La votación de la reforma laboral acabó saliendo aprobada por un solo voto y además un voto “equivocado”. Vimos que Meritxell Batet había anunciado por error la derrota del decreto, que los dos diputados de UPN habían desobedecido a su partido y votado en contra y que un diputado del PP se había equivocado con el voto telemático y votado a favor.
En los segundos posteriores al error de Batet, Pedro Sánchez gira la cabeza hacia un lado, hacia el otro y hace un gesto de ‘espera’. Batet rectifica y anuncia la ratificación de la reforma. 175 votos a 174. La euforia se desata en los escaños del PSOE y Unidas Podemos. Calviño, Díaz y Montero se abrazan como si hubieran ganado el Mundial. Cuca Gamarra se levanta para comunicar que uno de sus diputados ha sufrido un error del voto telemático fuera de la Cámara. Batet no le hace caso y levanta la sesión.
EL DEBATE PARLAMENTARIO
Muchos daban por muerta a Yolanda Díaz, o como mínimo gravemente herida pues la votación de la reforma laboral iba a crear un abismo entre el Gobierno y los partidos nacionalistas que le prestan apoyo en la Cámara. Es más, iba a desautorizar a la abogada laboralista y hoy vicepresidenta que nunca más podría presentarse como defensora de los trabajadores. Parecía que se presentaba a su ejecución sumaria.
Yolanda Díaz se lo jugaba todo a la carta de esta reforma laboral y en realidad el único error claro de Díaz había sido su viaje a Barcelona para reunirse con el president Aragonès y el conseller Torrent, pensando que podía hacer una envolvente a Rufián, pero pronto comprobó que no era el caso.
Iba a ser el día de Yolanda Díaz, para bien y para mal. Después de amarrar un acuerdo con la patronal y los sindicatos, la vicepresidenta segunda no se imaginaba que ERC y Bildu le amargarían la jornada “estrella” con unos reproches que amenazan la viabilidad de su proyecto político personal como futura presidenciable.
Yolanda Díaz comenzaba el debate sola en su escaño y lo terminaba acompañada de Nadia Calviño, su gran enemiga en esta batalla. La soledad de Yolanda Diaz era evidente y hasta por la tarde no han aparecido por el Congreso sus compañeras de filas, Irene Montero y Ione Belarra, que han dejado sola a su vicepresidenta a la hora de presentar su medida estrella.
El discurso de Yolanda Díaz y su silencio deliberado sobre ERC, ya anticipaban lo que después escenificaría el propio Gabriel Rufián con su dura intervención: la ruptura de la mayoría de gobierno Frankenstein que aupó a Pedro Sánchez a La Moncloa y que por primera vez ha votado dividida.
La vicepresidenta optó en su discurso por elegir al Partido Popular como su adversario de forma persistente, y no a los partidos de izquierda que votaron luego contra la reforma. Quería que su duelo principal fuera con Gamarra y no con Rufián. Que no pareciera que la reforma fuese una concesión vergonzante.
La ministra de Trabajo presumió de que estamos ante el intento más sólido para atajar la precariedad laboral en España y comenzó con los datos de empleo de enero que indican un aumento de la contratación indefinida hasta un número nunca visto, el 15% del total de los contratos.
Evidentemente, defendió la ultraactividad que prorroga un convenio hasta que se acuerde el siguiente y que ayuda a explicar el apoyo de UGT y CCOO. Eso y el fin de la prioridad de los convenios de empresa son en realidad dos de las grandes novedades de la reforma.
Cuca Gamarra tenía que defender la posición del PP. Eso no impidió a Gamarra decir que había visto insegura a Díaz metiendo el dedo en la herida: “Sabe que hoy ha traicionado a los suyos. Usted llegó aquí como la líder de los piquetes y hoy para todos ellos está al frente de la troika“,.
La portavoz de Ciudadanos, Inés Arrimadas, afirmó que su voto positivo pues “Es una norma se parece muy poco a lo que prometía Sánchez y lo que prometía Podemos y entierra muchas de las soflamas que había hecho la izquierda respecto a la normativa laboral”
Rufián atacaba centrándose en cuestiones de fondo, las que se han quedado fuera del decreto, como la indemnización por despido improcedente y los salarios de tramitación
Vox reprochaba al Gobierno “reforzar el papel” de los sindicatos con esta reforma, en perjuicio de las empresas y los trabajadores. “Esta reforma vela únicamente por los intereses de los sindicatos de clase y el Ibex-35“, decía, reprochando al Gobierno olvidarse de los trabajadores, las pymes y los autónomos.
El final del esperpento es que la reforma laboral ha salido adelante, por carambola en el tiempo de descuento, sin gran parte del bloque de investidura De la izquierda, solo Más País y Compromís se pasaron al SÍ, mientras que de ‘la derecha’ lo hicieron Ciudadanos y un providencialmente despistado diputado del PP. Ni ERC, ni PNV, ni Bildu, ni la CUP ni BNG han pasado por el aro de la convalidación de este decreto-ley.
Al final, los números son los que son y pocos días pueden llegar a ofrecer espectáculos tan caóticos como los vividos en la tarde del jueves. Una votación clave ganada por un voto de diferencia, y por cortesía de un diputado que se equivocó con el ratón del ordenador, y el “killer” (en palabras de Arturo Pérz-Reverte) Sánchez disfrutando disimuladamente de un nuevo cadáver en su entorno.
EL “CADÁVER” DE YOLANDA DÍAZ
Pedro Sánchez ya tiene otra muesca en su daga: Yolanda Díaz, la ministra que desde hace meses se venía creyendo la nueva musa de la izquierda a lomos de una reforma laboral que iba a cambiar la historia de este país. Como con otras de sus ‘víctimas’ –que pregunten a Carmen Calvo, a José Luis Ábalos o a Iván Redondo- el ‘killer’ de La Moncloa dejó a su ministra pavonearse, tejer alianzas, que escribieran de ella que era “la nueva esperanza de la izquierda”.
Durante semanas, Díaz se vanaglorió de haber tejido un apoyo histórico en torno a “su” reforma laboral mientras publicitaba por media España su nuevo “espacio transversal de izquierdas”, que de sur a norte y de extrema izquierda a centroizquierda, iba a llevarla en volandas hasta Moncloa.
Yolanda Díaz se embarcó, primero, en un pulso público contra la vicepresidenta Nadia Calviño para asegurar que el texto era una derogación en toda regla de la norma del PP. Después, se dedicó a pasear su proyecto de frente amplio para la nueva izquierda por los territorios: en Cataluña, con Ada Colau, que la quería hacer “presidenta del Gobierno de España“; en la Comunidad Valenciana, con Mónica Oltra; en Madrid, con Mónica García y en el País Vasco, con los críticos con la dirección de Podemos…
Como Ícaro, Yolanda Díaz voló demasiado alto, demasiado cerca del sol, y ha terminado por quedarse sin plumas. Los socios del Gobierno en Madrid han visto en ella una mujer demasiado ambiciosa que podía amenazarles en sus territorios. Gabriel Rufián y ERC fueron los primeros en denunciar que la reforma laboral, como decía Calviño, no era una derogación sino “un mero maquillaje”. Tras él, vinieron los cachorros de la CUP y los bildutarras en el País Vasco, que tampoco apoyarían la norma de Yolanda Díaz, formalmente, por no respetar la prevalencia de los convenios autonómicos sobre los que apoyen los sindicatos de base. En el fondo, temían que un éxito de Díaz con esta ley diera alas a su proyecto en Cataluña y País Vasco y amenazara la cuota de poder de la izquierda independentista. Y exigieron lo imposible y lo que Sánchez y Calviño habían garantizado: que el texto no se tocaría (o Bruselas amenazaba con frenar los fondos europeos, la respiración asistida imprescindible para que Sánchez intente sobrevivir en La Moncloa).
Los socios naturales le retiraban su apoyo; ‘su’ reforma saldría con los votos “de la derecha” . Una reforma apoyada por Ciudadanos, PDeCAT y -en teoría- por UPN no podría ser vendida como la ‘reforma Díaz’: era la reforma de Sánchez y Calviño, que el día de la votación se vanagloriaba en las emisoras de radio mientras Díaz se lamentaba en la tribuna del Congreso de la falta de apoyo de sus socios.
Para redondear el sainete, un error de un diputado del PP por Cáceres que votó ‘sí’ por error desde casa inutilizó el ‘gesto’ de última hora de los dos congresistas de Navarra Suma a los que UPN les obligaba a apoyar la reforma. Su falló salvó el trámite.
Sánchez tiene, pues, una muesca más en la empuñadura de su daga y ha girado a la derecha para sobrevivir y para entregar a Bruselas una reforma “sin tocar una coma”, como prometió a los empresarios. ERC y Bildu, con su ‘no’, han despojado a la reforma laboral el marchamo de ley de izquierdas para proteger su ‘negocio’ en Cataluña y País Vasco, no vaya a ser que en unas generales, la izquierda tuviera la tentación de votar al proyecto de Díaz.
En Podemos, Irene Montero y Ione Belarra –marginadas por Díaz en el primer acto en Valencia en el que presentó su proyecto- abandonaban este jueves su escaño antes de que concluyera la exposición de la vicepresidenta. Durante los aplausos, sus escaños estaban vacíos. A Yolanda le quedan para crear su espacio los dos grandes sindicatos -a los que casualmente ha duplicado la subvención en los últimos dos años-, Colau, Oltra y Mónica García. Demasiado poco para seguir haciendo “cosas chulísimas”. Y mientras, Sánchez pone su mejor sonrisa y guarda la daga. Hasta la próxima.