La pandemia, la postpandemia y el trabajo de las mujeres

Las consecuencias de la Covid-19 afectan más a las mujeres

Es probable que la inminente recesión a raíz de los confinamientos en Europa afecte más a las perspectivas laborales de las mujeres que a las de los hombres, y la principal razón son los desequilibrios de género en los diferentes trabajos. Una más de las consecuencias de la Covid-19.

En primer lugar, a excepción de la asistencia sanitaria, es más probable que los hombres trabajen en lo que se consideran actividades económicas esenciales, como el transporte, los servicios de protección (vigilancia, por ejemplo), la agricultura y el mantenimiento y las reparaciones, por lo que están más protegidos de cara al desempleo. En segundo lugar, la crisis y las consecuencias de la Covid-19 ha afectado a muchos servicios que implican un contacto frecuente con clientes y usuarios, y para los que no es posible el teletrabajo, como el comercio minorista, las actividades de ocio y servicios personales, la hostelería, los viajes y el turismo, algunos de los sectores en el que las mujeres tienden a dominar numéricamente.

Teletrabajo

Sin embargo, para aquellos que han permanecido activos laboralmente hablando, las oportunidades de trabajar desde casa se han ampliado significativamente. En abril, Eurofound realizó una encuesta en toda la UE para averiguar cómo se enfrentaban los europeos a la vida durante la pandemia. Esto confirmó que muchos empleados que trabajaban desde casa nunca lo habían hecho antes.

También mostró que, si bien antes de la crisis nunca habían teletrabajado más mujeres (64%) que hombres (57%), ahora las mujeres habían comenzado a hacerlo en mayor medida: el 39% de las mujeres en comparación con el 35% de los hombres. Echando un vistazo más detallado, vemos que la cifra se eleva a casi la mitad de mujeres con niños pequeños a su cargo (46%).

Antes de la pandemia, un aumento del teletrabajo de las mujeres se habría considerado un avance positivo, una prueba de que el tiempo de trabajo se estaba volviendo más flexible y el equilibrio entre la vida personal y laboral estaba mejorando. Pero el teletrabajo en una época de distanciamiento social y encierro está resultando una carga para muchas madres trabajadoras, ya que hacen malabares con el trabajo, la educación en el hogar y el cuidado, todo en el mismo espacio y tiempo.

El cuidado como «trabajo de mujeres»

Incluso antes de la crisis y a pesar de un reparto más equitativo de la crianza y el trabajo doméstico entre los sexos en las últimas décadas, el cuidado ha seguido siendo principalmente un trabajo de mujeres. La Encuesta Europea de Calidad de Vida (EQLS) de 2016 encontró, por ejemplo, que las mujeres dedicaban una media de 39 horas a la semana al cuidado de sus hijos, frente a las 21 horas que dedicaban los hombres. Las mujeres dedicaban un promedio de 17 horas semanales a la cocina y las tareas del hogar, en comparación con las 10 horas de los hombres. Hoy en día, como resultado de los confinamientos, es probable que la proporción de trabajo no remunerado de las mujeres haya aumentado considerablemente, y los niños que no van a la escuela y los dependientes mayores en el hogar necesitan más atención.

La concentración de la actividad en el hogar también significa que los conflictos entre el trabajo y la vida hogareña seguramente estarán en aumento y los datos muestran un deterioro general del equilibrio entre el trabajo y la vida entre los trabajadores en Europa. En abril de 2020, alrededor del 10% de los europeos tenía dificultades para concentrarse en su trabajo debido a sus responsabilidades familiares; esa proporción se elevó al 13% de hombres y al 14% de mujeres entre los que trabajan a distancia.

Estas cifras son mucho más altas que las registradas en encuestas anteriores: la Encuesta europea sobre las condiciones de trabajo de 2015, por ejemplo, registró que solo el 4% de los encuestados tenían este problema. La misma encuesta encontró que el 13% de las personas sentían que su trabajo les impedía dedicar el tiempo que querían a la familia, mientras que el 15% dijo que les preocupaba el trabajo cuando no estaban trabajando. En abril de 2020, había muchas más personas en esta situación: el 19% sentía que su trabajo estaba interfiriendo con la vida familiar, mientras que el 30% estaba preocupada por trabajar fuera de ella.

Trabajo remoto con hijos

Entre los padres de niños pequeños (hasta los 11 años inclusive), los datos confirman que los conflictos entre el trabajo y la vida preocupan más a las mujeres que a los hombres. Por ejemplo, a casi un tercio de las mujeres encuestadas les resultó difícil concentrarse en su trabajo, frente a una sexta parte de los hombres, mientras que las responsabilidades familiares impedían que más mujeres (24%) que hombres (13%) dedicaran el tiempo que querían al empleo. Pero el trabajo también está afectando la vida familiar: el 32% de las mujeres de este grupo indica que su trabajo les impide dedicar tiempo a su familia, frente al 25% de los hombres.

Comparando a hombres y mujeres que teletrabajan, la mayor brecha de género es con respecto a la familia que les impide dedicar tiempo a su trabajo: el 10% de las mujeres y el 7% de los hombres que realizan teletrabajo denunciaron el problema. Los porcentajes son mucho más altos y la brecha es aún mayor para los padres de niños pequeños: el 32% de las mujeres frente al 22% de los hombres. Se han registrado diferencias similares con respecto a la dificultad para concentrarse en el trabajo debido a la familia y al estar demasiado cansado después del trabajo para hacer las tareas del hogar.

La tensión causada por estos conflictos puede estar afectando el bienestar mental de las mujeres más que de los hombres, especialmente aquellas con niños pequeños, aunque se necesita más investigación para confirmarlo. Según los últimos datos, en abril de 2020, las mujeres con niños de 11 años o menos tenían más probabilidades que los hombres con niños del mismo rango de edad de sentirse tensas (23% frente a 19%), solas (14% frente a 6%) y / o deprimidas (14 frente al 9 por ciento). El patrón se repite para mujeres y hombres con hijos de 12 a 17 años, aunque las diferencias son más estrechas.

Vulnerabilidad económica como consecuencias de la Covid-19

El impacto financiero de la crisis ha sido similar para ambos sexos: el 38% de las mujeres y los hombres indican que su situación financiera ha empeorado y que esperan que se deteriore aún más. Sin embargo, debido a que es más probable que las mujeres no tengan un trabajo remunerado o que tengan empleos temporales y mal remunerados, son más vulnerables económicamente que los hombres.

Más mujeres (24%) que hombres (22%) en toda Europa han informado de su dificultad para llegar a fin de mes. Esto es particularmente evidente entre las mujeres con hijos, donde el 32% lucha por llegar a fin de mes, en comparación con el 29% de los hombres con hijos. Los hombres también han sido más capaces que las mujeres de mantener su nivel de vida: el 23% de los hombres no tenían ahorros en absoluto, en comparación con el 31% de las mujeres, mientras que el 16% de los hombres en comparación con el 12% de las mujeres tenían ahorros suficientes para cubrirlos durante más de 12 meses.

La alta incertidumbre financiera como consecuencias de la Covid-19 es, sin duda, parte de la razón por la que la encuesta encuentra un optimismo reducido entre los europeos. Entre los hombres, el 48% se muestra optimista sobre su propio futuro y el 34% sobre el futuro de sus hijos o nietos. Para las mujeres, las proporciones equivalentes han sido del 43% y el 33%, respectivamente.

El optimismo fue sustancialmente mayor en el EQLS de 2016, y la brecha de género en el optimismo sobre el futuro de uno fue menor, con el 65% de los hombres reportando optimismo sobre su futuro, en comparación con el 62% de las mujeres. Y no había diferencia de género con respecto al optimismo sobre el futuro de los hijos o nietos en ese momento, con el 57% de ambos sexos expresando optimismo para las generaciones venideras.

Consecuencias de la Covid-19 a largo plazo

Si bien algunos de los impactos desiguales de género de la crisis actual podrían ser temporales y podrían revertirse una vez que hayamos salido completamente del confinamiento, otros podrían tener consecuencias duraderas. Por tanto, es fundamental que la inclusión económica y social de las mujeres esté en el centro de las medidas de recuperación.

La Comisión Europea ha dado prioridad a la erradicación de la desigualdad de género generalizada en la sociedad y ha publicado recientemente su Estrategia de Igualdad de Género 2020-2025. Este compromiso debería ayudar a que los responsables de la formulación de políticas se centren en las diferentes experiencias pandémicas de mujeres y hombres, para garantizar que el apoyo se dirija de manera eficaz a los más necesitados. Esto no es solo para defender los logros de las últimas décadas en términos de igualdad de género o para rectificar desigualdades de larga data, sino también para construir un mundo más justo y resiliente en beneficio tanto de hombres como de mujeres. Y, por supuesto, de minimizar al máximo las consecuencias de la Covid-19 en el ámbito laboral.

Fuente: Adecco

La postpandemia y el empleo de las mujeres

El análisis de los efectos de la pandemia sobre las condiciones de trabajo y empleo de las mujeres o, dicho de otra forma, el estudio de la pandemia desde la perspectiva de género, ha arrojado resultados no poco interesantes que conectan con el papel que las mujeres desempeñan en nuestro mercado de trabajo y en el conjunto de la sociedad. Los estudios que se han realizado, como éste de la Eurofound, ponen de manifiesto que los períodos de confinamiento han contribuido a ampliar la desigualdad entre mujeres y hombres en lo que a condiciones laborales se refiere, poniendo en peligro los avances que en este concreto ámbito se habían experimentado.

Pero al margen de las consecuencias para quienes han conservado su empleo, lo cierto es que el foco ha de centrarse también en quienes lo han perdido como consecuencia de la crisis económica de la pandemia. La postpandemia ha de tener también muy presente la perspectiva de género, tal y como evidencian los datos. Como puede comprobarse en el siguiente gráfico, la tasa de desempleo de las mujeres experimentó un empeoramiento superior al de los hombres, hasta el punto que explica la mayor parte de la subida de la tasa de paro total. Al margen esto, es también llamativa la evolución de la brecha de género antes de la pandemia, las mujeres experimentaban unas tasas de desempleo entre 3 y 4 puntos superiores a la de los hombres. En la pandemia, esta brecha se ha incrementó hasta superar los 4 puntos de diferencia. No ha sido hasta el segundo y tercer trimestre de 2021 cuando se han recuperado las diferencias observadas en el período pre-COVID.

Sea como fuere, estas cifras evidencian una doble tendencia. Por una parte, la estructural de sobre conocida, y es que las mujeres sufren en mayor medida el problema del desempleo que los hombres y, por consiguiente, requieren de una especial atención. Esto es especialmente significativo tras la crisis económica anterior, conocida como la Gran Recesión, en la que ambas tasas de empleo tendieron a converger, en buena medida por la mayor afectación de aquella crisis al empleo masculino. Por consiguiente, al margen de fenómenos puntuales, las mujeres requieren de un tratamiento específico en lo que al empleo se refiere, tal y como, por otra parte, exige nuestra Ley de Empleo al calificarlas como colectivo prioritario (art. 30).

Pero por otra parte, una y otra crisis, la de 2008-2013 y la pandémica, ponen de manifiesto también un efecto coyuntural no menor: cuando la economía empeora son las mujeres las primeras en ver peligrar su puesto de trabajo. Esto conecta con algunos de los elementos observados al analizar el efecto de la pandemia en las condiciones de trabajo, como son los roles atribuidos en cuanto a las tareas de cuidado y domésticas, los tipos de empleo que se suelen de desempeñar, las modalidades contractuales o la consabida sobrerepresentación femenina en el trabajo a tiempo parcial.

De ahí que alguna de las medidas destacadas en el estudio anteriormente referenciado en materia de condiciones de trabajo, pudieran también producir un efecto beneficioso colateral en lo que al empleo en sentido estricto se refiere.  Tales acciones se centran en asegurar una mayor igualdad de género en el mercado de trabajo mediante una mayor flexibilidad en la gestión del tiempo de trabajo, una mayor disponibilidad de servicios de guardería, un mayor y mejor reparto de las responsabilidades familiares y una mayor transparencia en la remuneración.

Pero, además de lo anterior, son también necesarias medidas específicas en lo que al empleo se refiere y que, además, se articulen e implementen de forma transversal, afectando al conjunto de políticas de empleo. Dicho de otra forma, es necesario huir del frecuente recurso a los incentivos a la contratación para plantear una estrategia de empleo que vaya más allá de esta concreta política de empleo.

Así, ya en la prospección es necesario analizar y tener en cuenta la concreta situación de la mujer en el mercado de trabajo, en qué concretos sectores o actividad de se encuentra infra y sobrerrepresentada, en qué zonas geográficas se observan mayores dificultades de acceso el empleo, qué concretas cualificaciones se tienen y de cuáles se disponen y cuáles son las causas últimas que explican la concreta situación de las mujeres en el mercado de trabajo o, más correctamente, en los distintos mercados de trabajo.

A partir de este análisis prospectivo previo con perspectiva de género, es posible articular el resto de políticas sobre la base del mismo vector de actuación: procurar remover los obstáculos que impiden o dificultan el acceso de las mujeres al empleo y/o que propician que lo pierdan con mayor facilidad que los hombres. En particular, será posible articular acciones formativas encaminadas a corregir los sesgos que se hubieran detectado, lo que facilita también el redimensionamiento de los desequilibrios entre sectores y actividades. En el mismo sentido, la mediación y la orientación basada en la particular posición de la mujer respecto del empleo serán mucho más efectivas a la hora de dirigirlas a aquellos nichos en los que resulten más empleables.

En suma, el empleo de las mujeres en la postpandemia no parece revestir rasgos diferentes a los detectados desde hace tiempo y que cada crisis y posterior recuperación ponen aún más si cabe en evidencia. Rasgos que exigen una actuación transversal, tanto en lo que hace a las condiciones de trabajo y roles sociales atribuidos a cada sexo, como en lo concerniente a las políticas de empleo.

Fuente: Adecco

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