Invierno demográfico de España: la edad media es de 44 años y los mayores de 65 son el 20%
El envejecimiento de la población española es imparable salvo milagro o una ola migratoria que compense el declive demográfico.
Los mayores de 65 años ya suponen más del 20% del total de españoles. Hace diez años eran el 16,5% de la población y la edad media de la población española supera los 44 años.
Los pensionistas ya suponen más de un tercio del censo electoral (y creciendo), lo que les proporciona una especie de veto electoral contra cualquier tentativa de corregir el sistema de redistribución en perjuicio suyo. Esto se ha podido ver con la reversión de algunas de las últimas reformas que pretendían lograr la sostenibilidad de las pensiones en España.
Las pensiones ya están ganando elecciones, al final va a haber dos partidos, el partido de los pensionistas y el partido de los trabajadores. Es insostenible una sociedad en la que los pensionistas tengan un nivel de ingresos superior al de los que trabajan
El choque de generaciones que se avecina.
Cada vez parece un poco más evidente que la generación que se incorporó al mercado laboral durante la anterior crisis financiera (2007) y las siguientes van a tener un futuro complejo. La generación más preparada, una infancia cómoda, unos padres totalmente entregados (y preocupados) por lograr el bienestar de sus hijos.
Todo hacía indicar que esta generación iba a tener un gran porvenir. Sin embargo, las dos crisis más devastadoras desde la Gran Depresión de 1929, el drástico incremento del precio de la vivienda (principal inversión de un hogar) y algunos servicios básicos (educación, sanidad…) y
A pesar de todas las ventajas que conlleva ser joven hoy en día, la ralentización del crecimiento económico ha hecho que los jóvenes tengan cada vez más dificultades para rebasar económicamente a sus padres. En los últimos 12 años no solo se han visto los dos mayores golpes económicos mundiales desde la Gran Depresión, sino que el envejecimiento de la población significa que la balanza corre el riesgo de inclinarse aún más en contra de los intereses de los jóvenes en los próximos año. La necesidad de ‘mantener’ a la vasta generación del ‘baby boom’ pueden ser fatales y desembocar en un choque de generaciones que divida a la sociedad. Si la tendencia continúa como parece, en algún momento se tendrá que producir un punto de inflexión, ya sea natural o provocado, que resuelva una situación que parece insostenible.
Después de la crisis de 2008 el desempleo juvenil aumentó dramáticamente, y la posterior crisis de la deuda soberana elevó aún más las colas de desempleados, con un paro juvenil que alcanzó un máximo del 50% en España. Aunque estas tasas se redujeron en los años siguientes, el impacto de la pandemia de coronavirus ha echado a perder este progreso, y los jóvenes han vuelto a ver que sus perspectivas profesionales se ven perjudicadas por circunstancias fuera de su control.
Aunque las nuevas generaciones que se han incorporado recientemente al mercado laboral son probablemente las más preparadas de la historia, sus expectativas salariales reales son más bajas que las de sus progenitores. Por ejemplo, el precio de la vivienda ha subido con mayor fuerza que los salarios en muchos países desarrollados, al igual que otros servicios esenciales. Mientras tanto, las generaciones mayores suelen tener trabajos indefinidos, con salarios superiores y unas pensiones que, como se ha visto en España, aumentan o mantienen su poder adquisitivo mientras que el de la clase trabajadora se reduce. Los años de renta bruta para comprar una vivienda se han duplicado y en el caso concreto de España el precio de la vivienda a nivel nacional ha subido mucho más rápido que los salarios en las últimas décadas, afectando a los nuevos compradores de primera vivienda. Según datos del INE, solo el 26% de los jóvenes entre 16 y 30 años tiene una vivienda en propiedad, frente a más del 80% de la población entre 45 y 64 años.
Aunque los jóvenes tienen acceso a una variedad de bienes y servicios infinitamente más amplia que la de sus predecesores, el coste de lo básico es mucho más elevado. Además, estas generaciones tendrán que sostener a la parte alta de la pirámide poblacional, que es mucho más ancha de lo habitual.
Si la brecha intergeneracional se amplía aún más, y si los jóvenes de hoy son incapaces de acumular suficiente riqueza por sí mismos (sobre todo después del Covid-19), entonces algunos políticos podrían encontrar las condiciones para ampliar su base de apoyo y ganar futuras elecciones. Esto puede ganar fuerza a medida que las generaciones más jóvenes, con el tiempo, vayan ganando peso en la población con derecho a voto”.
La situación es compleja para los nacidos desde principios de los 80 hasta el 2000, esta generación todavía se estaba tambaleando de la anterior crisis cuando ha llegado el covid: son vulnerables a perder el empleo en recesiones y encima no tienen apenas colchón económico para capear el temporal. Sin embargo, la actual crisis económica también presenta oportunidades para hacer una pausa y repensar la mejor manera de lograr la estabilidad financiera y la resistencia de los hogares frente a futuros golpes financieros.
Los jubilados “secuestrarán” las pensiones y podrían partir la sociedad en dos.
Los pensionistas jugarán un papel cada vez más importante en la política nacional. La vuelta a la revalorización de las pensiones en base al IPC, muestra la gran influencia que tiene este colectivo sobre los políticos. Este poder, probablemente, se irá incrementando con la transición demográfica que vive España, lo que blindará las pensiones actuales y de las personas que se encuentran en la parte final de su vida laboral, dividiendo la sociedad en dos bandos: trabajadores ‘jóvenes’ y pensionistas.
La población de más de 50 años se va a imponer antes del 2031. Las proyecciones del INE muestran que hasta esa fecha los grupos de población que más van a crecer son los que se encuentran entre 60 y 64 años, 65 y 69 y 70 y 74. Los grupos que más población van a perder son los de 35 y 39 años y 40 y 44 años. La sociedad se va a reconfigurar y las preferencias de los nuevos cohortes dominantes podrían imponerse de forma democrática, ganando por grandes mayorías.
La edad se ha convertido en un factor decisivo de cambio político-electoral. Ahora bien, puesto que las clases pasivas son cada vez más numerosas y, sobre todo, más fieles en términos electorales, el envejecimiento imparable de la sociedad española se ha convertido en un factor decisivo.
Hace 20 años el votante mediano estaba entre los 40 y los 45 años, pero dentro de poco la mediana estará en los 55 años, y cada vez será más difícil implementar reformas que supongan un ajuste del sistema a pesar de que la Seguridad Social arroja un déficit de más de 19.000 millones €. Las posibilidades de reformar el sistema van a estar limitadas, en todo caso, a los más jóvenes: Las pensiones en cobro no se van a poder reducir, ni la de las personas que están cerca de la jubilación porque no tienen ninguna posibilidad de reacción. Esto no va con los mayores, no va con los jubilados, va con los trabajadores. Cada día que no se reforman las pensiones (para los jóvenes) se están haciendo falsas promesas a los nuevos trabajadores”.
Esta situación puede crear una fuerte división generacional en la sociedad, donde los trabajadores se vean obligados a transferir gran parte de su renta para mantener una creciente masa de pensionistas. En este punto se puede crear un conflicto social importante. Los votantes más mayores tienden a favorecer unas pensiones más altas. El envejecimiento, al reducir la rentabilidad del sistema de reparto, conduce a los trabajadores actuales a preferir menores transferencias e impuestos”.
Los trabajadores ven que la equidad y generosidad del sistema de reparto está supeditada a la demografía, por lo que a medida que aumente el ratio de pensionistas por persona en edad laboral los trabajadores querrán pagar menos impuestos. A la par que sucede esto, el vasto colectivo de jubilados buscará unas pensiones más altas.
Esto puede generar un serio conflicto entre generaciones. Los trabajadores jóvenes y las personas de mayor edad probablemente se verán las caras en la batalla política. Los mayores se convertirán en una fuerza política poderosa a medida que su cohorte se expanda. Este poder político evitará que las administraciones renuncien a sus obligaciones con las pensiones. Algunos expertos creen que la fractura entre generaciones es algo que ya se puede observar en Reino Unido con el Brexit (lo jóvenes votaron para quedarse en la UE y los mayores para salir)
Aunque los pensionistas ostenten una elevada influencia (si unen su fuerza) para presionar a los políticos, la renta de los trabajadores tiene un límite. Si la presión de los mayores y demás pensionistas impide que se realicen las reformas necesarias, los recortes podrían llegar de una forma más drástica y sin alternativa. El gasto en pensiones supone alrededor de un 42% de todo el Presupuesto, por lo que una recesión económica que erosione los ingresos fiscales y dispare el gasto público puede ser letal para el sistema público de pensiones.
Y, lamentablemente, esta situación la ha producido el coronavirus. Con una deuda pública disparada y un déficit estructural con una subida meteórica, España no está fiscalmente preparada para afrontar una nueva crisis, lo que podría provocar decisiones inesperadas y traumáticas. La crisis viene acompañada de un fuerte incremento del gasto en prestaciones por desempleo y otro tipo de ayudas sin las cuales una parte importante de la población en edad de trabajar (y sus hijos) quedaría desprotegida, por lo que es imperativo que las pensiones compartiesen este esfuerzo.