LOS DICHOS POPULARES Y LA JUBILACIÓN

Todos hemos oído (e incluso dicho) lo de “el sentido común es el menos común de los sentidos”. La experiencia demuestra que es un dicho popular muy certero en todos los ámbitos de la vida de cada uno.

Resulta sorprendente, a no ser que se quiera “buscarle los tres pies al gato”, que después de tantos años dándole vueltas al problema del sistema de pensiones públicas, no se haya entendido la lógica interna del sistema, que se apoya en la solidaridad intergeneracional. Esto quiere decir simplemente que las generaciones en activo financian las pensiones de las generaciones jubiladas.

Basta con “sumar con los dedos de la mano”, sin necesidad de hacer un master en economía para entender la razón por la que el sistema de pensiones públicas está en quiebra técnica: las generaciones que trabajan son cada vez menos numerosas, por el descenso de la natalidad y el aumento del paro, y sus cotizaciones no son suficiente para cubrir las pensiones a unos jubilados, que por su parte aumentan cada año, debido al incremento de la esperanza de vida. Por esta razón, la igualdad entre “entradas” (cotizaciones) y salidas (pensiones) se quiebra y aparece un déficit que debe afrontarse con deuda pública y que cada es vez mayor pues se va acumulando año tras año.

El ciudadano contempla asustado que después de cotizar durante toda su vida laboral, cuando le toca llamar a la puerta de la Seguridad Social a cobrar su pensión, le digan: “Lo siento, ahora no le podemos pagar lo que le prometimos en su día, porque no hay suficientes trabajadores cotizando que permitan pagarle a usted la pensión que le corresponde, según habíamos acordado”. Lo único que le proponen es queasuma de buen grado que cada año que pase, se cobre una pensión menor, porque el sistema no da para más. ¿Es eso “sentido común”?

Los políticos, cuando pasan de la oposición al poder, no se atreven a “coger el toro por los cuernos y decir con claridad que el Sistema ha entrado en quiebra y no hay quien le salve sin tomar medidas drásticas. Eso les harían perder las siguientes elecciones pues los pensionistas son un colectivo electoral de mucho peso. La única solución genial que se les ocurre esacudir a los Presupuestos Generales del Estado vía impuestos, para equilibrar el Sistema. De esa forma, la financiación del sistema se cargaría dos veces en los hombros de los ciudadanos: cuando cotizan a la Seguridad Social, y cuando pagan los impuestos cada año.

Hay algunas “soluciones fáciles” que se nos ocurren a todos: incrementar el índice de natalidad y disminuir el paro, para que aumente la población ocupada, es decir, la que cotiza, pero no parecen fáciles ni rápidas estas soluciones. También parece “fácil” solucionar algo del problema inmediato, pues teniendo en cuenta el incremento medio de vida se podría ir retrasando la edad de jubilación para que disminuya el número de pensionistas, ya que de esta manera se consigue que se trabaje (y cotice) más años y además que disminuya el número total de pensionistas. También se nos ocurre como solución “fácil” aumentar el número de años para el cálculo de la pensión y así disminuir su importe pues se tomarían cantidades “históricas” en las que los sueldos (y las cotizaciones) eran menores simplemente por corresponder al inicio de la vida laboral aún como inexpertos.

Si se aplica el sentido común, una simple “cuenta de la vieja” nos propone:

1. Mantener el sistema actual pero reduciendo las bases de cotización, de forma que sirvan sólo para asegurar unos mínimos vitales para todos los ciudadanos. Es decir, una especie de impuesto al trabajo (trabajadores y empresas) “light”.

2. Con las cuotas “ahorradas”, crear de forma institucional un sistema de capitalización, en base al ahorro que cada persona quiera realizar a lo largo de su vida laboral y con las aportaciones complementarias y obligatorias de las empresas ya que también se ahorran en sus cuotas. La gestión de esos fondos se realizaría bajo la supervisión del Estado (como ya sucede en otros países). Como el fondo acumulado sería de la persona, en caso de fallecimiento, lo seguirían cobrando sus herederos, con lo que se resolvería de golpe el problema actual de las pensiones de viudedad (que representan casi el 25% del coste de las pensiones).

En definitiva, se podría mutar desde un modelo de tipo Bismark (Alemania y casi toda Europa, con matices) basado en las cotizaciones de los cada vez menos activos a un modelo tipo Beveridge (Reino Unido y países nórdicos, también con matices) basado en impuestos generales. Al fin y al cabo una revolución similar se produjo ya en España en el ámbito del Sistema Nacional de la Salud Pública en 1986. La cuestión es quien tiene el valor de “ponerle el cascabel al gato”.

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