Un 3% de los ocupados acaba en desempleo cada trimestre
Fedea avisa de que el indicador no registra mejoría pese a la reforma laboral
España es el mercado laboral que más empleos crea en la Unión Europea, si nos atenemos a las cifras que publica la Oficina Europea de Estadísticas (Eurostat). El problema es que esos nuevos trabajadores siguen siendo los que más probabilidades tiene de perder su puesto, lo que explica nuestro claro liderazgo en desempleo entre los Veintisiete. La clave de esta contradicción está en las transiciones de la ocupación al paro. Un 2,9% de los empleados acaba en el paro cada trimestre, el porcentaje más elevado de los Veintisiete, cuya media es del 1,3%. Y la brecha sigue muy lejos de cerrarse tres años después de la entrada en vigor de la reforma laboral.
Este es un asunto que suele pasar desapercibido por el vigor de los datos de crecimiento económico español en una Europa que muestra síntomas de estancamiento. Según los últimos datos comparables de Eurostat, unos 761.000 desempleados encontraron un trabajo en el tercer trimestre del año, la cifra más alta de la Unión. Supone un 27,1% de los desempleados, si bien esta no es la tasa más elevada de la UE, sino la sexta tras Dinamarca, Países Bajos, Estonia, Austria e Irlanda. Algo que se explica porque la población en desempleo de esos países sobre la que se calcula la tasa es mucho menor que la española, la más elevada en la UE.
Si sigue siendo la más alta es, en buena parte, porque en ese mismo periodo otros 605.000 ocupados acabaron en el paro, un 2,9% de los que trabajaban en el trimestre anterior. Aquí sí que España lidera a las economías del Viejo Continente tanto en cifras absolutas como en porcentuales. El dato, en cualquier caso, arroja un claro saldo positivo que debería alejar las preocupaciones. Pero su evolución suscita numerosas preguntas.
Según refleja un reciente estudio de Fedea y BBVA Research, el porcentaje se ha reducido notablemente desde 2016, cuando alcazaba un promedio del 4,2%, pero asimismo los expertos advierten de que el retroceso se ha estancado desde 2022. Algo que no encaja ni con la mejoría del empleo ni con el impacto de la reforma laboral en la reducción de la temporalidad. pero que ha tenido un efecto nulo en la posibilidad de los ocupados de acabar en el paro.
Y es que, aunque la mejoría en los últimos años es clara, seguir teniendo la mayor probabilidad de perder un empleo es un problema no solo para el mercado laboral, sino para la competitividad de la economía española. Sobre todo si se ha aprobado un profundo cambio legal que prometía acabar, o al menos reducir sustancialmente, la posibilidad de acabar en paro.
En los últimos tres años, España ha pasado de ser el país con más asalariados con contrato eventual al tercero, tras Países Bajos y Portugal. Pero este impacto no se percibe en las extinciones de empleos, que llevan prácticamente estancadas desde 2022. El estudio, coordinado por Florentino Felgueroso y Rafael Doménech compara la evolución de España con la de Francia, Italia, Países Bajos y Portugal, entre otros, para llegar a esta conclusión.
Si acudimos a la fuente del estudio, los datos de Eurostat, comprobamos que solo Luxemburgo (2,6%), Estonia (2,2%) y Finlandia (2,1%) tienen tasas de transición del empleo que superan el umbral del 2%, mientras España ronda el 3%. En el extremo contario se sitúan países del este como Bulgaria, República Checa, Polonia y Hungría (todos por debajo del 0,5%), junto a Grecia, que con un 0,8% empata con Italia y Alemania (si bien para la primera economía europea solo hay datos desde 2022).
El efecto de la inactividad
Este análisis sobre la pérdida de empleo no estaría completo si no tuviéramos en cuenta los ocupados que salen directamente a la inactividad. Y es que muchos ocupados que pierden su empleo en un trimestre no empiezan a buscar uno nuevo inmediatamente, con lo que no se contabilizan en las estadísticas de paro del siguiente, sino que quedan «fuera de la población activa». En España, suponen un 3% según los datos de Eurostat, con lo que la suma alcanza el 5,9% un porcentaje inferior al de Finlandia (7,8%), y Luxemburgo (6,2%).
En apariencia, este indicador deja algo mejor a España, pero hay que hacer varios matices. En primer lugar, los datos de Eurostat no están segmentados por edad, con lo que no es posible saber cuántos de estos inactivos son jubilados. En cualquier caso, el porcentaje sigue siendo preocupante: solo un 94,1% de los ocupados españoles consultados en el segundo trimestre del año mantenían su empleo tres meses después, cuando la media europea es del 96,3%.
Un dato también peor que regiones como Países Bajos o Portugal que, como hemos visto, tiene una tasa de temporalidad más elevada que España. Y que cobra un matiz especial cuando tenemos en cuenta que el nuestro es el país donde más gente busca empleo tras perder el último, lo que sugiere que la mayoría de esas salidas no son precisamente voluntarias ni están ligadas a causas ‘no laborales’.
Los datos de Eurostat, en cualquier caso, son una traslación de los del Instituto Nacional de Estadística (INE), que se remontan a 2002 y aportan los datos a cierre de año. Y permiten hacer un análisis más extenso de estas tasas, recogiendo datos anteriores a la Gran Recesión y a cierre de 2024.
Un estancamiento en la volatilidad
En 2024, una media de 600.000 ocupados pasaba cada trimestre al paro, mientras otros 750.000 desempleados recorrían el camino inverso. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en este trayecto muchos hacen escala en la inactividad. Es decir, desparecen del radar de la fuerza laboral.
La ventaja de los datos del INE sobre la estadística europea es que están recogidos por edad, lo que permite descontar a aquellos que superan los 65 años, lo que permite modular este impacto de la jubilación.
Así, durante el pasado año, 530.000 trabajadores de media pasaban a la inactivad cada trimestre, que sumados a los nuevos parados dan un total de 1,1 millones, y 540.000 inactivos recorrían el camino opuesto, lo que junto a los desempleados que encontraron empleo arroja una cifra de 1,3 millones. Así, se ve que la mayoría de este ‘gap’ entre ambas cifras se debe a los parados.
La diferencia sigue siendo claramente positiva, pero si analizamos la serie histórica vemos que las cifras de entradas y salidas de la ocupación se mantienen en niveles similares a los de los años posteriores a la Gran Recesión. Lo que confirma que la rotación laboral no se ha reducido sustancialmente pese al cambio legal ni aún teniendo en cuenta a los inactivos.
¿Cómo se explica esto? La respuesta está en la elevada volatilidad del empleo en España. Hasta 2022, se consideraba un problema ligado exclusivamente a la temporalidad de los contratos, pero los datos tras la reforma laboral han aflorado una sorprendente resiliencia en la rotación del empleo difícil de entender cuando el peso de los indefinidos ha crecido hasta el 40% de los nuevos empleos.
En parte influyen los fijos discontinuos (que el INE sí considera parados si buscan otro empleo mientras esperan a volver a ser llamados por su empresa o inactivos si no o hacen), pero también por el auge de dimisiones, despidos y bajas por no superar el periodo de prueba. Esto se traduce en que los empleos no son tan ‘indefinidos’ como su propio nombre indica, aunque el estancamiento en variables como la transición del empleo detectado por el estudio de Fedea y BBVA Research pone en duda que la nueva legislación permita seguir avanzando en la calidad del empleo.