¡¡¡ EL VIRUS: LOS JUBILADOS SOMOS SUPERHÉROES !!!

Algunas declaraciones frecuentes están sugiriendo un sacrificio de nosotros, los de la tercera y cuarta edad, a favor de las generaciones venideras: MORS TUA, VITA MEA. ¡Y parece que el maldito virus les está haciendo caso!

Analizando bien esta guerra contra los ancianos nos damos cuenta de que no se trata solamente del miedo a quedarse sin dinero para pagar las pensiones. Pensiones sagradas que se les deben a quienes durante décadas de trabajo honrado fueron consignando sus cuotas para asegurar su vejez.

La pensión de jubilación no es un acto de generosidad del Estado, ni siquiera un gasto social.La pensión de jubilación es un derecho de quien ha cotizado para asegurar su percepción, si es que llega a la edad reglamentaria, habiendo cumplido unos requisitos. Y la relación entre asegurador (Estado/Seguridad Social) y asegurado (jubilado pensionista) debe ser la misma que tendría si éste hubiera suscrito una póliza con cualquier entidad aseguradora para dicho propósito. Quiérase o no, aquí hay una relación jurídica entre un acreedor (jubilado) y un deudor (asegurador del sector público: el Estado/Seguridad Social).

A propósito (o no), los art. 142 y siguientes del Código Civil regulan la obligación de dar alimentos a los padres y se establece que en esa obligación se incluye todo lo que sea indispensable para el sustento, habitación, vestido y asistencia médica

No, la frase MORS TUA, VITA MEA trata en el fondo de un descubrimiento que pone la piel de gallina a nuestros jóvenes herederos y líderes políticos: nosotros, los viejos, tenemos superpoderes. La jubilación no es sinónimo de inactividad. Al contrario, podemos seguir manteniendo una importante actividad, contribuyendo al desarrollo económico y social.

En el ámbito más cercano (y quizás más importante) que es el familiar somos auténticos superhéroes. A veces, nuestro recurso de jubilación ayuda a mantener la familia en tiempo de crisis, tenemos experiencia en el cuidado de los niños, hacemos trabajo social, sabemos de economía familiar,…

La vejez es la condición natural y necesaria para intensificar las propias características únicas e irrepetibles, que constituyen el sentido auténtico de nuestra existencia… la condición adecuada para convertirnos en la figura sabia, a quien cada cultura confía la transmisión de la mejor tradición y el conocimiento sosegado.

Comúnmente se divide la vida de una persona en 3 fases: la fase del “agua” de 0-25 años, período de crecimiento, descubrimiento y estudio mundial; la fase del “fuego” de 25- 55 años, período de trabajo y formación de la familia; la fase del “aire”, después de los 55 años, el período en el que los niños han crecido, se ha alcanzado el pico del trabajo, puede dedicarse a cultivar sus intereses y profundizar su espiritualidad para prepararse a conciencia para la muerte, resultado natural de una larga vida.

Abuelos y nietos: ¿una relación confinada?

Vivimos en situación de crisis desde hace un par de meses. Una situación que nos ha obligado a cambiar la forma de vida restringiendo buena parte de nuestras libertades, entre ellas la de mantener un contacto físico próximo con las personas que queremos ante el confinamiento en nuestros hogares.

En las últimas décadas, especialmente durante el último tercio del siglo XX, se han producido una serie de cambios sociales que han derivado en la reestructuración de las unidades familiares. La incorporación de forma definitiva de la mujer al mercado laboral en España, la tasa creciente de separaciones y divorcios, el aumento e integración de los distintos modelos familiares han sido algunos de estos cambios.

Por otra parte el aumento de la esperanza de vida ha permitido que los abuelos puedan llegar a convivir con sus nietos hasta cuatro décadas. Esto les convierte en los candidatos perfectos a ocupar un papel central en la mencionada reestructuración familiar, especialmente en lo que compete al cuidado y crianza de los nietos. Los abuelos de 60-70 años suelen estar ya jubilados y tienen todavía la suficiente energía para relacionarse activamente con sus nietos. Incluso, según estudios gerontológicos rigurosos, los nietos consideran a los abuelos casi como padres sustitutos.

Los abuelos han pasado a desempeñar funciones tan cruciales con sus nietos como educarles, ser agentes de socialización, ser transmisores de valores y de la historia y tradiciones familiares, mediar entre estos y sus padres, jugar con ellos, ejercer de modelo, ser confidentes y, algo fundamental que en el momento actual adquiere mucha relevancia: intervenir en tiempos de crisis ofreciendo apoyo psicológico, económico y social.

En estos momentos crueles pueden aparecer los sentimientos de ambivalencia pues por una parte, existe el miedo objetivo a enfermar teniendo contacto con otras personas (también nietos) y, por otra, el deseo y, en algunos casos la importancia, de estar y compartir con los nietos para cubrir las necesidades afectivas y cumplir la función, antes mencionada, de hacer de pilar en momentos de crisis.

La incertidumbre está servida: ¿qué debería prevalecer? Se confronta la propia supervivencia frente a la protección de los seres más queridos. Incertidumbre que se suma a la derivada de la propia situación de crisis: ¿cuándo vamos a poder desconfinarnos?, ¿cómo será la famosa “nueva normalidad”? Son preguntas que generan ansiedad y, en caso de obtener una respuesta demasiado dura, pueden llevar a un sentimiento de tristeza, inutilidad y una sensación de desesperanza.

Disponer de una red social potente puede ser en estos momentos una clave para minimizar la soledad y seguir disponiendo de los beneficios que aportan los nietos: ayudar a romper la rutina y ofrecer la oportunidad de vivir experiencias y sentimientos nuevos. En definitiva, los nietos contribuyen a aumentar el estado de ánimo y la autoestima que a largo plazo puede suponer un incremento en la esperanza de vida.

En los actuales momentos tristes y duros a Pablo, de 12 años, no solo se le ha roto su rutina de visitar a su abuelo en una residencia, también se le ha roto el corazón al no poder compartir esos momentos tan únicos. Su madre le ha animado a escribirle una carta que ha titulado:  «Abuelo, me alejan de ti y estoy enfadado«.

Hola, abuelo. Los papás no me dejan salir de casa. Dicen que hay un virus en la calle y nadie sale porque puede ponerse enfermo. No puedo ir al cole ni jugar con mis amigos.

Abuelo, me alejan de ti y estoy enfadado.

Anoche escuché a mamá decirle a una amiga por teléfono que se sentía agobiada y triste por lo que viene, por mí… Decía que su jefe probablemente la despedirá. Papá sigue trabajando repartiendo comida al súper. Lleva una mascarilla.

A mamá le duele que estés solo. Nos han prohibido ir a verte. Asegura que eres fuerte y estarás bien atendido.

Abuelo, no podemos abrazarte y acariciarte la cara.

Dicen que están buscando una vacuna y mientras los médicos y enfermeras nos ayudan y curan. Esto es como una prueba, como un juego de la Play. Hay que pasar diferentes fases hasta que ganas la partida.

Ahora me siento un poco como tú, abuelo, encerrado en mí mismo y entre cuatro paredes. No podemos hacer lo que queramos. Solo pienso en el momento de volver a vernos y volver a abrazarte y besarte. Eso sí cura cualquier pena. Espérame, ¿vale?, no te olvido”.

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