Para ser más “ricos” (personas, empresas y países) no se trata tanto de “trabajar más o menos”, sino de “trabajar mejor”. Lo ideal es trabajar menos pero mejor para lo cual espreciso aumentar la productividad de lo trabajado.
Reducir la jornada sin que aumente la productividad y la tasa de empleo haría más grande la distancia con Europa en PIB per cápita, uno de los principales indicadores de bienestar. La vicepresidenta segunda cree que sucederá precisamente lo contrario
En España cada empleado echa un 6,6% más de horas que sus homólogos europeos. Y, sin embargo, las empresas producen un 13,8% menos que la media de la Unión Europea. No es que los empleados trabajen peor. Es que, en general, la economía es menos productiva: por falta de inversión en I+D, por la calidad de la formación, el tamaño de las empresas o la maraña regulatoria.
En general hay sólo dos maneras de ganar más dinero trabajando: Trabajar más horas o Ganar más por cada hora trabajada porque se es más productivo.
En el caso de los países, hay tres grandes opciones para incrementar la producción anual:
- Incrementar el número de trabajadores: subiendo la tasa de empleo con una población total estable, o subiendo el total de población pero manteniendo el porcentaje de población ocupada
- Incrementar las horas trabajadas del mismo número de trabajadores, pero cada uno trabaje más horas
- Incrementar lo que cada trabajador hace en cada hora que está trabajando: subida de la productividad
Los países más ricos han tirado sobre todo el tercer factor (incrementos en la productividad por mejoras tecnológicas, innovación en los procesos, especialización o división del trabajo) y eso les ha permitido cuadrar el círculo de trabajar menos (porque trabajamos mucho menos que nuestros abuelos) y ganar más. Es el gran problema de la productividad en España, la causa detrás de la mayoría de males de la economía, como que lleve estancada desde 2005 con la misma renta per cápita y vaya camino de dos décadas perdidas.
Los ocupados españoles trabajan más horas que los de los países de la zona euro y que los de la media de la UE: un total de 1.658 horas por trabajador en el año 2023, según la Comisión Europea, frente a 1.556 horas y 1.610 horas, respectivamente. Sin embargo, los ocupados generan menos valor en cada una de esas horas, por lo que el PIB por hora trabajada (productividad) es inferior. A esto se suma un porcentaje de población trabajando (tasa de empleo) inferior a la media comunitaria.
No es que los empleados trabajen peor. Es que, en general, la economía es menos productiva. Una amalgama en la que entra en juego la formación de los trabajadores, pero también del tejido productivo: el tamaño de las empresas, lo que deciden invertir en innovación o del alto o bajo valor añadido de su producción. Y también del marco regulatorio, que hace que todo lo de antes sea más o menos posible de cumplir.
El planteamiento de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz de reducir la jornada laboral por decreto es que trabajando menos, seremos más productivos y viviremos mejor. El Gobierno se ha comprometido a reducir la jornada laboral legal del máximo actual de 40 horas semanales a 37,5 horas sin reducción de sueldo para que el trabajo en España se parezca más al de la media de la UE. Según Yolanda Diaz, impulsora de la medida dentro del Ejecutivo, reducir la jornada aumentará la productividad y el empleo, las otras dos variables de la ecuación del PIB per cápita. La hipótesis que subyace a esta postura es que al reducir las horas de trabajo harán falta más trabajadores, se repartirá el empleo, y aumentará la tasa de empleo. Del mismo modo, al trabajar menos horas los trabajadores serán más productivos, por lo que mejorará la productividad agregada y los salarios por hora subirán.
Esta semana, Fedea presentaban un informe sobre productividad y competitividad junto al Colegio General de Economistas. La conclusión principal ya la conocíamos: “Los bajos niveles de productividad de España con respecto a los de la Eurozona está provocando que nuestro país está perdiendo convergencia con respecto a Europa en términos de renta y competitividad”. Nos alejamos de los países más ricos y nos adelantan otros que eran más pobres hasta anteayer.
Como responsables de esta baja productividad los investigadores de Fedea señalan a los habituales: sistema educativo (sobre todo, por el elevado abandono escolar), formación en el puesto de trabajo (no mucha y de baja calidad), escasa formación también de los empresarios, exceso de pymes y micropymes, poca inversión en I+D, poca inversión en capital fijo más allá del ladrillo, exceso de burocracia, rigidez en los procesos productivos, rigidez normativa, trabas administrativas, legislación laboral muy poco flexible…
Pero, también se han fijado en las horas trabajadas, preguntándose si sería posible esa combinación tan atractiva, que defiende Díaz: trabajar menos y ganar más. Su respuesta es clara: la causalidad no es trabajar menos para ganar productividad; sino la contraria, ganar productividad te permite trabajar menos. Así lo explican: “En general, las horas trabajadas se van reduciendo conforme aumentan los niveles de vida. En general, se trabajan más horas en los países de menor productividad y renta per cápita y menos horas en los países más ricos. En un mundo globalizado, si quieres competir con países más productivos necesitas o trabajar más horas o pagar menores salarios”.
Si midiéramos cuánto vale una hora trabajada en España en función de lo que se produzca en ese tiempo (lo que viene a ser la productividad en términos de PIB por hora trabajada, que es la forma más común de medir la productividad), la diferencia queda patente: en España son 53 dólares por hora, frente a 61 dólares por hora en la Eurozona, según datos de la OCDE. En otras palabras: la hora trabajada en España vale 8 dólares menos que en la Eurozona. Básicamente porque la productividad es menor. Y si la productividad no crece, la renta de los trabajadores no aumenta. Si en 2005 la renta per cápita en España era solamente un 9% inferior al promedio de las economías del euro, ahora es un 17% más baja. Y lo peor es que la cosa no mejora, sino que va a peor.
Los motivos que lastran la productividad se resumen en cinco bloques: capital humano, capacidad innovadora, implantación tecnológica, funcionamiento del tejido empresarial y marco institucional, regulatorio y laboral.
“No se trata de un problema de composición sectorial (el clásico de que “El problema es que España es un país de turistas” es un mito), pues nuestra productividad ha evolucionado peor que la europea en todos los sectores económicos, con la excepción de la agricultura. Tenemos una distribución de empresas por sectores muy similar a la media de Europa. Pero somos menos productivos en casi todos ellos“, apunta el estudio.
Los problemas tienen que ver con la formación de los empleados: “Nuestra población activa todavía tiene niveles de educación formal inferiores a la media europea y, aunque la tasa de población que termina completando estudios universitarios ha aumentado, las competencias de los estudiantes, medidas por pruebas estandarizadas como las de PISA, han acumulado una sustancial caída respecto a la media de la Eurozona en los últimos 20 años“. Pero también con la inversión pues la inversión de las empresas españolas en I+D, por ejemplo, está un 60% por debajo de lo que invierten en la media europea. “Ni la formación bruta de capital, que se ha desplomado en las últimas dos décadas con respecto a la media europea, ni la tasa de inversión en I+D sobre PIB, muestran signos de poder revertir la situación, sino que probablemente empujen en la dirección contraria“, añade el estudio.
El discurso de que la economía española sería más productiva sesgando más la producción hacia la industria y menos hacia los servicios no se sostiene a la luz de los datos. Básicamente porque precisamente la productividad de la industria, por ejemplo, está un 20% por debajo de la media europea, y solo la agricultura se salva, al situarse un 14% por encima de la media.
En el gráfico adjunto se representan los países europeos distribuidos en función de su PIB por hora trabajada y las horas trabajadas al año por empleado. Como vemos, a más productividad, jornada laboral más corta. Por supuesto hay muchos otros factores que también contribuyan… pero si queremos trabajar menos, debemos hacerlo mejor en cada rato que pasemos trabajando.
Además, todo apunta a que no lo estamos haciendo bien desde hace demasiado tiempo. En la presentación del estudio, muy clara y sencilla, se muestra cómo España ha ido alejándose en PIB per cápita de la media de la Eurozona desde hace ya casi dos décadas. Tras un período de convergencia entre el 95 y el 2005-07, comenzamos un declive continuado que sigue hasta hoy. Por eso cada vez estamos más lejos de los países ricos y se nos acercan (o nos adelantan) otros que hasta hace poco eran mucho más pobres.
La primera razón es que la productividad por hora trabajada es ahora inferior, en términos relativos y en comparación con la Eurozona, a la que disfrutábamos en el 2000 (85 España aproximadamente para 100 de referencia de la Eurozona). También en tasa de empleo sobre la población activa hay poco que celebrar y si miramos la evolución relativa respecto a la Eurozona, estas dos décadas tampoco han sido buenas. Pero nos salva parcialmente que las horas trabajadas por cada español con un trabajo ha aumentado desde el 2000 en relación a los horas de los europeos.
En definitiva, la única manera que hemos tenido para amortiguar el golpe, tras el estallido de la burbuja del ladrillo en 2007-08, ha sido trabajar más, y no menos. Para mantener la renta y la competitividad (o no perder más en términos relativos) frente a los países más ricos de Europa, hemos tenido que incrementar las horas por ocupado.
Lo cierto es que España solo ha recortado la brecha de productividad con la Zona Euro en las recesiones (especialmente en el periodo 2009-2014), debido a que se destruía una gran cantidad de empleos, más que en otras economías. Esto no sucedió en la crisis de la pandemia, con unas características y orígenes muy distintos a los de la burbuja. De hecho, el mercado laboral se ha comportado de manera contraria y ha crecido más rápido que el PIB, lo que ha provocado un nuevo descenso de productividad que más pronto que tarde pagaremos todos.
Algunas “pistas” elementales para aumentar la productividad
Lo cierto es que, como ya hemos dicho, la baja productividad es responsabilidad de todos los factores que la determinan, pero fundamentalmente de los trabajadores poco formados, de las empresas poco eficiente en sus procesos y con poca inversión en I+D y de los gobiernos por la cada vez más compleja e incluso inconsistente legislación laboral.
En las rutinas de las empresas puede haber procedimientos innecesarios que ocasionan más burocracia y dificultan la reducción del tiempo de trabajo. Éste es uno de los primeros elementos que se deben considerar de cara a una reducción de la jornada semanal.
En las pymes no suelen haber un área de Recursos Humanos ni tampoco asesoría para adaptarse a los cambios tecnológicos, pero no es de recibo achacar la baja productividad a la indolencia de los trabajadores.
Para alcanzar el máximo potencial de la productividad en una empresa, el primer paso es asegurarse que las habilidades de la fuerza laboral están alineadas con “el grado de dificultad” de su trabajo. Es preciso poner a un trabajador en el grado de dificultad que puede manejar pues el no estar preparado para una tarea puede afectar a todo el ecosistema y generar que todos se vuelvan improductivos. El enfoque en productividad también contempla el trabajo en equipo con una visión compartida, es una apuesta a contribuciones colectivas más que individuales. El desarrollo de habilidades para potenciar el desempeño suele implicar un coste económico pero es recomendable la “transferencia de conocimientos”, es decir, que los empleados con más antigüedad compartan su experiencia con los más novatos, lo cual no sólo contribuye a la formación, también genera una mayor conexión para el trabajo colaborativo.
Para lograr la eficiencia en los procesos hay que rediseñarlos para lo cual es preciso evaluaciones constantes para “identificar cuellos de botella, redundancias y procedimientos innecesarios”. El proceso y las dinámicas perjudican la productividad y la calidad
Por ejemplo uno de los factores que más influye en la ineficiencia es el exceso de juntas y cuando disminuimos las reuniones, la gente tiene más horas para innovar, crear, poner atención al detalle. Para rediseñar las dinámicas en el trabajo, un aspecto importante es la escucha activa de los colaboradores externos pues es una retroalimentación fundamental para realizar un seguimiento de los cambios realizados.
Descentralizar la toma de decisiones permite a las personas explorar y generar innovación, nuevas formas de hacer las cosas. Cuando no delegas, inhibes la productividad.
Las empresas deben comenzar con estas estrategias antes de que se materialice la reforma de reducir el límite legal de la semana de trabajo.
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