EL ESTADO SE BENEFICIA DE LA INFLACIÓN Y LA TRACA FINAL DE SÁNCHEZ NO SIRVE PARA COMBATIRLA

Tras un debate del estado de la nación, enmudecido por el silencio obligado de Alberto Núñez Feijóo, el presidente del Gobierno ha conseguido un ‘triunfo’ especial, o más bien circunstancial, gracias a una clara escenificación populista, que carga contra unos supuestos señores que fuman puros en oscuros cenáculos y a los que hay que subir los impuestos porque se forran con nuestro dinero, pero el que realmente se forra con el incremento de los precios, y a la sazón del IVA, es el propio Estado, es decir, el Ejecutivo, pero nada dice de rebajar la carga fiscal a las familias. Sánchez siguió la senda que le propusieron sus socios radicales: más izquierda y más radicalidad, incluso igualando los principios que propone Unidas Podemos.

 

Nadie cree que el Gobierno sea capaz de combatir la inflación, por la sencilla razón de que si la inflación se pudiera frenar regalando abonos de tren, ya no existiría. Las cosas son algo más complicadas y exigen algo más de inteligencia por parte de los gobiernos.

Este primer balón de oxígeno del debate acerca del estado de la nación, le permite, al menos, jugar con mayor tranquilidad durante el verano y la rentrée vacacional. El gran acierto político e ideológico consiste en convencer a los ciudadanos de que la pobreza que sufren ahora y sufrirán los próximos meses no es culpa de las medidas del Gobierno español sino de Putin.

 

Las pretendidas subidas de impuestos a las eléctricas y a las entidades financieras anunciadas estos días, son de momento eso, unas supuestas intenciones y medidas que no están contabilizadas ni programadas. Todo golpe o tropezón financiero, salvo que se pretenda sumir en la pobreza a la sociedad, con el propósito de subyugarla con subsidios, es un mal augurio y una mala noticia para todos.

 

Aunque el abandono de los postulados de la socialdemocracia perpetrado por el presidente del Gobierno complica las posiciones de muchos votantes socialistas que confiaban que existía una vuelta a la ortodoxia del partido, pero tras la actitud de estos días todo indica que hay un claro regreso al más puro ‘sanchismo’.

 

El gran problema de Sánchez es pensar que haciendo lo contrario que hizo Zapatero, o sea, aceptar la crisis y encajar los problemas, las cosas le irán bien a él, pero que La Moncloa anuncie a bombo y platillo, como si fuera una buena noticia, que el otoño y el invierno serán muy duros y crueles para la economía y para las olas de frío que puedan venir, si el gas ruso sigue sin aparecer, no es una saludable estrategia para frenar el malestar social y electoral de los españoles.

 

Sánchez no puede obviar que la economía es lo que determina el bienestar más directo de los votantes, y si un Gobierno, por muchas justificaciones que tenga, no es capaz de frenar los problemas del bolsillo, la alarma empezará a sonar. Si algo hemos oído estos días de manera insistente, es que la situación económica en los próximos meses será terrible y los ciudadanos deberemos apretarnos mucho el cinturón para sobrevivir; pero de momento nadie ha oído ni escuchado que hará el Gobierno para apretarse él su cinturón, que es el nuestro.

 

O es que acaso un Gobierno “progresista” puede exigir sacrificios a su población mientras él ignora recortarlos.

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