El marco macroeconómico general sigue enseñándonos que en 2022 acabó la etapa “fácil” de recuperación tras el hundimiento que provocó la pandemia en 2020, entrando en 2023 en una etapa de crecimiento muy lento, y es ahora donde debemos ver si el nuevo marco regulador nos ayuda -desde el punto de vista laboral- a ser más resilientes y competitivos, tanto a personas como a organizaciones.
Porque las horas trabajadas llevan meses cayendo, y el número de empresas inscritas en la Seguridad Social disminuyó en enero 2023 hasta 1.313.133 (-1,3% intermensual; +0,04% interanual) -la constitución de sociedades descendió un 2% en 2022, hasta las 104.668 nuevas empresas, según datos del Consejo General del Notariado-,siendo el sector Construcción el único que crece con respecto al mes anterior. La crisis está lastrando más a las pymes y a los autónomos, que llevan más de 111.000
bajas en el último año, la peor cifra desde 2013.
Si hablamos de empleo, el número de asalariados temporales se redujo un 27,7% (1.193.800 menos), hasta los 3,11 millones, su menor número desde 2013. Esos temporales se han convertido en asalariados fijos, en cualquiera de sus variantes (fijos de tiempo completo, de tiempo parcial o discontinuos). Y el empleo sumergido, medido como la diferencia en los datos de ocupación de la EPA y los de afiliación a la Seguridad Social, parece haber caído un 32% tras un proceso de descenso que arranca en 2017