Es difícil saber en qué momento se comenzó a hablar en los últimos años sobre la crisis de la socialdemocracia. Muchos lo sitúan en las elecciones europeas de 2009. Los resultados electorales pusieron de manifiesto que la socialdemocracia tenía un problema. No solo el Partido Popular Europeo superó en 14 puntos porcentuales y 103 escaños al Partido Socialista Europeo, sino que además de los nueve Gobiernos progresistas, ocho sufrieron una derrota en las urnas (89 %), mientras que entre los 18 conservadores solo cinco fueron superados por la oposición (28 %). Por lo tanto, la derrota electoral sufrida por la izquierda europea fue muy dura.
LA CRISIS DE LA SOCIALDEMOCRACIA CUANDO MÁS LA NECESITAMOS
La popularidad de la socialdemocracia europea está al nivel más bajo desde los años 60 y ha caído de forma sistemática desde 2005. La lista de partidos en crisis se va ampliando; empezó con la casi desaparición del Pasok en Grecia, aunque el impulso de la socialdemocracia parece positivo a nivel europeo a la luz de las recientes victorias en Alemania y Portugal.
Lo más paradójico es que la agenda socialdemócrata centrada en la lucha por la igualdad política y económica y la estabilidad de los individuos es hoy, tras la pandemia y los efectos de la guerra en Ucrania, más necesaria que nunca. Para hacer frente a la creciente concentración de la riqueza en el 1% más rico de la población, el cambio climático o al aumento de la incertidumbre económica es necesario buscar nuevos equilibrios entre Estado y mercado.
Sin embargo, para liderar respuestas efectivas a estos retos, los partidos socialdemócratas históricos deberán reinventarse, promoviendo sectores públicos más transparentes, participativos y democráticos; desarrollando nuevas propuestas de política industrial; explorando nuevas opciones de política, poniendo más acento en la regulación del sector privado en numerosas áreas desde las finanzas a la salud; buscando nuevas formas de incorporar a los migrantes; y vinculándose de forma más activa a los movimientos sociales. Si no lo hacen, serán poco a poco reemplazados por nuevos partidos con mayor capacidad para impulsar estas agendas.
Cada país es un mundo pero existen algunas razones que explican los problemas estructurales que enfrentan estos partidos:
EL SOCIALISMO FRANCÉS, HECHO TRIZAS
La formación antaño hegemónica en la izquierda francesa se debate entre una sumisión duradera a Mélenchon o recuperar su autonomía para ser de nuevo el eje dominante. En la noche del 19 al 20 de enero, el primer secretario saliente del Partido Socialista (PS), Olivier Faure, fue declarado vencedor de las primarias celebradas para renovar el cargo con un 51,09 % de los sufragios emitidos y denunciando un fraude masivo que le habría perjudicado. Mucho contencioso procesal y político que ha convertido al PS en un lugar aún más irrespirable de lo que ya estaba, a raíz del resultado catastrófico, 1,74 % cosechado por su candidata, la alcaldesa de París Anne Hidalgo, en los comicios presidenciales de abril de 2022.
El verdadero problema del PS es más estratégico e ideológico siendo su dilema el seguir coaligado con el ecologismo radical y la izquierda extrema en el seno de la NUPES – Nueva Unión Política Económica y Social– o bien, intentar que el partido vuelva a ser eje y fuerza mayoritaria de toda la izquierda.
Los críticos del primer secretario, alegan que en la NUPES el partido no es más que un mero comparsa de La Francia Insumisa, la formación de izquierda extrema encabezada por Jean-Luc Mélenchon, el destructor del PS por su vertiente izquierda. Por la derecha, la tarea ha incumbido a Emmanuel Macron, que la ha ejecutado con éxito. Desde el sector moderado también dicen que, de acuerdo a la experiencia el poder solo se ha alcanzado cuando el PS ha sido la fuerza hegemónica de la izquierda. De ahí la necesidad de reconstruir una formación de corte socialdemócrata, reformista, dispuesta a llegar a acuerdos electorales y programáticos con el resto de las fuerzas de izquierda, pero desde la plena independencia orgánica.
RÉQUIEM POR EL SOCIALISMO ITALIANO
El día que Schlein se presentó como candidata socialista, en Roma, un amplio número de seguidores comenzaron a cantar espontáneamente el Bella Ciao, símbolo de los partisanos y la resistencia italiana durante la II Guerra Mundial. Precisamente ahí radica la crisis de identidad de un partido que no sabe muy bien quién es, pero sobre todo quién quiere ser.
El socialismo italiano (el partido demócrata -PD-) lleva un periodo amplio de debilidad, sin liderazgo claro. Tiene connotaciones reformistas y progresistas, que forma parte del Partido Socialista Europeo, pero no tiene tradición socialista. Cuando Craxi fue nombrado Premier en 1983, quienes hoy están en el PD entonces formaban parte de los comunistas (PC) y la Democracia Cristiana. Precisamente de esos dos potentes partidos, líderes durante toda la República italiana (1946-1994), quiso desmarcarse Bettino Craxi. Como secretario del PS estuvo casi veinte años (1976-1993), cuatro de ellos (1983-87) como presidente.
Si echamos la vista atrás, tras la guerra, con las elecciones del 48, el PC le arrebató el liderazgo de la izquierda al PS. Es curioso, porque el PS fue inicialmente la matriz de toda la izquierda italiana, pero a diferencia de otros países el comunismo eclipsó al socialismo y no al contrario. De hecho, se convirtió en el partido comunista más potente de toda Europa.
En los años 60 surge una generación de jóvenes -liderados por Craxi- con la necesidad de arrebatar el alma de la izquierda a los comunistas y moderniza el socialismo coqueteando con los liberales. La presidencia de Craxi en 1983 supone el primer Gobierno laico de las últimas décadas. Así se llega al escándalo Tangentopoli, la financiación ilegal de partidos políticos que se llevó por delante el sistema en 1992, lo que posibilitó el ascenso de un publicista de cierto renombre que venía de ganar Copas de Europa como presidente del Milán: Silvio Berlusconi
El destino ya estaba escrito. Con la Unión Soviética pidiendo a espuertas no morir tras la caída del Muro, Bettino Craxi se fugó a Túnez tras caer un conglomerado podrido que trajo múltiples suicidios y murió exiliado en África en el año 2000. El país, desde entonces, dejó de tener partidos políticos con ideales grabados a fuego. Lo de hoy son sucedáneos.
Con la fundación del PD, en 2007, desaparece incluso la palabra socialismo. Hay fenómenos recientes que confirman la defunción del socialismo italiano: en Italia el 40% de la población ya no acude a las urnas y el PD ha sido en muchas ocasiones el partido más votado en Parioli (barrio burgués de Roma). Es el enésimo epitafio, el último réquiem -eterno ya- por un partido que ya no sabe qué hacer para nacer. Si volver la vista a Marx o agrandar la bandera arcoíris.
LAS FASES DEL DUELO GRIEGO DEL PASOK
El sistema de partidos griego se vio afectado por la crisis de la deuda soberana y provocó una caída en picado de los socialistas de la formación Pasok, quienes perdieron su posición dominante a la izquierda en favor de la Coalición de la Izquierda Radical (Syriza), dirigida por Alexis Tsipras. Diez años después, la triste caída en desgracia del Pasok puede compararse con el paso por las cinco etapas del duelo.
Poco después de su victoria electoral de octubre de 2009, Papandreu, tras descubrirse que el déficit anual era del 12,5% en vez del 3,7% declarado, lo que era, una grave violación del Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE, optó primero por la negación, pero la negación dio paso al enfado por la falta de voluntad de los líderes europeos a la hora de asistir a un país en apuros y posteriormente el Pasok pasó a la fase de negociación y Papandreu renunció a su cargo de primer ministro. Al acercarse los comicios, las encuestas comenzaron a informar que Syriza, un partido electoralmente marginal de la izquierda radical, estaba en proceso de superar al Pasok, y los socialistas, desesperados por minimizar sus pérdidas, sustituyeron a Papandreu, pero fue en vano.
La aceptación, la etapa final del duelo, se afianzó después de las elecciones de enero de 2015. El Pasok cayó hasta su mínimo histórico del 4,7% y Syriza alcanzó su máximo también histórico, el 36,3% de los votos nacionales. Los socialistas, que han pasado por las etapas del duelo, han permanecido en la oposición durante más de siete años consecutivos, más que en cualquier otro momento de su historia. Hoy en día, el Pasok cuenta con posibilidades de gobernar, pero como un socio menor.
EL PSOE ACTUAL TIENE UN GRAN PROBLEMA: PEDRO SÁNCHEZ
Fundado en 1879 por Pablo Iglesias, durante cien años se definió como un partido de clase obrera, socialista y marxista, hasta el Congreso Extraordinario de 1979, en el que abandonó el marxismo como definición ideológica. El PSOE se vio seriamente afectado por la «crisis de las Internacionales». El triunfo de la Revolución rusa de 1917 y la creación de la Internacional Comunista (separada de la unitaria Internacional Socialista) provocó la ruptura del partido entre los partidarios de adherirse al Komintern (que finalmente se agruparían en el Partido Comunista de España, en 1921) y los sectores más moderados, mayoritarios, que permanecieron en la Segunda Internacional.
La colaboración socialista con la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1931) es considerada como difícil de entender desde la óptica actual. Francisco Largo Caballero (secretario general de la UGT y miembro de la ejecutiva del PSOE) llegó a tomar posesión de consejero de Estado en 1924. Durante el primer bienio (1931-1933) de la II República española el PSOE fue una fuerza fundamental en la coalición que sostuvo los gobiernos de Manuel Azaña, gestionando diversos ministerios.
La deriva radical del PSOE culminó en la Revolución de 1934, en la que el PSOE y la UGT lideraron un violento movimiento insurreccional que sólo triunfó en Asturias. En 1935, el PSOE participó en el Frente Popular, que aglutinaba a fuerzas republicanas de izquierdas, socialistas, comunistas y nacionalistas. Esta obtuvo un ajustado triunfo en las elecciones de 1936, pero su gobierno se vio interrumpido por el alzamiento militar del 18 de julio de 1936 y la posterior guerra civil.
Tras el triunfo de los rebeldes y el establecimiento de la dictadura franquista, el PSOE fue ilegalizado junto con el resto de partidos. De hecho, en los años del franquismo la actividad del PSOE fue muy limitada y el peso de la resistencia antifranquista recayó básicamente sobre el Partido Comunista de España. En los últimos años de la dictadura, el PSOE acometió una renovación generacional que se hizo efectiva en el Congreso de Suresnes de 1974, cuando Felipe González se puso al frente de la Secretaría General del partido
Tras la reinstauración de la monarquía parlamentaria en España, el PSOE se convirtió junto al Partido Polular en uno de los dos grandes partidos del panorama político, habiendo gobernado el país durante la mayor parte del régimen constitucional iniciado en 1978, con las presidencias de Felipe González (1982-1996), José Luis Rodríguez Zapatero (2004-2011) y Pedro Sánchez (2018-actualidad).
En julio de 2014, Pedro Sánchez se convirtió en el nuevo secretario general del PSOE, pero en octubre de 2016, tras la celebración de un tenso Comité Federal, presentó su dimisión. Finalmente, en junio de 2017 Pedro Sánchez consiguió de nuevo el apoyo mayoritario de la militancia en las primarias de su partido recuperando así su cargo orgánico. A finales de mayo de 2018 Sánchez anunció una moción de censura contra el presidente Rajoy que consiguió el apoyo mayoritario de la Cámara y se invistió automáticamente como presidente del Gobierno. Convocó elecciones generales en abril de 2019, en las que a pesar de salir victorioso con 123 escaños no logró formar gobierno y produjo la que sería la cuarta convocatoria a elecciones generales en menos de 4 años. En noviembre de 2019 vuelve a ganar las elecciones, obteniendo 120 escaños, tres menos respecto a los anteriores comicios y finalmente es investido presidente en enero de 2020, formando el primer gobierno de coalición de la historia de la democracia española, con Podemos.
España vive una situación de crisis constante, que al malestar económico solapa el aventurerismo político. Dos acontecimientos súbitos e inesperados –la pandemia y una guerra a las puertas de Europa– han hecho que la situación tome un giro de imprevisibles consecuencias El PSOE poco a poco ha perdido el favor mayoritario de los votantes. Ahora, para gobernar se ve en la paradoja de tener que pactar con partidos minoritarios que no esconden su radicalismo antisistema ni la voluntad de ruptura de la unidad nacional. . El tronco mayoritario de la sociedad comienza a añorar, de manera todavía confusa, pero con creciente fuerza, la sensatez y capacidad de concordia de la que España hizo gala en la Transición. Formar parte del problema o de la solución, en el caso del PSOE, dependerá de su capacidad para leer los signos del tiempo futuro con la misma habilidad que demostró en el pasado.
Desde su victoria en las primarias para ser secretario general del PSOE después de su salida abrupta, Pedro Sánchez ha convertido al PSOE en un instrumento personal para permanecer en el poder. Sánchez ha sometido al socialismo español a tal grado de tensión que lo normal es que explote y se parta en pedazos, sería el final a 144 años de existencia de aquel PSOE fundado por Pablo Iglesias en 1879.