La clase media antes de la actual crisis, suponía un 54% de la población, la tercera más pequeña de Europa tras Bulgaria y Lituania . Además, nuestro país es el que tiene un mayor número de hogares de renta baja en Europa, un 34%. Desde hace años ha habido un trasvase silencioso y continuo a las capas de menores ingresos de la sociedad agudizado por la anterior zozobra económica, algo que previsiblemente volverá a ocurrir. Se cifra en 3 millones las personas que la crisis anterior sacó de la clase media para engrosar la clase baja. Estos tres millones de personas pasaron de verse como clases medias participantes del progreso a sentirse vulnerables a las consecuencias de situaciones difíciles.
Los datos de la EPA nos muestran que desde el inicio de la pandemia hasta junio, unos cien días, más de 100.000 hogares en España se quedaron sin ingresos. Ese aumento solo sucedió en la crisis anterior cuando el paro llegó en 2013 al 27%. No es difícil anticipar que el efecto en ese otro grupo vulnerable de rentas medio-bajas puede ser similar, con una caída de rentas mayor que en la crisis previa.
La clase media española no había recuperado su nivel de 2008 antes de la crisis del coronavirus. Este deterioro de la clase media es designado como el principal alimento de los populismos o movilizaciones antisistema y de ahí que la desigualdad sea un elemento de inestabilidad política de primer orden.
Hasta la crisis de 2008 hubo un proceso gradual de ganancia de peso del grupo con rentas medias, hasta suponer más de dos tercios de la población. En ese crecimiento influyeron varios factores, como el importante aumento del nivel educativo de la población, el desarrollo de la industria y el sector terciario, la integración en la Unión Europea y la apertura al exterior, la incorporación de las mujeres al mercado laboral y el aumento de las rentas salariales. Fue relevante también el desarrollo del sistema de prestaciones e impuestos. Esta tendencia al alza de la clase media, sin embargo, se detuvo bruscamente en la crisis. 2008 marcó un antes y un después cuya herida sigue abierta. Según la OCDE, en su informe «Bajo presión: la clase media exprimida, solo Grecia (con una caída del -5,7%) y México (un -2,1%) superan la contracción del -1,7% que la clase media ha encajado en España desde dicho año.
España, en un momento en el que la destrucción de empleo y el final de los ERTE puede provocar una nueva dentellada a una clase ya diezmada, y hay varias señales que invitan a pensar en un empeoramiento claro de los hogares más vulnerables y los del grupo de rentas medio-bajas, por la mayor temporalidad de sus contratos, los menores salarios y una posición más inestable en el mercado de trabajo. España es uno de los países del mundo en los que la pandemia ha dado lugar a una mayor reducción de las horas trabajadas.
Peor impacto sufrirán las clases bajas, que son las que más tenían por recuperar antes de la pandemia frente a 2008. Según los últimos datos de la Comisión Europea, nuestro país es el segundo de la Eurozona donde más aumentaron los trabajadores con rentas bajas ante la contracción de los empleados con ingresos medios desde que arrancó la moneda única en 2002: las rentas medias trabajadoras se han reducido un 15%, los empleados de renta baja aumentaron diez puntos por este deterioro y las rentas altas, los cinco restantes.
Solo en Grecia se produjo un deterioro mayor. En España la reducción de la clase media desde 1985 fue del 9,4%, la mayor de toda la OCDE, mientras que las rentas bajas han aumentado un 7,6% y las altas, un 1,8%. Ello lleva a una polarización de ingresos cada vez mayor.
Los jóvenes y hogares de rentas bajas son los colectivos que más ocupan empleos temporales, precarios y ligados a las llamadas «industrias sociales» -comercio al por menor, hostelería, educación, actividades artísticas y recreativas-, y por lo tanto las más golpeadas por la crisis del coronavirus y los confinamientos. Las mujeres tienen una participación laboral en estas ramas un 12% mayor y, además, estas empleadas aportan más del 50% de ingresos de su hogar; una de cada cinco mujeres en este colectivo vive en una familia con ahorros inferiores a un mes de ingresos.
Estas industrias sociales emplean casi a la mitad de los jóvenes en España -que ya enfrentan el mayor paro juvenil de Europa, un 43,9%- y la última crisis ya tuvo a los jóvenes en su diana, ya que por cada punto del PIB de reducción, los ingresos salariales de los menores de 35 años se redujeron un 2,5%, un 1% para los de 35 a 55 años y menos de un 1% en los trabajadores con hasta 65 años. Si se cumple la tendencia, este año la recesión será de doble dígito. Para más inri, el 33% de los trabajadores de los sectores más afectadosgana menos que el 75% del total de empleados del país y la mitad de los trabajadores de estas industrias reside en hogares cuyos ahorros son inferiores a un mes de renta del hogar. En la primera embestida de la crisis del coronavirus, el 77% de los empleos que se perdieron fueron temporales.
“El hecho de que los trabajadores en los que más ha incidido esta crisis sean, precisamente, aquellos que presentan un mayor grado de vulnerabilidad de partida y disponen de unos recursos más limitados para sostener su gasto podría influir, indudablemente, en el dinamismo de la recuperación de la demanda agregada y en la evolución de la desigualdad, no solo en los próximos meses, sino también de forma más persistente”, advierte el Banco de España.
Si queremos acercar el peso de la clase media al que tiene en otros países necesitamos mejorar las prestaciones que recibe, sobre todo las familiares, y hay que repensar también buena parte del sistema fiscal. Según un estudio de Fedea, las prestaciones (formadas sobre todo por pensiones) son las que reducen un 29% la desigualdad en España. Los impuestos recortan otro 2%, sobre todo por el IRPF, y el gasto público en educación y sanidad termina de bajar la inequidad de las rentas de mercado de un 8 a un 8,5% adicional.