En España se está construyendo un muro sobre ‘lo progre’ tergiversando conceptos para mantenerse en el poder
Estamos ante muros mentales que se asientan sobre las arenas movedizas del populismo o del nacionalismo
Hoy en día es mucho más fácil seguir la corriente frentista implícita en el muro mental que oponerse a ella
Existen al menos dos tipos de muros: los muros físicos y los muros mentales. Y puede que los segundos sean incluso más perniciosos que los primeros. De entre todos los muros físicos cabe destacar el de Belfast, el de Ciudad Juárez y el de Berlín. Cada uno de ellos ha originado dramas humanos que no tienen ningún tipo de justificación. Esos muros físicos representaban el muro mental en el que vivían unos y otros. Y no era difícil imaginarse algo semejante, aún sin muro físico en nuestro entorno, donde algunas zonas dominadas por los distintos secesionismos parecen parques temáticos disuasorios, para impedir que sean penetradas por los «del otro lado».
Porque estamos ante muros mentales, de esos que el ojo humano no puede apreciar, pero que generan ilegítimas divisiones y rompen amistades, familias y relaciones. Estos muros se asientan sobre las arenas movedizas del populismo o del nacionalismo, que tanto daño han hecho en esta nuestra Europa durante los últimos siglos, especialmente en la pasada centuria y que resurgen actualmente de la mano de pretendidos progresismos.
Consiguen introducir, otra vez, y desde los poderes públicos, la división entre buenos y malos. Censuran (ahora se dice cancelan) todo lo que no responda a su propio concepto identitario. Pretenden establecer lo que denominan arteramente «cordones sanitarios», realizando un uso de tales palabras que avergüenzan a muchos de quienes tienen como profesión precisamente la defensa de la salud. Desafían a la historia y a la razón. Así, como quienes fraguan acuerdos inconstitucionales y los revisten de falsa constitucionalidad, son «los de mi lado del muro», pues me lo creo, lo repito y voy de esta forma consolidando los mayores atropellos. Hay que ser conscientes de que no estamos inmunizados y de que no podemos dejar que se vayan construyendo más muros divisorios, porque el desastre puede estar penetrando entre nosotros.
Zweig, en “El mundo de ayer: Memorias de un europeo”, narra el soterrado estallido de aquella sociedad que se pretendía humanista y que, por no haber sabido reaccionar a tiempo, quedó destrozada por el seguimiento de las doctrinas que llevarían a una de las peores tragedias que tuvo que sufrir la sociedad europea. Una sola frase de su libro muestra con toda claridad la ignominia a la que tuvieron que enfrentarse nuestros ancestros: «Para mi profundo desagrado, he sido testigo de la más terrible derrota de la razón y del más enfervorizado triunfo de la brutalidad de cuantos caben en la crónica del tiempo; nunca, jamás (y no lo digo con orgullo sino con vergüenza) sufrió una generación tal hecatombe moral, y desde tamaña altura espiritual, como la que ha vivido la nuestra».
En Cataluña, aunque no sólo en ella, se ha construido un muro sobre la lengua y la identidad, poniéndolas al servicio de oscuros intereses; además de amnistiar a golpistas, se va a consolidar, con el acuerdo de sedicentes socialistas, la ruptura del modelo de financiación autonómica entregando la llave del mismo a quienes han protagonizado el mayor ejemplo de insolidaridad, anticonstitucionalidad y ruptura del sistema de derechos.
En España se está construyendo un muro sobre lo progre entendido según quieren los que lo construyen, tergiversando conceptos y pretendiendo justificar lo injustificable en aras de pírricas investiduras que no pretenden más que el mantenimiento en el poder o en los privilegios de los de su lado del muro, tergiversando incluso los conceptos, para revestir de «federalismo» lo que no es más que un burdo intento de construir una confederación de facto.
En Europa se puede construir un muro sobre falsos patriotismos identitarios. Todo ello puede conducirnos por peligrosas pendientes, ya recorridas antaño, que derivaron en lo más abyecto que recuerda la humanidad.