El contexto en el que se celebra este año el Día Internacional de la Mujer nos recuerda que las grandes crisis (la pandemia y ahora la guerra de Ucrania) conllevan siempre grandes amenazas para los derechos y reivindicaciones de las mujeres.
La violencia machista, la precarización, las dificultades para ocupar posiciones de poder y la lucha constante contra unos estereotipos de género que pretenden limitar el crecimiento personal y profesional de las mujeres son retos incuestionablemente compartidos por la totalidad de la agenda feminista, más allá de las discrepancias internas del movimiento. Una desigualdad que no solo lastra a la mitad de la población, sino que resta creatividad, ambición y capacidad al conjunto de la sociedad.
El 53% de las personas paradas en España son mujeres. Aunque la brecha salarial se ha recortado levemente, los hombres siguen ganando más que las mujeres. Las mujeres dedican más del doble (un 67%) de tiempo que los hombres a actividades no remuneradas. Si se formalizara, equivaldría a más de 977.000 empleos anuales a jornada completa.
Pero, lamentablemente, este 8-M las manifestaciones feministas se desdoblarán en buena parte de la geografía española. Las diferentes posturas sobre la ‘Ley Trans’ (el derecho a cambiar el nombre y el sexo en el DNI sin necesidad de aportar informes médicos ni tratamientos hormonales) que algunas consideran que pone en peligro las políticas públicas de igualdad, han exacerbado el debate hasta dificultar el entendimiento. Por ello en muchas ciudades españolas, por primera vez en la historia del 8 M, habrá dos manifestaciones recorriendo sus calles.
La marcha principal (“la oficial”) es la organizada por la Comisión 8M. A ella acudirán los miembros del gobierno, organizaciones sociales y sindicales. Del otro lado está el Movimiento Feminista, una confluencia de las organizaciones feministas españolas abolicionistas del género, de la prostitución, de la pornografía y de los vientres de alquiler
Pero, más allá de las diferencias que lamentablemente escinden el movimiento feminista, son muchos más, y de más peso, los puntos que deberían servir de confluencia para remar en la misma dirección, avanzar hacia una paridad real e impedir las situaciones de exclusión que viven millones de mujeres.
El feminismo no es un concepto unitario sino que engloba diferentes modalidades de una lucha que comparte un mismo fin. Deberíamos recordar que feminismo no es odiar a los hombres, ni querer la supremacía de las mujeres. La Real Academia Española (RAE) define el feminismo como “el principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre así como el movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del feminismo”
El feminismo no busca la superioridad de la mujer respecto al hombre, sino que es la ideología que defiende la igualdad en aspectos sociales, culturales y económicos entre ambos sexos. A pesar de ello, la similaridad semántica de la palabra con el concepto de machismo hace que en muchas ocasiones adquiera un significado incorrecto en el que se la considera una especie de ‘antónimo’ de esta. En ese sentido, el error de interpretación más habitual del concepto ‘feminismo’ lo hace adoptar el significado que actualmente ostenta la palabra ‘hembrismo’. El ‘hembrismo’, que no es un concepto recogido todavía por la RAE, es popularmente conocido como la palabra equivalente al machismo aunque en sentido contrario. Así, el ‘hembrismo’ impulsa la preponderancia de la mujer, mientras que el machismo privilegia al hombre y ninguno de los dos apuesta por la igualdad de género.
El verdadero enemigo del feminismo, en cualquiera de sus diferentes modalidades, es el patriarcado que es la manifestación e institucionalización del dominio masculino sobre las mujeres y niños de la familia, y la ampliación de ese dominio sobre las mujeres de la sociedad en general. El patriarcado es todo un sistema históricamente construido que se basa en la supremacía del varón que ejerce un liderazgo indiscutible sobre el poder o la propiedad, perpetuando el control de sus recursos mediante prácticas de violencia.