Según el esquema de la obra teatral que se está trasladando a los medios de comunicación y a la opinión pública en general unos son austeros (o tacaños, o frugales, como se prefiera), y otros son los campeones de la solidaridad, sobre todo cuando quien la recibe son ellos. De hecho, las discusiones entre ‘ricos’ y ‘pobres’, son tan viejas como la propia UE, sobre todo cuando en paralelo se está discutiendo el presupuesto para los próximos siete años.
El primer protagonista de los austeros es el primer ministro de los Países Bajos, Rutte, que tiene elecciones en pocos meses, y a quien le interesa electoralmente llevar el debate a este terreno, con el respaldo “oculto” entre bambalinas de Alemania, aunque Merkel no lo diga y le utilice como “policía malo” de la película.
Pero también le interesa a Sánchez, ya que el maniqueísmo, el juego primitivo y binario, va en su ADN político, como demuestra su “carrera política” tanto en su propio partido como en la oposición y en el gobierno.
Este falso debate se ha focalizado en la condicionalidad de las ayudas, lo cual viene de suyo pues y no puede ser de otra manera ya que todo el entramado de la UE se sustenta gracias a montañas de normas y reglasde comportamiento que hacen que el edificio, aunque a veces tiemble cuando vienen terremotos financieros, no se derrumbe. El debate así planteado no es el real pero es lógico que se produzca en estos términos porque Europa es, precisamente, heredera de una división internacional de trabajo que hace que cada país cumpla un rol diferente en la función teatral general.
Los Países Bajos no deberían dar lecciones a nadie sobre su rigor fiscal, pues sus ventajas fiscales son una singularidad dentro de la UE. Las multinacionales se ahorran unos 22.000 millones de euros que deberían estar en las arcas del Estado de diferentes países, cuando canalizan los beneficios de sus filiales a través de Holanda, antes de que ese dinero regrese a las cuentas de la empresa matriz. Lo consiguen con “el sándwich holandés” mediante el cual los flujos de dinero fluyen a través de “empresas buzón” (oficinas físicas sin empleados ni actividad real) creadas por las propias multinacionales en los Países Bajos. Esos fondos disfrutan de un “baño de reducción de impuestos” totalmente legal en dicho país y, dado que la mayoría de los países europeos tienen normas que dificultan el envío de las ganancias directamente a paraísos fiscales, las empresas las trasladan primero a Holanda, donde se gravan con impuestos muchísimo menores que los que corresponderían, de haber declarado los ingresos en el país de la sede real. Una vez legalizadas de esta manera, las ganancias ya se pueden trasladar al paraíso fiscal elegido por la empresa, donde engrosarán el capital limpio.
Pero también es un contrasentido que un país como España, medalla de oro al desempleo en Europa durante décadas, con un problema estructural grave en su sistema de pensiones, y con una enorme bolsa de economía sumergida que no paga impuestos, se ofenda porque quien le va a prestar dinero le pida que justifique en qué se lo va a gastar. Sánchez lo quiere todo: copiosos fondos europeos y, al mismo tiempo, manos libres para hacer lo que considere oportuno, lo que es un verdadero contrasentido en una UE que se ha construido sobre leyes y reglamentos. Otra cosa es que esas normas luego se cumplan en la realidad, y en ese continuo incumplimiento España es también medalla de oro año tras año..
Se trata, por lo tanto, de un debate ciertamente maniqueo que oscurece la verdadera noticia, que no es otra que la aprobación de un fondo europeo que supone un primer avance verdaderamente significativo en la Unión Fiscal. A los 27 les va a unir a partir de ahora una DEUDA COMÚN de unos 750.000 millones de euros, por primera vez la UE se va a endeudar de forma mancomunada, algo que hace apenas seis meses parecía imposible.