Pedro Sánchez es un zombi (muerto en vida) político, aunque en realidad Pedro Sánchez está muerto porque nunca estuvo vivo, aunque las trampas aritméticas, los matrimonios de conveniencia y las bajadas de pantalones le han permitido ser presidente con el menor número de diputados propios de la historia.
Pedro Sánchez, tras provocar en 2017 la repetición de las Elecciones Generales y perder por más aún que seis meses antes, perpetró una moción de censura en compañía de lo peor de cada casa. Se demuestra que, allí donde no hay Otegis ni Junqueras ni Iglesias a mano, Pedro Sánchez no tiene recorrido.
Pedro Sánchez asaltó el poder apoyado en su falta de escrúpulos democráticos que ha ido perfeccionando desde 2018, con un resultado conocido por todos: España es una ruina moral, económica, institucional y social.
Pedro Sánchez cuando no ha podido utilizar sus artes de trilero, la realidad le ha puesto en su sitio: en Galicia primero, después en Madrid, más tarde en Castilla y León y ahora en Andalucía; responsable de un formidable puntapié político que supone el principio del fin.
Pedro Sánchez no tiene futuro porque nunca tuvo presente, aunque la absurda fragmentación de la derecha (el cainismo entre el PP, Ciudadanos y Vox) y sus tragaderas para pactar con el diablo han disimulado un tiempo, terrible, esa certeza. Por eso es tan importante, ahora, que los mismos barones que se han tragado todas sus barbaridades sin rechistar, reaccionen como los diputados de Boris Johnson y frenen desde dentro los despropósitos del sanchismo malherido: lo que no hicieron por falta de decencia, que lo hagan al menos por propio interés. Porque a Page, Lambán, Vara o Puig se les ha puesto ya la cara de Juan Espadas.
Pedro Sánchez como secretario general del PSOE recibió el primer golpe en 2020 en Galicia (le adelantó hasta el BNG) y en el País Vasco (Bildu lo superó); después en Cataluña (donde Illa ganó para nada que no sea ejercer de gregario de ERC), en Madrid (donde hasta la madre y médica le hizo el sorpasso) y en Castilla y León (donde el batacazo se llevó por delante siete escaños).
Pedro Sánchez sabe que los españoles le han calado definitivamente. Sus trucos ya no valen. No hay marcha atrás y su manual de resistencia ha dejado de funcionar, y prueba de ello son las alarmantes señales que se vienen produciendo desde el 4 de mayo de 2021 en Madrid
Pedro Sánchez intentará ahora dar un nuevo giro de guión, hacernos ver que ha entendido el mensaje, que se va a moderar, que piensa centrarse, abandonar a los independentistas
Pedro Sánchez ahora mismo sólo tiene una baza, elegir cuándo quiere morir en las urnas. Como le conocemos ya bastante, no es difícil imaginar que intentará estar de presidente hasta el último minuto del último día, para así poder disfrutar, entre otras prebendas, de la presidencia de turno de la Unión Europea durante el segundo semestre de 2023. Sin embargo, la situación económica quizás le impida seguir el plan previsto, pues ya hemos llegado a ese precipicio del que ya se alertaba desde hace meses. El Gobierno más indisciplinado de Europa desde el punto de vista presupuestario va a tener muy complicado aguantar hasta enero de 2024 sin hacer los temidos recortes. Veremos hasta qué punto la UE está dispuesta a sostener por mucho tiempo a un cadáver andante
Si el PSOE pierde el Gobierno de la nación acabaremos asistiendo a una inesperada implosión de ese partido, tal como pasó ya con sus homólogos en Francia, Italia y Grecia. Ya alguno de los barones se ha reconocido somo simple monaguillo del “padre patrone” asentado en la Moncloa y que el partido ya es simplemente el cortijo de Pedro Sánchez.
Pero de Pedro Sánchez, según sus propios antecedentes en su propio partido al que dinamitó antes de su resurrección,.no se puede esperar una reacción constructiva: está más cerca de repudiar a los españoles por no votarle a él que de escucharles y tratar de atenderles con la eficacia y humanidad que cabría esperar de su cargo y morirá matando pues sus artes son siempre innobles