La dictadura de la ideología es un filtro perverso de “beneficio o revancha”.
La dictadura de la ideología lleva imponiéndose en los últimos dos siglos, desde los grandes movimientos de masa ideológica en el siglo XX, y aparecieron los fascismos, el nazismo, y los comunismos. En nombre de un bien superior o de un bien común, conseguían movilizar a las masas, tal como hacían anteriormente las religiones.
A partir del siglo XIX y XX, hubo unos pensadores y unos líderes de opinión que aprovecharon determinadas tendencias sociales y construyen unos tópicos porque a través de ellos es más fácil dominar las masas. Y esos tópicos están siempre construidos sobre el miedo al futuro porque en la ira y el miedo suelen ser mucho más efectivos.
Hoy en día la masa de los ciudadanos vive de unos tópicos convencionales por es más cómodo mentalmente, es más fácil no buscar la verdad, sino recibirla masticada.
Esta polarización se fomenta de manera absolutamente premeditada y con alevosía ya que los responsables políticos en este momento han detectado esa capacidad de la polarización que, más que atraerles a sí mismos, genera un rechazo hacia el que piensa diferente. Por lo tanto, se han dado cuenta que no hay que buscar el consenso, sino buscar el extremo. Los movimientos populistas buscan ese extremo.
Aunque digan lo contrario y vacíen de contenido palabras como consenso, diálogo, democracia, que últimamente ya no tienen ni valor, así como fascista, comunista, etcétera. Esta polarización impide el conocimiento de la realidad. El conocimiento es una búsqueda constante de la verdad, en libertad. Significa que hay que ser también libre de cambiar de opinión, porque si yo siempre pienso lo mismo, no podré avanzar.
Todos nosotros tenemos un pequeño dictador dentro de nosotros (el ego) y queremos tener razón cuando entramos en un debate con otra persona. Al final, para no tener problemas, nos imponemos callarnos y eso es un filtro perverso para la libertad y el crecimiento tanto personal como del conjunto de la sociedad a la que pertenecemos.
El método para bloquear ese filtro de autocensura es leer mucho: fundamentalmente en papel, leer los clásicos, buscar leer los periódicos todas las mañanas y leerte mínimo cinco o seis periódicos distintos para que poder burlar un poco el pensamiento que intentan imponernos desde líneas editoriales distintas y así sortear la dictadura de la ideología.
A pesar de que algunos quieren silenciar a los medios que les sean divergentes con su ideología en aras de defender la verdad (¿no será por defender “su verdad”?), es preciso leer muchos medios de comunicación de diferentes líneas para acercarse a la verdad pues de lo contrario se está en una “cámara de eco” que confirma una opinión propia ya preestablecida, pues: “ya conocen las noticias ahora les contaremos la verdad”.
A menudo puede provocar urticaria ver las cosas desde el punto de vista de alguien muy ajeno a las propias ideas y sensibilidades, pero es un esfuerzo que todos deberíamos hacer por el bien propio y el de todos.
A finales del siglo XVIII los ideólogos franceses acuñaron el concepto de ideología como una herramienta del poder para moldear la conciencia colectiva y ajustar esta a los intereses propios. La ideología se ramifica a todos los niveles y en todos los estratos sociales.
La ideología a menudo contradice la realidad, los hechos mismos y su objetividad, es un mecanismo antirracional pues el enfoque racional es el que conduce a una vida libre (puesto que nos permite tomar decisiones mejores y más convenientes para nosotros).
Lamentablemente, la mayor parte de la gente vota ideológicamente, no de modo racional y coherente. La política se asemeja al futbol y los votantes desean que su partido político gane, como el aficionado desea que su club salga vencedor en la Champions League. Esta manera alienada de votar y actuar es una modalidad de actuación contraria a la libertad, la coherencia y la razón.