Han pasado de suponer el 7% al 15,2 del total de perceptores de prestación
El SEPE ignora la promesa de Díaz de ofrecer información sobre ellos en su informe anual
Los fijos discontinuos apuntados al paro marcan cifras récord
La polémica por los asalariados con contratos fijos discontinuos que no están trabajando y cobran una prestación, pero no cuentan como parados, marcó el balance del primer aniversario de la reforma laboral. El Gobierno se comprometió a clarificar las cifras, pero un año después sigue sin hacerlo. El recién publicado Informe Anual del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) correspondiente a 2022 no recoge ni una sola mención al asunto. Sin embargo, sus datos permiten calcular que estos beneficiarios de prestaciones se han disparado un 108,5% tras la reforma laboral.
El documento presenta una distribución de los beneficiarios por causas de acceso a la prestación, aunque lo hace en términos de media mensual. Es decir, la de las personas que la perciben cada mes, no el total acumulado en el año. Según estos datos, en el pasado año 90.823 fijos discontinuos inactivos la percibieron, un 6,34% menos que en 2021. ¿Pero cómo es posible esto cuando los contratos de este tipo se multiplicaron por 10 en ese periodo?
La clave es el ‘efecto pandemia’, una importante distorsión que el organismo no se molesta en explicar. Los fijos discontinuos también se beneficiaron de las medidas extraordinarias de protección por desempleo aprobadas en 2020 y vigentes en 2021, de una manera similar a los afectados por ERTE. Entre ellas figuraba un acceso de hasta 90 días a la prestación sin consumir derecho. Esto llevó a que los beneficiarios medios pasaran de 57.584 en 2019 a 81.431 en 2020 y 96.556 en 2021. Un incremento del 41% y del 67% respectivamente. En esta evolución hay que tener en cuenta que la mayoría de los fijos discontinuos pertenecían al sector turístico, el que más tardó en reactivarse por la crisis sanitaria.
Pero estas medidas no estaban en vigor en 2022, cuando la actividad recuperó la normalidad. La razón por la que los fijos discontinuos inactivos cobrando el paro no volvieron a los niveles previos a la pandemia está en la reforma laboral, que explica un incremento del 57% desde los niveles de 2019. ¿Y qué ha ocurrido en 2023? Aquí hay que recurrir a los informes mensuales de prestaciones que publica también el SEPE. Según estos, la media de beneficiarios fijos discontinuos medios hasta octubre habían escalado hasta los 120.061, un 32,2% más que en 2022 y un 108,4% más que en 2019.
Al ser medias mensuales, estos datos no permiten saber cuántos fijos discontinuos en total han cobrado la prestación en cada ejercicio ni en lo que va de 2023, aunque permiten abordar otros análisis bastante relevantes. El principal, la calidad de la protección social que reciben estos trabajadores.
Si en 2019 eran el 7,13%, en 2022 eran el 11,7%. Pero en lo que va de 2023 han escalado al 15,2%. Es un porcentaje reducido, aunque basta para ‘inflar’ la tasa de cobertura de las prestaciones,
Y es que esta métrica se calcula dividiendo el número de perceptores de prestaciones (que incluye a los fijos discontinuos) sobre el de parados con experiencia laboral (donde los fijos discontinuos están excluidos). Esto implica que un aumento de los beneficiarios que no cuentan como parados distorsiona la estadística, como ocurrió durante la pandemia con los afectados por ERTE.
Pero el impacto de los fijos discontinuos es mucho más modesto por un motivo: estas personas cobran prestaciones muy cortas y de escasa cuantía. La mayoría ni siquiera tiene derecho a subsidio (el que llega tras haber agotado la ayuda contributiva): apenas suponen un 0,05% del total de perceptores del nivel contributivo. Ello pese a que el Gobierno reforzó esta posibilidad tras la reforma laboral.
Esto se explica por la volatilidad de los propios contratos: el pase a la inactividad es la segunda causa de baja de afiliación tras el fin de un contrato temporal. Es decir, no cotizan los suficiente para percibir ninguna ayuda. La retiradas de las medidas excepcionales durante la pandemia, que permitían cobrar prestaciones sin consumir derechos, también ha tenido un efecto a la baja en su protección.
El silencio de Trabajo
Por ello la cifra de demandantes con relación laboral, la categoría en la que figuran los fijos discontinuos inactivos al inscribirse como demandantes de empleo, lo que se conoce coloquialmente como ‘apuntarse al paro’, es muy superior a la de los perceptores de prestaciones con este tipo de contrato: el pasado mes de noviembre los demandantes llegaron a los 700.000, aunque esta cifra incluye a los fijos discontinuos que sí están trabajando.
Lo más llamativo del informe es que no recoge ninguna mención a lo ocurrido en octubre y noviembre, cuando el SEPE revisó las demandas de empleo de personas con contratos fijos discontinuos y descubrió que cientos de miles de ellos habían sido apuntado incorrectamente como parados registrados en lugar de demandantes con relación laboral, lo que llevó corregir los procedimientos para subsanar el error.
En el conjunto del año, 122.000 personas pasaron de ser parados a demandantes con relación laboral. Un ajuste que, especialmente en octubre, afectó las cifras de desempleo registrado.
El Ministerio de Trabajo se negó a reconocer esta revisión, si bien comunicada a los servicios autonómicos por el SEPE. Pero finalmente se vio obligado a comprometerse a publicar los datos desglosados, una promesa que la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, sigue sin cumplir.
Únicamente filtró, en una respuesta parlamentaria al Grupo Popular en el Senado, que estimaba que los fijos discontinuos inactivos eran 400.000. Pero el Ministerio se apresuró a asegurar que eran datos incompletos y, por ello, no válidos (a pesar de que provenían del propio gabinete de Díaz). A día de hoy se sigue sin conocer la cifra exacta actualizada.
Fuente: El Economista