Al cumplirse el primer aniversario del 23-J que le abrió el camino del Gobierno, no corresponde dirigir a Pedro Sánchez una felicitación, sino una serie de acusaciones demasiado justificadas.
Hace un año que Pedro Sánchez gritó eufórico en Ferraz “¡Somos muchos más!”. En apenas 366 días, la situación del presidente del Gobierno dista un mundo del fervor y el entusiasmo con el que los socialistas salieron a la calle aquella noche electoral para festejar que el PP y Vox no sumaron la mayoría absoluta que predijeron casi todas las encuestas.
Pedro Sánchez se llena la boca de progresismo y democracia cuando sus acciones y propósitos someten normas e instituciones a sus intereses personales y todo ello produce la siembra del odio entre españoles creando una divisoria insalvable entre las corrientes constitucionalistas.
Este es el escenario imposible en el que vive Pedro Sánchez un año después del adelanto las elecciones generales tras el tsunami azul que arrasó en mayo al PSOE en las elecciones autonómicas y municipales. En este tiempo:
- sufrió un fuerte varapalo en los comicios gallegos y vio como Bildu amenazó el equilibrio de poder en las elecciones vascas.
- ha sido incapaz de armar unos Presupuestos para este año
- su mujer, Begoña Gómez, ha sido imputada por la presunta comisión de dos delitos; él mismo está citado a declarar como testigo el próximo 30 de julio
- se han sucedido informaciones sobre su hermano, David Sánchez, que son cada vez más incriminatorias y que también están siendo atendidas en un juzgado
- ha sufrido el estallido de un caso de corrupción alimentado durante su presidencia que ha derribado a su ex mano derecha José Luis Ábalos
- se ha producido la vergonzante exculpación por el TC de los principales responsables políticos (socialistas) del caso de los ERE de Andalucía
- la ley de amnistía -el peaje que pagó para revalidar el Gobierno- no termina de funcionar al estar su aplicación en manos de la Justicia.
Pero Pedro Sánchez ha hecho más en este año y ha situado en algunas de las instituciones más importantes del país a personas dependientes de las órdenes jerárquicas de Ferraz: el Tribunal Constitucional, la Fiscalía General del Estado, el Tribunal de Cuentas, el Consejo de Estado, Renfe, RTVE, Efe, Hispasat y Correos. Todos y cada uno de estos organismos tiene al frente a un ‘colocado’ por Pedro Sánchez.
Eso sí, las elecciones autonómicas de Cataluña del pasado 12 de mayo fueron un respiro para el demoledor arranque de legislatura de Pedro Sánchez. Eso sí, sin una investidura, el fracaso será notorio. En Ferraz no se plantean la repetición electoral, pero cada día que pasa sin acuerdo, esta se acerca más y más. Illa, mientras, sigue negociando intensamente con ERC.
En cualquier caso, la precariedad parlamentaria del Gobierno (solo ha sido capaz de sacar adelante dos leyes) explica la parálisis legislativa y ha puesto al descubierto la vulnerabilidad del PSOE a las exigencias de sus socios independentistas, que hacen y deshacen a su antojo para presionar a Moncloa.
En este año, además, Pedro Sánchez ha anunciado un plan de “regeneración democrática” que tiene como objetivo legislar sobre la libertad de prensa. El núcleo duro de Pedro Sánchez considera que todo lo que informe sobre el entorno del líder socialista es un bulo fabricado por pseudomedios a los que se debe poner coto.
En síntesis, si a la impunidad general de las acciones del poder se une la subordinación radical del Legislativo a la voluntad del presidente y una manipulación sistemática de la información estatal y de los medios públicos, la única consecuencia a extraer es que nos encontramos abocados a una irreversible deriva dictatorial.
¿Qué ejemplo está dando el presidente del Gobierno a nuestros hijos?. Si quiere redacte una tercera carta a la ciudadanía pero presente su dimisión ante el Rey o acabarán agonizando nuestras instituciones y nuestra democracia.