José Luis Escrivá tiene claro cual es el camino correcto para garantizar y mantener las actuales pensiones y poder pagar las futuras, aunque su cuantía puede ser menor. Inopinadamente y en un momento delicado (se está debatiendo en el Parlamento el denominado primer bloque de su reforma) ha dejado caer lo que sería un escenario ideal, y que debería conllevar un cambio de cultura que facilitase la contratación de los trabajadores mayores por parte de las empresas y que estos fuesen conscientes de la necesidad de prolongar su vida laboral, hasta los 70 ó 75 años. Como él mismo indica todo un CAMBIO CULTURAL.
Posiblemente, el ministro español fue demasiado honesto durante la entrevista y expresó en voz alta y de forma directa algo que con anterioridad ya había meditado, pero estos mensajes suelen generar rechazo y resultan impopulares. La vicepresidenta segunda, ministra de Trabajo y cabeza visible de Unidas Podemos en el Ejecutivo, Yolanda Díaz, le corrigió públicamente recordándole que esa propuesta no estaba dentro del acuerdo de Gobierno.
Empecemos por lo básico: José Luis Escrivá tiene razón. No en si debemos jubilarnos a los 65-70-75… u 80. De eso no habló en la famosa entrevista en Ara que tantos dolores de cabeza le ha dado esta semana. En lo que tiene razón es en que los españoles estamos entre los europeos que menor tasa de empleo tienen a partir de los 50-55 años. Y esto es algo que cada vez es más relevante porque nuestro baby-boom está llegando a la edad de jubilación teórica: las cohortes nacidas entre 1960-1975 son mucho más numerosas que las anteriores y posteriores.
Pero lo más importante del discurso de Escrivá está en lo que no dice. Por ejemplo, ese silencio casi universal entre nuestros políticos sobre lo que debería ser uno de los ejes del sistema: una relación lo más directa posible, a través de un cálculo actuarial, entre lo que cotizamos como trabajadores y lo que recibimos como pensionistas, es decir, la contributividad del sistema de reparto de nuestras pensiones de jubilación, en el que se cobra de pensión a lo largo del periodo pensionable bastante más de los que se ha cotizado a lo largo de la vida laboral (de media un 74% más, según el Banco de España)
Esto sí que sería un cambio cultural. Políticos contando la verdad, sin adornos. Pero esto ni siquiera el deslenguado Escrivá tampoco se atreve a decirlo. Por eso habla de 75 años. Porque sabe que la próxima reforma subirá la edad de jubilación por la puerta de atrás. La edad oficial seguirá en los 67, pero los requisitos de acceso al sistema se endurecerán tanto, que el que quiera cobrar una pensión razonable tendrá que seguir hasta los 70 o los 72 años. Es inevitable…pero que lo expliquen.
La idea del ministro ya se debate en algunos países europeos en los que ya se plantean los 70 años como edad de referencia para la jubilación. Es el caso de Alemania, donde el presidente de la patronal del potente sector del Metal país abogaba recientemente por “ser honestos y explicar que no se puede mantener mucho tiempo el sistema jubilándose a los 67“. “En los próximos años tendremos que hablar de la edad de jubilación de 69 a 70 años” y con esta reflexión coinciden otros organismos de su país, como el consejo científico asesor del Ministerio de Economía o el Instituto Ifo, que defienden retrasar la edad de retiro para evitar el colapso.
En Japón (como en todos los países desarrollados) la disminución de la tasa de natalidad ha reducido el número de contribuyentes del sistema de pensiones y la esperanza de vida se ha ampliado debido a los adelantos de la atención médica. La idea de llevar una vida libre de las preocupaciones mundanas tras la jubilación ya es algo del pasado. La época en la que se trabajará hasta los 70 años está a la vuelta de la esquina.
En la actualidad hay 1,9 millones de jubilados con menos de 70 años (el 30 % del total). Esa edad puede ser asumible pues permite en la mayoría de casos, y prácticamente todas las sectores, seguir trabajando. Si solo la mitad de estos hubiera prolongado su actividad laboral hasta los 70 años (apenas tres años más de los previstos para dentro de dos años) el gasto en pensiones de jubilación se habría reducido una quinta parte, de los 7.373 millones mensuales a poco más de 5.816, casi 1.556 millones de ahorro mensual que permitiría pagar dos meses enteros de las pensiones actuales (incluidas las de viudedad incapacidad y orfandad) pues los jubilados menores de 70 años suponen 4 de cada 10 euros del gasto en pensiones de retiro.
El mercado de trabajo debería jugar un papel fundamental, dentro de la hipótesis de elevar al menos tres años los 67 ya previstos para la jubilación ordinaria en 2023 y en un contexto en el que se está reduciendo la proporción de mayores de 55 años en activo pues, los planes de las empresas los dejan fuera (como con las prejubilaciones de la banca). De golpe, sería imposible acomodar a todos estos trabajadores a jornada a completa, pero existe un camino intermedio que el ministro dejó también caer en la entrevista, que es que este colectivo pueda cambiar de actividades en la empresa ,menos peligrosas y que requieran menos esfuerzo físico, hacer jornadas parciales y acomodar los horarios a las circunstancias personales concretas y permitir que puedan relegar determinadas responsabilidades.
La Encuesta de Población Activa (EPA) del segundo trimestre del año muestra que 564.200 trabajadores de más de 55 años de edad se encontraban en paro en ese periodo (un porcentaje que ronda el 16% de todos los desempleados). Junto a esto, el desempleo de larga duración (más de un año sin trabajo) es especialmente alto en este colectivo, representan un 25% del total de desempleados con más de doce meses en esa situación, con porcentajes que llegan al 50% para los que tienen entre 50 y 59 años y más del 56% para los que cuentan con más de 60 y menos de 65. Junto a esto, hay 418.000 personas mayores de 52 años cobrando el subsidio de desempleo y todos ellos cumplen los requisitos para jubilarse -excepto la edad-.
Por su parte, los datos de la OCDE muestran que la tasa de actividad de los que tienen más de 65 años apenas es de un 7%, frente al 27% que de media tienen los países desarrollados. Trabajar más allá de los 65 años se ha convertido en un misión casi imposible, que requiere un cambio radical de mentalidad e importantes inversiones e incentivos
Mientras, la experiencia personal y profesional es una de las bazas de este colectivo para permanecer o reincorporarse a la vida laboral, pero a su contra juega el factor del coste salarial: de media superan los 28.000 euros en edades entre 50 y 59 años, frente a los 13.000 de los trabajadores con más de 20 años y menos de 25.