El frenazo a la reducción de la jornada laboral desnuda la soledad de Yolanda Díaz
El liderazgo de la titular de Trabajo se desvanece tanto en el Gobierno como en sus propias filas
Las prisas de la ministra Yolanda Díaz, por dejar solventada la reducción de la jornada laboral a 37,5h semanales, antes de que llegará el verano, se han desvanecido. La vicepresidenta segunda ya no tiene plazos. El nuevo ritmo que han tomado las negociaciones con los interlocutores sociales y el tono sosegado del discurso del Ministerio de Trabajo manifiestan ese cambio de tendencia.
Una mudanza en el ánimo que ya se apreció en el desayuno informativo que este pasado jueves organizó Nuevo Economía Fórum; cita, en la cual, la dirigente gallega estuvo acompañada de algunos ministros y secretarios de Estado de Sumar. También lo estuvo por su portavoz en el Congreso, Íñigo Errejón, el secretario general de CCOO, Unai Sordo y, el presidente del Consejo Económico y Social (CES), Antón Costas, además de algunos dirigentes de UGT. Eso sí, también fue notable la ausencia del ala socialista y económica del Ejecutivo y, también, de las patronales.
«Yolanda Díaz está sola, y lo sabe». Ese fue uno de los comentarios más repetidos al constatar que una de sus banderas estrella, la reducción de la jornada laboral, se ha desinflado sine die, desnudando la soledad de esta ministra. Fuentes del diálogo social comentan el abandono que Yolanda Díaz viene sufriendo. Un aislamiento que ha ido in crescendo desde el primer momento que las urnas le han dado la espalda, cuestionado un liderazgo que se derrumba. Eso explica el cambio de tono, que podría estar detrás de un toque del Gobierno.
La «lentitud» de Díaz
Al menos este jueves, la expresión corporal y la melodía de las palabras de la ministra refuerzan esta hipótesis. Desde la tribuna, Yolanda Díaz afirmó que el Gobierno de Pedro Sánchez le critica y le dice que es «lenta y que no cumple los plazos». Cabe señalar que la reducción de la jornada laboral implica un cambio normativo que tiene que ser aprobado por el Parlamento y o se puede resolver por decreto. Díaz sostiene, que se encuentra «en una disyuntiva difícil» que ha hablado «con los sindicatos», de modo que -subrayó-, «podemos alcanzar un acuerdo en la mesa de diálogo social y ser tumbado, como casi pasa en la reforma laboral», de lo que colige, «tenemos un país ciertamente anómalo».
Exigencias a la patronal
Atrás queda el discurso encendido de Yolanda Díaz el 1 de mayo, Día de Internacional del Trabajo, cuando aseguró que reduciría la jornada laboral con la interlocución de la mesa de diálogo; claro que, si la CEOE se oponía, sacaría la iniciativa adelante antes del verano y sin necesidad de un diálogo a tres bandas.
Pero la época estival llegó el 20 de junio, y pasado un mes, la reducción de la jornada laboral sigue en la mesa de diálogo. El sindicato CCOO, próximo a la ministra, dice que las negociaciones están en «bucle», y además anticipa que saldrán a las calles en septiembre.
Las patronales empresariales, por su parte, sostienen que el Gobierno está haciendo propuestas, pero en el tema mollar de la reducción de la jornada laboral de 37,5 horas no hay nada nuevo. Las organizaciones empresariales quieren que eso se negocie en el marco de los convenios con los sindicatos. Es más, el presidente de CEOE, Antonio Garamendi, ha desvelado que lo que cuenta el Ministerio de Trabajo de las conversaciones y el diálogo social no concuerda con lo que sus interlocutores les cuentan.
El efecto Manifiesto de Cepyme
En ese impasse de nuevas propuestas del Gobierno -la última para por la desconexión digital para que los empresarios no obliguen a sus trabajadores que estén conectados fuera del horario de trabajo-, y a la espera del resultado de la próxima reunión que tendrá lugar el 29 de julio, la titular de la cartera de Trabajo reitera que «hay avances» y sobre todo, que «hay margen» para alcanzar acuerdos.
Discurso y tono novedoso, que el mundo empresarial achaca al efecto del «potente manifiesto» que hizo Cepyme en su Asamblea, harta del Gobierno y de sus injerencias. Un manifiesto que fue aplaudido por un largo número de organizaciones empresariales respaldando la iniciativa de su presidente, Gerardo Cuerva, y que, en clave política -sostienen las mismas fuentes- ha servido de acicate para que Trabajo tome otra actitud con respecto a la reducción de la jornada laboral.
Debilidad interna y externa
Pero la soledad política de Yolanda Díaz no ha venido solo por el procedimiento aplicado a un asunto, la gestión del tiempo, como proyecto de país ni, tampoco, a la corriente que desde Economía se mantiene respecto a este asunto, por el que pide flexibilidad y acuerdos entre empresarios y trabajadores. La falta de sinergias con fuerzas políticas del flanco izquierdo, como ya sucedió con el subsidio de desempleo, dibujan escenarios poco propicios para coronar un acuerdo con luz verde.
Y no solo porque en esta ecuación PNV y Junts cercenen la apuesta laboral de Díaz. Además de la crisis interna y de liderazgo que hay en su partido, Sumar, formaciones como Unidas Podemos y también Compromís podrían darle la espalda.
El fracaso de las elecciones europeas terminó haciendole saltar por los aires.
Díaz ha perdido toda fuerza en el Gobierno. Nadie en Moncloa la tiene en consideración. La vicepresidenta segunda ha perdido todo el peso que llegó a tener. La integrante de Sumar ha pasado en menos de tres años de arrastrar todas las miradas a pasear sola en el Congreso, sin apenas prensa acompañándola.
El PSOE da por amortizada a Yolanda Díaz y empiezan a hacer cábalas sobre el futuro de su izquierda. La apuesta de la dirección está clara: le tocará a Izquierda Unida y a Podemos recomponer las costuras de un espectro político roto por la falta de acierto de la vicepresidenta segunda.
La vicepresidenta segunda dimitió de sus cargos para dedicarse por completo a su labor en el Gobierno, pero apenas 24 horas después, reculó tras constatar el lío que provocó su decisión, y explicó que no se iría del todo; que seguiría siendo la cabeza visible de la izquierda a la izquierda del PSOE. Al menos, en el Gobierno.
Sumar eligió el 23 de marzo, en su asamblea constituyente, al grueso de los miembros del grupo de coordinación —el máximo órgano de dirección—. Y este se dio un mes de plazo para que los partidos designaran a sus representantes: con varios asientos cada uno en ese órgano dependiendo de su peso y un máximo de dos en la ejecutiva. Además de IU, Más Madrid, Catalunya en Comú, Equo, Iniciativa del Pueblo Andaluz y Contigo Navarra participaron en el congreso.
Sumar, en efecto, no lo tiene nada fácil. Es más, la apuesta de la gran casa de la izquierda española es que este partido va camino de morir. Son ya tres -Compromís, Mès y Chunta- los que han abandonado el barco. Ninguno de estos tres partidos se sentó en el cónclave que se reunió para hacer un primer balance de la crisis, establecer un calendario y unas normas para un futuro más que incierto.
La situación interna de Sumar es, por tanto, una bomba de relojería que amenaza con reventar la dinámica de entendimiento. El debate formal vuelve a ponerse encima de la mesa. Un amplio sector de la izquierda lamenta que tanto Errejón como Díaz se hayan esforzado en ser una suerte de marca blanca del PSOE, aceptable para la élite.
El conflicto formal está claro. Yolanda Díaz parte de la premisa de que para construir mayorías, y sobre todo, para llegar al poder, toca mostrarse como una izquierda asumible y no confrontar en ciertos asuntos, porque son batallas perdidas de antemano que les descartan como opción transversal.
En todo este tiempo, Yolanda Díaz no ha sido capaz de unir a los partidos de Sumar y, además, los ha devuelto a los umbrales de voto que en su día tenía Izquierda Unida, una de las fuerzas más beligerantes con el devenir del partido de la vicepresidenta segunda, quien ha llamado a abrir un debate en su espacio para configurar un nuevo liderazgo. Todo eso está en el aire.
Mientras, Podemos, que tampoco cree en Sumar, debate. Dentro hay quien cree que el partido morado tiene que entrar de nuevo en el guiso de la izquierda a la izquierda del PSOE. «Podemos tiene la obligación de reconstruir el espacio», zanjan fuentes del partido en conversación con este diario. Lo cierto es que la organización que lidera Ione Belarra condiciona su entrada en el frente de partidos de Sumar a que caigan Yolanda Díaz e Íñigo Errejón. Todo dependerá de la correlación de fuerzas. Y la de Yolanda Díaz es cada día más débil.