El informe revela que ha habido un aumento en la conversión de empleados temporales a contratos indefinidos
La duración de los contratos cae a mínimos de los últimos tres lustros, pese a que un 40% de las firmas mensuales son de indefinidos
La temporalidad cae a la mitad pero los contratos duran un 9% menos: Fedea
La reforma laboral aprobada in extremis en diciembre de 2021 que supuso una cascada de cifras positivas en términos de reducción de la temporalidad para la que fue alumbrada ha dejado paso en este último ejercicio a un rosario de cifras que evocan viejas imágenes del mercado laboral español.
Si bien es cierto que la temporalidad ha caído de forma abrupta hasta el entorno del 24% previo a la introducción de la reforma hasta el 14,7% según la última observación del INE correspondiente al tercer trimestre del presente año, lo cierto es que esta reducción de casi diez puntos porcentuales de la temporalidad forzada por un incremento exponencial de las firmas de contratos indefinidos -ya suponen el 40% de todos los contratos mensuales- no se ha visto correspondida con un aumento proporcional de la duración de las relaciones laborales. Todo lo contrario, en el mes de noviembre, el SEPE registró una duración media de los contratos -tanto temporales como indefinidos- en 46,5 días, lo que supone un 9% menos, que en el mismo periodo equivalente previo a la aprobación de la normativa laboral, en 2021.
Esta realidad la constata el ‘think tank’ de Fedea en la publicación de su último informe de evaluación de la reforma laboral a reforma laboral esta ha impulsado al alza la conversión de trabajadores temporales en indefinidos, tanto en el fijo ordinario como en el fijo discontinuo, pero también ha elevado la «mortalidad» de los contratos indefinidos ordinarios, de forma que, aunque se hacen más contratos de esta modalidad, su duración es menor.
De acuerdo con las conclusiones del estudio aunque la reforma laboral ha demostrado ser «muy eficaz» en la reducción de la tasa de temporalidad «contractual», no lo ha sido tanto en la mitigación de la precariedad o inestabilidad laboral o en la reducción de la tasa de temporalidad «empírica». Y señalan que la estrategia seguida por la reforma española ha consistido en restringir «drásticamente» el recurso a los contratos de duración determinada o temporales «sin variación alguna de la flexibilidad de los contratos indefinidos ordinarios».
Menos estabilidad
Para evitar una disminución de la flexibilidad global del sistema, la reforma ha fomentado el uso de otras variantes de contratos indefinidos que ofrecen menos estabilidad, como el contrato fijo discontinuo. Estos contratos, a pesar de ser etiquetados como indefinidos, no ofrecen el mismo nivel de seguridad laboral a los trabajadores que los contratos indefinidos tradicionales.
El informe, muestra, por un lado, que ha aumentado la conversión de trabajadores temporales en indefinidos, pero, por otro lado, se constata una reducción en la duración de los contratos indefinidos ordinarios. Ello se debe a que el mercado laboral español tiene unos patrones en el calendario «muy marcados»: contrata el lunes para despedir el viernes, contrata solo para el fin de semana y contrata el primer día de mes para despedir el último día de mes.
Utilizando un modelo de series temporales en el que se comparan los patrones de creación y destrucción de empleo antes y después de la reforma, Fedea no encuentra diferencias estadísticamente grandes entre ellos, excepto por una disminución de la destrucción de empleo a final de mes, que se ha reducido. El nuevo marco laboral ha generado una nueva distribución de los contratos de trabajo que reduce la tasa de temporalidad hasta la media del entorno europeo, «pero replica casi exactamente la situación anterior en términos de estabilidad laboral para los trabajadores», pues se mantienen los patrones diarios de creación y destrucción de afiliados a la Seguridad Social.
«Es decir, en términos agregados, el mercado laboral no muestra los cambios que a priori cabría esperar en la duración del empleo como resultado de la disminución del empleo temporal», advierte Fedea asegurando que la tasa de temporalidad, que era el principal indicador para medir la precariedad laboral en países con un mercado de trabajo dual como el español, «no es seguramente la mejor herramienta a estos efectos», vistos los incrementos de rotación asociados a este tipo de contratos.
La reforma laboral de 2021 abolió los contratos por obra y servicio. Además del contrato de remplazo tradicional (por maternidad, paternidad o enfermedad) puso en marcha un contrato temporal «por circunstancias de producción», con una duración máxima de seis meses, extensible a un año. Por el contrario, los contratos indefinidos, que según recuerdan los investigadores «ofrecen un alto grado de protección frente al despido», se mantuvieron sin cambios.
Es una reforma que ha servido más para maquillar las estadísticas que para reducir la precariedad pues ha consistido en restringir drásticamente el recurso a los contratos de duración determinada (temporales) sin variación alguna de la flexibilidad de los contratos indefinidos ordinarios.
El ‘maquillaje’ estadístico de los fijos-discontinuos
Uno de los elementos que más pueden distorsionar la confianza en una serie de datos es el introducir un elemento que los haga, históricamente, incomparables. Eso es lo que sucede con el cambio legal de la contrarreforma laboral, que acaba con los contratos temporales formalmente, obligando a su conversión en indefinidos fijos-discontinuos. Ese cambio es perjudicial porque ha motivado más burocracia, derivada de las altas y bajas en afiliación en el caso de los fijos-discontinuos y por el mayor número de contratos mensuales que una misma persona puede llegar a firmar, en el caso en el que las empresas opten por contratar y despedir a través de distintos contratos indefinidos, sin convertir un temporal en un fijo-discontinuo.
A ello se suma que ni siquiera el Gobierno da una cifra de los fijos-discontinuos que no están en su fase de actividad, más allá de una respuesta de un funcionario a una pregunta de control escrito que lo cifro en alrededor de 500.000. Nunca más han vuelto a ofrecer esta información. La UE aumentó la discrepancia entre el paro registrado y lo que considera paro real en casi un millón de personas. Esa distorsión estadística hace que, por ejemplo, se produzcan importantes variaciones en los demandantes de empleo ocupados, que es donde se encuadran los indefinidos fijos-discontinuos que cesan actividad:
- Los demandantes de empleo ocupados, donde se encuadran los indefinidos fijos-discontinuos que cesan actividad se sitúan en 1.166.780 en noviembre, lo que muestra que realmente la mayoría de personas probablemente tenía un empleo temporal y se encontraría incluido en el número de parados de no haber sido reconvertido en fijo-discontinuo debido al cambio normativo que se llevó a cabo.
- Los contratos indefinidos, caen un 8,58% (52.770 contratos indefinidos menos en comparación interanual), que demuestra que los incrementos del año pasado se debían al artificio de la reforma laboral, que obliga a la transformación de temporales en indefinidos fijos-discontinuos.
- En 2022 hubo, al menos, un artificio de más de un millón y medio de este tipo de contratos acumulado en el año, con muchos trabajadores que firman varios contratos indefinidos a lo largo del mes al haberse prohibido la contratación temporal y optar algunas empresas por breves contratos indefinidos.
- Cuando dichos contratos, antes temporales, acababan, engrosaban las listas del paro. Al pasar a fijos discontinuos, cuando cesan actividad no son considerados parados (de hecho, el incremento de los demandantes de empleo ocupados en la suma global de los últimos meses indica la merma en los datos de paro que antes se contabilizaban por este motivo). Segú los propios datos que dio el ministerio en una respuesta parlamentaria a una pregunta escrita cifró en casi medio millón de parados no contabilizados. La UE, repito, considera que hay casi un millón de personas (985.000) que no trabajan en España y que no están incluidas en las listas del paro.
De un tiempo a esta parte, el Gobierno parece también obsesionado por controlar los datos o, al menos, influir sobre ellos, con declaraciones y actuaciones que rompiendo la posibilidad de realizar comparaciones en la serie histórica, como sucede con los datos de paro registrado al haberse convertido casi todos los temporales en fijos-discontinuos, que es el hecho más clamoroso: `por un lado, fuerzan la conversión de temporales en indefinidos para hacer ver que se incrementa el empleo de calidad, cuando sucede lo contrario. Además así se eliminan de las listas del paro a los fijos-discontinuos en su período de inactividad, y más escandaloso es que el Gobierno diga que no puede ofrecer la cifra de los que se encuentran en esa situación, cuando tiene todos los elementos de cruce necesarios para ello ya que en afiliación a la Seguridad Social sí que los tienen que dar de baja y el cruce debería permitir obtener el dato.
Por eso, es vital que los organismos estadísticos sean completamente pulcros e independientes en su labor, de manea que no se produzcan filtraciones, en primer lugar, y, en segundo lugar, que los datos obedezcan al máximo rigor técnico. Es decir, puede haber equivocaciones, pero no manipulación si lo que se quiere es contar con una estadística fiable y comparable en el contexto nacional e internacional.
ENLACE AL ESTUDIO DE FEDEA (en inglés)
Reforming Dual Labor Markets: “Empirical” or “Contractual” Temporary Rates? (fedea.net)