“El Gobierno de la gente”, es el lema de la campaña con la que los socialistas tratarán de llegar a todos los rincones de España para explicar lo que se está haciendo y Pedro Sánchez, amenaza a la gente con una treintena de actos de aquí a final de año en calidad de secretario general del PSOE con la que los socialistas buscan recuperar el contacto directo con la ciudadanía y comunicar mejor lo que se ha hecho hasta ahora y sus planes de futuro. La campaña arrancará el próximo 3 de septiembre en Sevilla
Sánchez ha decidido remontar la antipatía que genera con más presencia pública directa, sin intermediarios, estrechando manos de desconocidos y llaman a la campaña “el gobierno de la gente”. Sánchez, abucheado en cada aparición pública, ahora se echa a una calle que echa pestes de un Gobierno que es el suyo y que está a un tris de echarse a la calle en un otoño que se avecina caliente. Sánchez se echa a las calles porque confía ciegamente en sus poderes encantatorios en las distancias cortas y aunque tiene sus tiempos libres de intervención en el Congreso, necesita, mucho más y muy distinto. «Piel con piel» han dicho en el PSOE que va a ir. Algún clásico del pueblo le puede recordar que «Obras son amores y no buenas razones».
Sánchez defiende que el problema de su impopularidad no es que se trabaje poco y mal, con nefastos resultados y perspectivas idiotas, no, es que se comunica mal y hace falta más pedagogía para convencer a los españoles, que somos unos descerebrados sin conocimiento de nada.
La idea es que gente a la que no convencen ni sus medidas de gobierno ni la gestión económica ni sus explicaciones parlamentarias ni los argumentos de la prensa partidaria va a caer subyugada por veinte segundos en las noticias con la musiquilla verbenera de fondo, los eslóganes enlatados y los aplausos enfervorecidos de un puñado de cargos orgánicos del lugar.
Saben que una de las características del votante progresista es la credulidad ante cualquier cosa que venga de su parroquia pues el progresismo actual es una (seudo)ideología construida como una religión civil. El progresismo para la felicidad universal es una cuestión de fe, y sus predicadores son santos de la causa a los que hay que creer y obedecer y al tiempo hay que vituperar e insultar al enemigo de religión y apóstata. El resultado es que Sánchez, como nuevo patriarca de la iglesia ortodoxa del progresismo, siempre tiene razón, nunca se equivoca, y si algo sale mal es por culpa de la indeseable derecha, de Putin, del cambio climático, de la prensa o de los señores que fuman puros en cenáculos.
Sánchez puede decir: “A la gente hay que decirle la verdad”, como afirmó cariacontecido este pasado junio, y quedarse tan ancho porque sabe que sus feligreses, tragarán con esa soflama. Si los socialistas andaluces son sentenciados por malversación y prevaricación en una trama de años, como en el caso de los ERE, el error no es del PSOE sino de los jueces, que ven delito donde solo hay bondad. María Jesús Montero, ministra de Hacienda, después de aplicar 42 subidas tributarias dice que el Gobierno “ha hecho la mayor bajada de impuestos de los últimos años”. Sin comentarios.
Sánchez parte de que solo la izquierda es el pueblo, de que la izquierda son los de abajo, los comunes, los que pagan, son los currantes que no llegan a fin de mes, los desahuciados, los que se agolpan en el metro, los que planchan su propia ropa, y ven un lujo comer en un búrguer, …, “son la gente”. Por eso es insultado cualquiera que dé las cifras de la inflación y el paro, o que describa nuestra situación internacional, o que llame la atención sobre la falta de políticas profundas de recuperación o de un plan energético más allá de ahorrar. Se pone muy cuando se muestra la distancia entre su discurso mágico y la cotidianeidad de la gente.
Arderán las calles para quemar vuestra mentira de que nos ibais a ayudar y decíais que erais de los nuestros.
Arderán las calles porque antes vosotr@s nos quemasteis con vuestras falsas promesas de igualdad
Arderán las calles porque vosotr@s, nos habéis declarado antes la guerra
