«La vida siempre está llena de dudas, acertijos y adivinanzas. Sabemos que el tiempo se acaba y eso da un sabor agridulce, pero es imposible negar que con los años eres más consciente de lo maravilloso que es vivir. Es un sentimiento inexplicable: la exaltación de la vida.»
Las estadísticas de empleo nos hablan de una Población Activa de 23.260.000 personas y de ellas 20.065.000 trabajando. En la vorágine de la actualidad la España actual cuenta con la JUVENTUD mejor preparada de nuestra historia que se enfrenta al hecho de que el desempleo juvenil en España y buena parte de ellos, probablemente la más capacitada, ha abandonado España hacia otros países de la UE donde la media de paro es menor y los salarios más dignos.
La adopción eficaz de medidas para corregir esta calamitosa lacra debería ser una prioridad de cualquier sociedad y de cualquier gobierno. Prioridad que no puede lograrse ni de cualquier forma ni a cualquier precio, concretamente inmolando en aras de la modernidad, del progreso ni de la JUVENTUD a generaciones anteriores de españoles que hoy se integran en las denominadas «CLASES PASIVAS», con su justo derecho a percibir una jubilación, por lo que han pagado y no se les regala, pues durante décadas fueron las “CLASES ACTIVAS” con cuyo trabajo y esfuerzo se realizó el milagro de llevar a España del atraso secular con que inició el pasado siglo a la undécima potencia mundial. Y no pasemos por alto que, en los últimos años, ha sido gracias a esas pensiones de las clases pasivas que miles de familias con todos los miembros en edad de trabajar parados han podido sobrevivir.
Es doloroso ver la progresiva –que no progresista- glorificación de la JUVENTUD como “valor tipo” frente al paulatino desprecio social de la figura del ANCIANO a quien se arrincona con sus grandes cualidades, entre las que sobresale la experiencia que, a decir del refrán “es la madre de la ciencia”. Así, a los ojos de muchos jóvenes, las opiniones de los mayores han pasado del necesario fundamento de nuestra memoria colectiva a simples “batallitas del abuelo” La Historia enseña que la experiencia acumulada de los ANCIANOS supuso la revolución más significativa del ser humano: la que arrancó al homínido de la estructura animal de la manada para conformar el universo orgánico de la tribu, haciéndole descubrir una ley más adecuada a su capacidad de raciocinio distinta de la ley del más fuerte que, de alguna manera vuelve a imponerse, aunque ahora la fuerza no estribe en las fibras musculares sino en los mercados. No debemos olvidar que palabras vinculadas a la autoridad, como “senado” o “señor” provienen del latín SENIOR traducible como ‘de edad más avanzada’.
Ignorar esto es el mejor y más directo camino de regreso a la animalidad Si, como parece estar arraigado en el origen de los movimientos de indignados, todo lo ya instituido y experimentado es corrupto, no es de extrañar que la juventud moderna colija que todo lo nuevo, lo que está por instituir pueda ser puro. Axioma de eficacia demagógica pero viciado en su origen, no sólo por la mendacidad de la premisa inicial si no porque no hay una proporción verdadera entre los términos: no sería verdad que todo lo que queda por hacerse fuera siempre bueno ni aunque se admitiera que todo lo ya hecho no lo fuera.
Fuere como fuere, lo tristemente cierto y lamentable es que en estas generaciones de nuestra JUVENTUD triunfante en su apoteosis de individualismo liberal, late el germen de un desprecio a los ANCIANOS, escasamente rentables para quienes desprecian la experiencia, la autoridad, el magisterio, el servicio prestado… El hombre no se mueve por instintos, posee conocimiento y sabiduría, y esto sólo puede transmitirse y agrandarse con el esfuerzo de generaciones progresando juntas. Es la obra de MAESTROS y DISCÍPULOS.
Los conflictos generacionales no son algo nuevo. Así, escrito en un vaso de arcilla con más de 4000 años de existencia descubierto entre las ruinas de la antigua Babilonia, leemos: “Esta JUVENTUD esta malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes. La juventud de hoy no será capaz de mantener nuestra cultura”. De modo similar, nada menos que Sócrates decía que “nuestra JUVENTUD gusta del lujo y es maleducada, no hace caso a las autoridades y no tiene el mayor respeto por los MAYORES de edad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos. No se ponen de pie cuando una persona anciana entra. Responden a sus padres y son simplemente malos”.
Los MAYORES de hoy fueron JÓVENES en su día, y los jóvenes de hoy serán los mayores de un mañana no tan remoto como creen. Por eso, hoy como siempre, haya que aunar en una simbiosis fundamental los esfuerzos, la experiencia y la esperanza, como la certeza y la ilusión que están inextricablemente unidas aunque pueda parecer que se enfrentan.
Sin despreciar lo antiguo ni idolatrar lo nuevo, debería comprenderse, como lo comprendió en su día la austriaca Josephine Knorr, que “Las iniciativas de la JUVENTUD valen tanto como la experiencia de los VIEJOS”.