Los mayores de 52 años están en una fase de su vida especialmente vulnerable si se quedan en el paro. Las empresas son reticentes a contratar trabajadores mayores debido a que se encuentran cerca de la jubilación y no aprenden tan rápido como trabajadores más jóvenes. Esta es, básicamente, la justificación para que exista un subsidio para parados mayores de 52 años, una vez que hayan agotado su prestación contributiva por desempleo.
El subsidio está dirigido a personas que hayan cumplido 52 años, hayan agotado el paro y se encuentren inscritos como demandantes de empleo. Este subsidio es bastante escaso, en 2024 es de 480 euros al mes (el 80% del IPREM) Pero el diseño de este subsidio trae incentivos muy perversos, sobre todo para los que están más cerca de la jubilación. A los que lo reciben no les interesa, para nada, volver a trabajar.
Un requisito para solicitar esta prestación es tener un mínimo de tiempo cotizado previo. Son 15 años cotizados, al menos dos de los cuales deben estar comprendidos en los últimos 15 años. Asimismo, durante tu vida laboral debes haber cotizado por desempleo durante un mínimo de seis años.
El diseño del subsidio
Este subsidio tiene tres particularidades que desincentivan el trabajo. La primera es que para ser candidato a recibirla se tienen en cuenta los ingresos individuales, no familiares. Esto contrasta con otros subsidios. Es decir, una familia con buenos ingresos pero una persona mayor de 52 años en desempleo sin rentas propias que superen el límite del 75% del SMI podría cobrar este subsidio.
La segunda es que el subsidio no tiene una duración determinada, sino hasta que vuelva a trabajar o llegue la jubilación. Como hemos comentado no es una gran cuantía pero es constante, no como por ejemplo la prestación de desempleo contributiva que va reduciéndose hasta desaparecer para incentivar la búsqueda activa de empleo.
Y la tercera particularidad, y quizá la más relevante, es que la recepción del subsidio lleva asociado la cotización a la Seguridad Social por un 125% de la base mínima. Es decir, de cara a la jubilación solo saldría a cuenta trabajar de nuevo si se tratara de un sueldo que fuera superior al 125% de la base mínima de cotización. Es decir, para los grupos de cotización más frecuentes no le saldría a cuenta aceptar un empleo de menos de 20.000 euros al año.
Los que dicen los datos
Todo esto incentiva la no vuelta al trabajo. Sin embargo siempre que hay que contrastar lo que nos dice la intuición con los datos. Y los datos son muy claros: los mayores de 52 años una vez que se quedan empleo buscan empleo mucho menos que los más jóvenes.
El 175% de los mayores de 60 años que se declaran buscando empleo cobran una prestación o subsidio por desempleo. ¿Cómo puede este número ser mayor que el 100%?
Pues porque en la Encuesta de Población Activa (EPA), que es la que da los datos de paro, muchos que cobran el subsidio declaran que no están buscando trabajo, a pesar de que para cobrarlo tienen que decir que sí lo están haciendo. Es decir, tenemos a un grupo numeroso de gente que simplemente está esperando a llegar a la edad de jubilación ordinaria, cobrando este subsidio, y sobre todo cotizando para no perder pensión en el futuro.
La mitad de los parados son ya mayores de 50 años y de difícil colocación
Casi la mitad de los parados españoles tienen escasas posibilidades de volver al mercado laboral. En concreto, el 46 % de los parados registrados en los Servicios Públicos de Empleo son mayores de 50 años, lo que los sitúa en una órbita de difícil recolocación, tal y como muestran los datos recabados por la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (CEOMA).
Los datos oficiales muestran una peligrosa cronificación del paro y lo cierto es que los contratos realizados a los mayores de 55 años no alcanzan el 9 % del total. Además, el 46 % de todos los parados se acercan peligrosamente a esa edad o ya la superan. Estamos condenando a este tramo de edad al subsidio durante más de diez años”.
La situación que se está creando hace que estas personas pierdan la esperanza de reincorporarse al mercado de trabajo, y que su única alternativa sea percibir un subsidio hasta alcanzar la edad para acceder a la jubilación aunque a estas personas les quedan más de 15 años como activos.
La manera ordinaria de abandonar el desempleo es mediante un contrato, y esta es la prueba más evidente de cómo el edadismo está inmerso en nuestro mercado laboral: no alcanza el 10 % el porcentaje sobre el total de los contratos que se realizan a mayores de 55 años. No podemos abandonar a los séniores, ni seguir incrementando la edad de jubilación y, por tanto, mantenerlos más tiempo en el desempleo
Cada vez nuestro estado de bienestar está más enfocado en tener contentos a los más mayores y que los jóvenes simplemente paguen la fiesta. Una persona de 52 años todavía tiene mucho que aportar al mercado laboral y el sistema no debería incentivar que desaparecieran.