Muchas personas se enfrentan a la jubilación con miedo, otras con muchas ganas, en cualquier caso el cambio que experimenta la vida es muy significativo
Si durante tu etapa laboral no te quedas en el paro (ni eres autónomo), puede que tan solo consigas escapar de la rutina durante las vacaciones, hasta que llega la jubilación cuando por fin tienes libertad para hacer con cada hora de tu vida lo que te apetezca, tantos años esperando este momento, pero cuando llega no sabes qué hacer.
Llegar a la jubilación sin aficiones puede complicar este momento y, aunque lleves años y años queriendo deshacerte de la rutina, lo más sano es construir otra distinta, más flexible, pues quienes no establecen tareas y actividades diarias crean un desorden en sus vidas y es muy común que aparezcan problemáticas emocionales asociadas como la soledad, pensamientos negativos o inactividad que deriva en problemas físicos. No disponer de esta rutina puede ocasionar dificultades para aceptar y adaptarse al nuevo momento vital, también puede provocar aburrimiento y consecuentemente sentimientos depresivos.
Las hormonas que nos hacen sentir bien (dopamina, serotonina, endorfinas y oxitocina) se relacionan con nuestro estilo de vida, con la actividad física y con la dieta que tenemos. Desregular estas actividades y actuar de manera sedentaria o despreocupada puede alterar la segregación de estas hormonas en nuestro organismo y generar síntomas depresivos o problemas emocionales.
Es por eso que mantener una rutina de ocio e intelectual es importante, y lo es también, casi de igual manera, ser constante con el ejercicio físico: existe una gran evidencia acerca de todos los beneficios que nos aporta el ejercicio. Por un lado, la prevención de enfermedades, no solo físicas, sino también mentales, como la depresión y la ansiedad. Además, participar en actividades grupales ayuda a socializar, lo que es muy importante para evitar esa sensación de aislamiento o soledad tan típica después de la jubilación.
¿Por qué cuesta tanto desvincularse del trabajo?
Es muy común definir a las personas diciendo a qué se dedican y es por eso que cuando llega la jubilación, muchas sienten que no pierden solo su trabajo, sino también parte de su identidad. El vínculo a la vida laboral puede dificultar la adaptación al proceso de jubilación. La jubilación es diferente de otros cambios que impliquen el abandono laboral, como puede ser la salida de una empresa o diferentes desafíos en la carrera profesional. En ocasiones, se considera a la jubilación como un evento vital caracterizado por la pérdida: la pérdida del trabajo y funciones, salario e incluso identidad.
Es importante en ese momento ser capaz de posicionar al trabajo como una etapa más de la vida y esperar así la nueva era que está por llegar. Sin embargo, ‘del dicho al hecho hay un trecho’ y es que como sucede cada vez que experimentamos un cambio vital tan drástico, con la jubilación aparecen una serie de ‘miedos’ o preocupaciones a los que hacer frente, un motivo más por el cual desvincularse de lo laboral en ocasiones es tan complicado.
Estos miedos pueden enumerarse:
- Miedo económico: Con la jubilación, por regla general, se va a cobrar menos que trabajando. Se suele tener miedo a que la bajada de ingresos condicione a peor su calidad de vida.
- Miedo por la salud:Si me jubilo significa que ya soy oficialmente ‘viejo’ y eso significa que voy a tener más problemas de salud. Voy a ser una persona dependiente de los demás.
- Miedo a la pérdida de las relaciones sociales:Si me jubilo ya no podré compartir tiempo con otras personas porque se perderá el contacto que es ‘obligado’ por el trabajo”.
- Miedo a la pareja: Las parejas que se han mantenido por inercia o por los hijos, las cuales solo tenían que compartir 3 horas al día y 2 días a la semana, pasan a compartir 16 horas al día, 7 días a la semana. Si no hay ocio común, se puede tener miedo a no saber qué hacer tanto tiempo al día en pareja.
Está claro que decir ‘adiós’ a la vida laboral cuando ha estructurado tu vida es un reto muy grande, pero eso no significa que sea imposible, ni mucho menos. Para que sea más sencillo es valioso tener aficiones. También se pueden probar cosas nuevas y adaptarse durante el primer año manteniendo unos horarios similares a los impuestos por el trabajo, tener expectativas realistas (evitar cualquier presión social), disfrutar de las relaciones sociales, reforzar vínculos familiares y de pareja, y mantenerse activo de cuerpo y mente.
Los beneficios de tener un estilo de vida activo son muchos: las actividades regulares de coordinación, flexibilidad, fuerza, equilibrio… reducen notoriamente la elevada estadística de caídas y lesiones en los mayores, además de darles una gran seguridad y mayor independencia en sus actividades de la vida diaria. Además, el ejercicio en rutina ayuda en enfermedades crónicas como la diabetes, la hipertensión, el colesterol… Por no hablar de la importancia en el estado de ánimo y niveles de energía”.
Consejos para construir una nueva rutina
Cuando te jubilas, empieza a sobrarte el tiempo, de repente tienes “10 horas al día que hay que llenar” y para hacerlo lo mejor es construir una rutina flexible, no tienes por qué hacer lo mismo todos los días: una rutina puede ser llevar o recoger a los nietos del colegio, pero cuando estos estén de vacaciones, hay que poner otra actividad que rellene el hueco, como puede ser simplemente pasear.
Y es que tener una rutina no solo establece un equilibrio en el día a día de cualquier persona, sino también hace que esta se sienta útil y realizada cuando cumple con sus tareas preestablecidas. Es por eso que las rutinas ayudan a que la entrada en la etapa de jubilación sea más sencilla y no se perciba un cambio vital tan notorio.
El orden en el que quieres realizar esas actividades puede ser primero las obligaciones y luego el ocio, o primero el ocio y luego las obligaciones o todo de manera intercalada. Puedes ir probando diferentes opciones en función de lo mejor te haga sentir. Comprueba al final del día todas las tareas realizadas y anota para el día siguiente si ha surgido algo puntual que debes añadir a las tareas del próximo día. Al final de cada semana, puedes darte una pequeña recompensa por haber cumplido tu plan semanal de actividades. No obstante, puedes flexibilizar las actividades y no pasa nada si en días puntuales no te apetece hacerlo todo, todos tenemos derecho a no dar el 100% de nosotros todos los días”.