La crisis del coronavirus ha golpeado con dureza a España, Italia y Grecia por su dependencia del turismo, pero esta ha sido solo la puntilla después de más de una década de pérdida de renta per cápita
La pandemia del coronavirus provocó una contracción de la actividad como nunca había vivido la humanidad, con una caída brusca y coordinada en casi todos los países del mundo como resultado del ‘gran confinamiento’.
Entre las grandes economías desarrolladas las del Mediterráneo han sido, sin ninguna duda, las más afectadas por la pandemia. España, Italia y Grecia sufrieron un brusco desplome del PIB del que todavía están lejos de recuperarse. En los casos de Italia y España, la contracción se vio intensificada por la dureza de la primera ola, que obligó a imponer restricciones muy severas. España registró el peor dato de todos, siendo el único cuya contracción alcanzó el doble dígito: exactamente el 10,8%. La pandemia ha provocado un retroceso en el proceso de convergencia económica en la eurozona, señala el Banco Central Europeo en su Boletín Económico publicado el jueves.
El problema para España no solo es la magnitud de la caída, es que ‘llueve sobre mojado’. En los últimos 15 años se acumula un lento declive en términos de producción por habitante si se compara con el resto de países del euro. No significa que no haya crecido en este periodo, sino que lo ha hecho más lento que sus vecinos, lo que evidencia problemas estructurales de crecimiento.
El PIB per cápita de España se situó en 2020 en su nivel más bajo, en comparación con la media de la eurozona, desde la introducción del euro. En concreto, el PIB per cápita de España fue en 2020 de 26.500 euros, lo que fue algo menos de un 82% del PIB per cápita del conjunto de la eurozona (todos los datos están calculados en paridad de poder de compra para comparar el verdadero nivel de producción por territorios independientemente del nivel de precios).
España, en 2018 y 2019 registró un crecimiento del PIB per cápita inferior al de la eurozona, lo que implica que volvió a perder posiciones respecto a la media comunitaria. En estos dos años, el PIB per cápita de España pasó de ser un 13,4% inferior al de la eurozona en 2017 a un 14,5% inferior en 2019. Esto implica que el país ya estaba, antes de la pandemia, en unos niveles similares a los registrados en el año 2000 (14,9%). Esto era un regreso al punto de partida de la entrada al euro que dilapidaba definitivamente todos los avances en la convergencia logrados durante los años dos mil y que no eran más que el espejismo provocado por la burbuja inmobiliaria.
La realidad de España es que no ha tenido crecimiento relativo respecto a la eurozona desde el inicio del siglo, lo que implica que no ha existido convergencia. Además, los dos pasos atrás experimentados en los años 2018 y 2019, cuando el país se encontraba en una situación de equilibrio económico, evidencia los problemas de crecimiento que tiene el país.
Durante los años de salida de la crisis financiera, el crecimiento extensivo (más mano de obra) pero no intensivo (más productividad) mantuvo atascado al PIB per cápita. De hecho, en los ocho trimestres de 2018 y 2019 la productividad por puesto de trabajo y la productividad por hora trabajada cayeron.
Esta era la realidad económica de España antes del estallido de la pandemia: un país con graves problemas de crecimiento potencial por varios motivos: la escasa inversión, tanto pública como privada; la temporalidad en el empleo, que lastra la acumulación de capital humano, y la elevada dependencia del capital exterior, que controla muchas empresas del país, entre ellas, algunas de las más importantes y de las más innovadoras.
Si hay un indicador que, como el algodón, no engaña, ese es el de la inversión. Una baja inversión se relaciona, inevitablemente, con un bajo crecimiento en el medio y largo plazo, y es justo lo que les pasa en España.
En España la inversión (medida como formación bruta de capital fijo) creció un 24% desde el año 1999 hasta 2019. Este avance no solo es seis puntos inferior al de la eurozona (un 25% menos), sino que también ha sido inferior al crecimiento del PIB. Como consecuencia, el peso de la inversión sobre el total de la economía nacional ha pasado de situarse en el entorno del 25% hace 20 años a acumular ya nueve años por debajo del 20%. El último dato, de 2020, la inversión fue del 19,8%, dos puntos por debajo del conjunto de la eurozona. Este bajo nivel de inversión bruta implica que el grueso de los recursos se destinan a reponer el capital gastado
Ya es hora de intentar revertir una tendencia que dura más de una década y que ha sido ampliamente ignorada.
Fuente: El Confidencial