceta sanadora del humor: en la Edad Media la peste reavivó el miedo al diablo y la comicidad popular también optó por reírse de él, representándolo como un bufón ridículo en ciertas farsas.

Las instituciones ¿responsables? (los Gobiernos Central y autonómicos) tienen que mejorar la comunicación del riesgo y hacerlo de manera consistente en los distintos ámbitos, para fomentar la confianza de la ciudadanía.

 

Las medidas maximalistas que buscan el riesgo cero podrán ser seguidas por algunos grupos, mientras que otros grupos por razones económicas, laborales, sociales y afectivas correrán un mayor riesgo de desatender medidas fundamentales de protección. Recordemos, por ejemplo, que las campañas más efectivas contra el virus del sida no fueron orientadas a la abstinencia de los jóvenes sino a las alternativas seguras en las prácticas sexuales.

 

Dudamos muy mucho que los que pretendidamente “conducen” la sociedad (Gobiernos y medios de información) tengan la sensibilidad suficiente para guiarnos en este “largo y sinuoso camino” del presunto final de la pandemia sanitaria pero que es el inicio de la ruta a través de los efectos sociales, económicos y laborales de la “postpandemia”.

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