¿La generosidad de las pensiones en España?

 

 ¿Qué dicen los datos?

Las llamadas tasas de reemplazo de las pensiones que se utilizan a menudo para medir esa “generosidad” comparada de las pensiones se definen, en la descripción de Eurostat  como: la relación entre la mediana de las pensiones brutas de las personas de 65 a 74 años, excluyendo otras prestaciones sociales, y la mediana de los ingresos brutos de las personas de 50 a 59 años, ambas igualadas por las paridades de poder de compra.

Este indicador era en España, a comienzos de la década de 2010 (como se observa claramente en la tabla siguiente), inferior a la media europea y también a la mayoría de los países occidentales de la Unión Europea (UE-15) con los que debemos hacer, por homogeneidad económica y social, la comparación (que suponen el 77% de la población de la UE). Sin embargo, ahora los datos de Eurostat calculan que sucede todo lo contrario: esas tasas españolas han pasado a ser  unas de las dos mayores de la UE. Significativa, y en buena medida sorprendentemente, sólo por detrás de Grecia cuyas pensiones ocupan el primer puesto (¿?) en materia de generosidad de estos países de la Unión Europea.

 

¿Qué ha pasado con las tasas de reemplazo en España (y también en Grecia) entre 2010 y 2023, para que pasmosamente hayan pasado en sólo unos pocos años de ser de las más bajas a las más generosas de Europa? La respuesta es NADA que tenga que ver con un aumento de la generosidad de las pensiones, más bien todo lo contrario: se trata en realidad del efecto aritmético de la tasa vinculado con los cambios en las variables (fundamentalmente en su denominador: la mediana de los ingresos brutos de las personas de 50 a 59 años) que se han producido en este periodo.

Sobre ello, en el caso de España se deben distinguir dos periodos.

1.- Entre 2010 y 2020 se producen reformas de las pensiones en 2011 y 2013 que conllevan, ambas, reducciones de sus cuantías respecto a su tendencia anterior, por lo que el aumento de la tasa de reemplazo sólo es coherente con una caída muy intensa del denominador: los ingresos de las personas de entre 50 y 59 años, que es exactamente lo que se produjo durante los años de la crisis financiera debido al fuerte incremento del paro también entre las personas de más edad y por el derrumbamiento de sus salarios, lo que elevó la tasa de reemplazo sin que se produjera mejora alguna de las pensiones.

2.- Entre 2021 y 2023 operan dos fenómenos. Por un lado, se restablece la revalorización de las pensiones con la inflación, eliminada en 2013, coincidiendo además con el periodo fuertemente inflacionista a partir de la invasión de Ucrania por Rusia. Y por otro, los ingresos de las personas de entre 50 y 59 años (el denominador de la tasa) se ven nuevamente mermados por la depresión de los salarios reales (nuevamente por el efecto de la elevada inflación) que se produce con mucha mayor intensidad que en otros países.

En definitiva, la mayor parte del avance de las tasas de reemplazo de las pensiones en España se ha producido por la caída de los ingresos reflejada en el denominador de la tasa y no indica por lo tanto que las pensiones españolas se hayan vuelto repentinamente «muy generosas» (otros indicadores como, entre otros que se citarán más adelante, la elevada tasa de pobreza de los pensionistas españoles así lo muestran), sino que en otros países no se ha producido, al contrario que en España, con esa magnitud el fenómeno de caída de los ingresos de las personas de entre 50 y 59 años (antes de la jubilación) durante un largo periodo de años, lo que ha conducido a que la relación entre las pensiones de los ya jubilados y los ingresos de las personas cercanas a la jubilación no aumente como en nuestro caso.

Con toda probabilidad se trata de un fenómeno muy similar al que ha provocado que la tasa de reemplazo de las pensiones en Grecia haya pasado, en los años de fuerte depresión económica provocada por las impuestas políticas de ajuste, de ser muy baja en 2010 a ser la más alta de la UE en 2023.

Hay un segundo aspecto relacionado con esa imaginaria “generosidad” hacia los pensionistas españoles que no forma parte de la medición en sí misma de la tasa de reemplazo: los pensionistas de cada país reciben, además de sus pensiones, otras prestaciones públicas que se suman a las pensiones y… estas son (igualadas por las paridades de poder de compra) mucho mayores en la mayoría de los países que en España. Por lo que una adecuada medición del grado de generosidad de las pensiones debería considerar todas las rentas públicas que reciben las personas en la etapa de su jubilación.

En efecto, esas otras prestaciones dinerarias son superiores a las españolas en el promedio de la UE-27 y en la Eurozona, y mucho mayores (incluso más que las duplican), como se observa en la tabla siguiente, en ocho de los catorce países occidentales de Europa.

Por último, es preciso analizar el supuesto “sorpasso” de la renta (corregida por las paridades de poder de compra de cada país) de los pensionistas españoles, que al parecer serían ahora un 6,4% más ricos que los europeos.

Se trata de un dato que, en primer lugar, sólo responde a que la comparación se realiza con los Veintisiete países de la UE, de los que muchos de ellos corresponden a los países del este de Europa de nivel económico y renta por habitante muy inferior al de España. Pero, si esa comparación se realiza con los países del entorno al que verdaderamente pertenecemos en la UE (ver la siguiente tabla), los occidentales o de la UE-14 (que suponen, como se señaló antes, el 77% de la población de la UE), la situación es muy diferente.

Por debajo de España en esa tabla mencionada se sitúan sólo Suecia, Dinamarca, Finlandia (todos bastante cerca de nuestro país) y Portugal y Grecia (bastante más lejos). Y por encima están Luxemburgo, Austria, Alemania, Francia, Holanda, Irlanda, Bélgica e Italia. Por lo tanto, los países que bajan la media europea y sitúan a España por encima de esta serían fundamentalmente los del este de Europa.

Así, en este caso, la comparación con la media europea –y el exagerado y manipulador mensaje que pretende resaltarse: que los pensionistas españoles ya son incluso más “ricos” que los europeos- pierde su significación. Porque, más allá de ese 6,4%, en sí mismo verdaderamente trivial y seguramente puntual y cambiante, la renta mediana de los jubilados españoles sigue siendo inferior a la de la mayoría de los países de nuestro verdadero entorno.

En segundo lugar, dado que la medición se realiza en paridades de poder de compra (PPS), esto supone que los niveles de renta y de pensiones de los pensionistas de la mayoría de los países comparables de la UE (los occidentales) están muy por encima de los españoles, porque sus niveles de precios, claramente muy superiores a los españoles, hacen que la comparación, siendo adecuada para expresar teóricamente niveles de consumo, no indique expresamente que las pensiones españolas sean como se pretende de cuantías más elevadas.

Por otro lado, se ofrece (tabla siguiente) la medición exclusivamente del conjunto de las pensiones (asimismo en paridades de poder de compra) por habitante, tanto contributivas como mínimas y no contributivas, pero sin contar, como sí lo hacía la comparación anterior, con otras fuentes de renta distintas de las pensiones y no vinculadas con ellas.

Además, en esta nueva tabla se facilitan los datos en términos medios y no de renta mediana, porque esta última supone una medición que, por una parte, no contempla de la misma manera las pensiones más altas, que son mucho más frecuentes en otros países que en el nuestro, y por otro, la información de esta nueva tabla deja fuera las otras fuentes de renta que pueden distorsionar la comparación estricta de las pensiones.

Con esta nueva medición se obtienen los datos comparados directos de las pensiones en el conjunto de los países considerados (el 77% de la población de la UE). Los resultados son evidentes: las pensiones en España se encuentran en el penúltimo lugar, sólo por encima de Irlanda, y netamente inferiores incluso a la media de los Veintisiete.

La tasa de actividad de los mayores de 65 en España apenas llega al 3,7%, frente a la media europea del 6,6%.

En realidad, los datos muestran que las tasas de actividad de los españoles mayores de 65 años son muy similares a las de la media de los europeos. Veámoslo más claramente analizando el inverso de esas tasas. Los inactivos con más de 65 años son en España el 96,3%, y en el conjunto de la UE el 93,4%, la diferencia no llega ni a tres puntos porcentuales. En ambos casos, más de nueve de cada diez personas en edad de jubilación son inactivas, precisamente porque –como resulta bastante lógico y comprensible- han terminado su etapa de actividad laboral y han pasado a ser pensionistas.

¿Qué se pretende decir destacando unas diferencias tan absolutamente irrisorias como que menos de tres de cada cien europeos mayores son laboralmente más activos que los españoles? ¿Quizá nuevamente que las pensiones en España son tan elevadas y generosas que desincentivan a trabajar después de la jubilación? Nada de esto, como analizaremos a continuación, tiene ni sentido ni relevancia.

La afirmación anterior respecto a la supuestamente menor tasa de actividad de los pensionistas en España se conjuga en los medios con otro dato. A saber: que la tasa de Ninis (aquellas personas sin empleo que ni estudian ni trabajan) se eleva hasta el 38,1% en el colectivo de 55 a 64 años, edades previas al momento de la jubilación, y se dispara al 90,4% en el caso de los mayores de entre 65 y 74 años, siendo en ambos casos muy superior a la de los jóvenes.

Como ya se ha dicho, parece bastante lógico que eso suceda en el caso de los mayores de 65 años que precisamente han llegado al momento de su jubilación. Por su parte, la comparación entre la proporción de ninis en los jóvenes y las personas en la misma situación con edades previas a la jubilación (55 a 64 años) merece, sin embargo, un comentario aparte.

Las personas mayores de 55 años que han sido expulsadas del mercado de trabajo no tienen apenas ninguna oportunidad en España de conseguir un empleo. Porque son mayoritariamente de baja formación y empleos poco cualificados, porque en las empresas opera claramente un “edadismo” que les margina de cualquier posibilidad de contratación, y porque finalmente (para redondear su desgracia) no cuentan con políticas de empleo que les ayuden (las Políticas Activas de Empleo son extremadamente débiles e ineficaces, y van dirigidas, todas ellas, pero en especial las de formación, a los más jóvenes y escasísimamente a los mayores, a los que se margina de las posibilidades de volver al empleo). Esta es la razón por la que, a pesar de contar con subsidios de desempleo muy inferiores al SMI y al umbral de pobreza, parezca que estas personas se han desentendido del empleo cuando nada de eso es cierto en la inmensa mayoría de los casos: han sido rechazados y abandonados.

 

En conclusión

El resumen de todo ello permite destacar una serie de conclusiones.

  1. El estudio analizado utiliza comparaciones en términos de ingresos de las personas mayores y no solamente de pensiones, lo que no es equivalente y no permite extraer conclusiones claras sobre estas.
  2. Las comparaciones, cuando se hacen en términos de la mediana de rentas obvian las grandes diferencias que existen en España respecto a los demás países en la mitad superior de la población, cuyas rentas totales (no sólo las pensiones, que también) son mucho más elevadas que en nuestro caso.
  3. Esas comparaciones se hacen, además, con el promedio de los Veintisiete países de la UE, lastrado por un amplio conjunto de países de rentas y pensiones muy bajas (los del este de la Unión), lo que en este caso distorsiona claramente la realidad. Si el contraste se realiza con los países de nuestro verdadero entorno (cuya población es el 77% de la UE), que representan mejor el contexto de desarrollo económico y social al que pertenece España, tanto las rentas de nuestros mayores como sus pensiones están a la cola de esos países con los que debemos compararnos.
  4. Si la comparación se realiza centrándose de forma exclusiva en las pensiones medias en paridades de poder de compra, sin introducir otras fuentes de renta ajenas a las mismas, las pensiones españolas se sitúan las penúltimas del grupo de los catorce países de la parte occidental de la UE.
  5. La tasa de reemplazo (en la definición de Eurostat) no muestra una alta generosidad de las pensiones españolas, sino esencialmente la caída mucho mayor que la de los países comparables y durante muchos años de los niveles de ingresos de las personas de 50 a 59 años especialmente durante los años de la gran crisis financiera.
  6. Para comparar si las pensiones son o no son altas hay que añadir también las restantes prestaciones públicas que reciben las personas jubiladas, que elevan sustancialmente la pensión en muchos países, y mucho más que en España.
  7. En la perspectiva de la actividad laboral, las tasas de actividad, así como las situaciones en las que las personas mayores no trabajan ni estudian, no pueden compararse con las de las generaciones más jóvenes: son momentos vitales distintos. En el caso de las personas ya jubiladas, las tasas de actividad son tan bajas como en los demás países europeos. En el de las personas mayores con edades previas a la jubilación (de 55 a 64 años), en España una proporción mucho mayor que en otros países se encuentra desempleada y marginada del empleo por la negativa de las empresas y por una absoluta falta de ayudas por parte de las políticas de empleo.
  8. Todas estas situaciones, en definitiva, nada tienen que ver con una supuesta generosidad de las pensiones. Primero, porque para las personas ya jubiladas la muy mayoritaria situación de inactividad en España no es en absoluto diferente de la de los restantes países europeos. Y segundo, porque poco pueden influir las pensiones sobre el grado de actividad de las personas que no han alcanzado la edad de jubilación.
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