Se registraron 326.949 altas frente a 265.060 personas que dejaron de cobrar pensión
Los primeros ‘boomers’ llegan a la jubilación: cumplen 65 y 66 años este 2024
La ‘amenaza’ del impacto en las cuentas de la Seguridad Social de la jubilación de los trabajadores de la denominada generación del ‘baby boom’ empieza a ser una realidad. En 2023, se registraron 326.949 altas de pensionistas frente a 265.060 bajas, lo que supone una diferencia del 23,4%, el máximo de la serie histórica. Esta brecha más que duplica la diferencia del 9% registrada en 2022 y supera la media de los años precedentes a la pandemia, situada en el 15%. Arranca la jubilación del baby boom (los nacidos entre 1958 y 1977), pues los nacidos en 1958 y 1959 cumplen 66 y 65 años durante el presente curso.
Según los registros del Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS), el número de nuevos jubilados registrado el pasado año es el tercer dato más alto de la serie histórica después del de 2018 (cuando se anotaron 328.159 altas) y el de 2022, que se saldó con 327.872 altas. Pero las bajas descendieron un 11,4%, hasta las 265.060. Este es el dato más bajo desde 2017 y supone un regreso a la tendencia ‘natural’ registrada antes de la pandemia, marcados por la mejora de la esperanza de vida.
Fue precisamente lo ocurrido durante la pandemia, cuando las bajas se dispararon a máximos históricos (e incluso en 2020 superaron a las altas) lo que ha disimulado una ruptura creciente del equilibrio en el ‘relevo’ de los beneficiarios que ahora regresa con intensidad. Y que hace que el número de pensionistas vuelva a crecer a tasas interanuales cercanas al 2% y un 8% respecto a 2018.
Eso sí, las causas son muy diferentes las de entonces. Hasta ese año, los ‘picos’ en las altas eran puntuales y guardaban relación con cambios en las jubilaciones, en el marco de sucesivas reformas que buscaban restringir las anticipadas, muchas de ellas derivadas de prejubilaciones masivas pactadas en sectores como la banca durante la crisis financiera. El temor a estos cambios llevó a muchas personas inmersas en esos procesos a adelantar su jubilación definitiva, como ocurrió en 2013, cuando se anunció que la edad de jubilación anticipada también aumentaría al mismo ritmo que la ordinaria.
Este efecto se mantuvo hasta 2018, el año con más altas de jubilación anticipada de la última década. Pero desde entonces, estos retiros adelantados han caído, en buena medida por que la mejoría económica frenó los despidos colectivos de la crisis. Así, han pasado de suponer el 43,3% del total al 34,3% en 2023 (y 34,1 en lo que va de 2024).
Esta evolución coincide con una nueva reforma de las pensiones que pretendía, precisamente, resolver este problema. Si bien ha penalizado en mayor medida las jubilaciones anticipadas, el foco está en los incentivos para prolongar la vida laboral. La combinación de todos estos factores explica que la edad de acceso a la jubilación haya subido de 64,2 años en 2018 a 65,1 en 2023. Los resultados que está consiguiendo hasta la fecha es que haya más personas demorando su retiro (el 10,5% de las altas, cuando antes de la reforma eran el 4,8%), pero las jubilaciones demoradas, paradójicamente, se están adelantando de los 69 a los 68 años.
Pero precisamente por ello el repunte en las altas de 2023 y su diferencial con las bajas resulta tan sorprendente: ya no se puede explicar por un repunte de los anticipos, ni siquiera azuzado por el temor a un nuevo cambio legal. La explicación es que son los jubilados a edad ordinaria los que están aumentando, porque les ha llegado el momento. En otras palabras: el efecto baby boom en las pensiones se empieza a notar mucho antes de la fecha prevista por los análisis del Gobierno, al menos en el balance de las altas y las bajas, y también impulsa el desembolso en pensiones por encima del 13% del PIB.
El ‘espejismo’ de la pandemia, en el que se produjo un repunte excepcional de las bajas llevó a pensar que el desequilibrio empezaba a controlarse, lo que justificaba medidas como volver a vincular la revalorización al IPC y aprobar fuertes subidas justificadas por la necesidad de recupera el poder adquisitivo perdido en los años en los que la subida anual se limitó al 0,25% del IPC. Pero esta medida también ha tenido un impacto presupuestario que con el descuadre entre altas y bajas se acelera.
A primera vista, los datos parecen favorables a las tesis del Gobierno. Las nuevas altas de jubilación recibieron una nómina media de 1.453,14 euros al mes, un 19% más que la pensión media de las bajas, que ascendía a 1.216,42 euros. Esto supone una diferencia del 19%, la más baja de la serie histórica.
Pero esto está lejos de suponer un equilibrio en el relevo entre altas y bajas: en realidad se debe a que las nuevas nóminas aumentan a una tasa anual del 1,8% mientras las más antiguas repuntaron un 8,3%. Un incremento sin precedentes desde los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero.
Esto supone que las reformas no han supuesto una moderación del gasto porque cualquier ajuste del gasto logrado por la vía las restricciones en las prejubilaciones y jubilaciones anticipadas y el retraso de la edad de jubilación se anula por la decisión política de disparar las revalorizaciones.
Esto ha tenido un efecto inédito en la serie histórica: la pensión media ha reducido su brecha con las nuevas altas a un mínimo del 5%, más del doble de lo que se aleja de las bajas, cuando históricamente, hasta 2023, había sido a la inversa. Influye en este aspecto las mejoras aplicadas sobre las pensiones más vulnerables y bajas del sistema, además de la incorporación del complemento por brecha de género en el caso de las mujeres.
El imparable avance generacional
Los datos expuestos están revelando las primeras señales de la más que estudiada generación del baby boom. Aquella explosión demográfica tardía respecto al resto de economías desarrolladas, que vivieron su primavera de la natalidad tras la Segunda Guerra Mundial, se produjo en España entre 1958 y 1977. Durante dos décadas nacieron 14 millones de bebés. Los que han hecho carrera laboral en España comienzan su retiro y las previsiones de la Comisión Europea hablan por sí solas: medio millón de personas pasarán a cobrar de la Seguridad Social cada año, en promedio, durante las próximas décadas.
El reciente informe sobre envejecimiento de la Comisión Europea ha plasmado sobre el papel el evidente desequilibrio que afronta el sistema de pensiones español. La base de la pirámide demográfica será cada vez más estrecha, mientras la población activa se mantendrá en unos niveles muy similares. Con todo, expuso que durante las próximas décadas el número de pensiones que pagar escalará desde las 9,2 millones de ‘pagas’ actuales a unas 16 millones de prestaciones. Todo con un nivel similar de trabajadores ingresando cotizaciones sociales a la Seguridad Social.
El documento de la Comisión Europea también pronostica una importante llegada de inmigrantes, que serán la única fuerza positiva para el crecimiento demográfico, aunque esta proyección es sensiblemente inferior a la que confía el Ministerio de Seguridad Social: «La única fuente de crecimiento demográfico en la proyección es la migración neta (…) comienza en un nivel alto de más de 677.200 migrantes netos por año en 2022, influenciada por la importante llegada de refugiados ucranianos, aunque cae bruscamente y se estabiliza más tarde en alrededor de 220.000 migrantes netos por año de 2030 a 2050 y alrededor de 190.000 migrantes netos por año entre 2050 y 2070», reza el informe Ageing Report.
Los datos expuestos referentes a la actualidad señalan que el inicio de la jubilación del baby boom se empieza a notar en la brecha entre las altas y las bajas del sistema. El futuro arroja claroscuros y en ningún momento ofrece dudas sobre la viabilidad del sistema, aunque el esfuerzo que deberá realizar el Estado para financiar un gasto anual en pensiones contributivas rondará el 16% ó 17% del PIB apunta a un imponente incremento de la ‘bola de nieve’ de la deuda pública.